lunes, 18 de enero de 2010

BELLOS EJEMPLOS DE VECINAS DE NUESTROS PUEBLO. DOÑA LENCIA ALBELO




También esta bella semblanza, de otra vecina del pueblo, Lencia Albelo, hermana de María Argelia, fue publicada en un hermoso reportaje de LA OPINIÓN de hace una semana, nos lleva a unos tiempos pasados y afortunadamente superados, para ejemplo de las nuevas generaciones y para ayudarnos a valorar a nuestra gente y el sacrificio que supuso poder estar donde estamos. Ellos y ellas fueron, han sido, los artífices de nuestro actual estado de bienestar. Ellos, con su sacrificio, nos dan ejemplo permanente. Ellos y ellas sí que nos dicen lo que ha costado que esta tierra nuestra haya puesto a nuestros jóvenes en el camino productivo, sembrado previamente con el esfuerzo, el sudor y el trabajo de esta generación, la de Lencia, que tanto hizo por nosotros y que tan poco valoramos a veces. Gracias a todos y todas por ser referente continuo para continuar en la lucha, mucho más suave ahora aunque nos quejamos más, de un pueblo mejor. Gracias de todos a esa generación, muy bien representada hoy en la prensa por Lencia, que nos dejó tan alto el listón del esfuerzo, del sacrificio y de la generosidad de nuestro pueblo. Tan alto, que difícilmente podremos alcanzarlo. Gracias de corazón.


Domingo J. JorgeTenerife de ayer.

A vista de mujer (XLII). Orencia Albelo, de San Juan de la Rambla a Venezuela11-01-2010

Superadas las fechas navideñas, retornamos a nuestro periplo por el “Tenerife de ayer”. Así, volvemos al norte isleño para conocer a Orencia Albelo, vecina de San Juan de la Rambla, que nos traslada a las vivencias de aquellos canarios que cruzaron el charco hasta la Octava Isla en la búsqueda de la tierra prometida del emigrante.
Nacida en San Juan de la Rambla en mayo de 1930, esta norteña nos comenta que no conoció su verdadero nombre hasta que emprendió su aventura americana. “De pequeña me llamaban Indalecia, de ahí pasaron a llamarme Lencia, pero cuando fui a sacar la partida de nacimiento para ir a Venezuela supe que mi nombre es Orencia Albelo Rodríguez”, apunta esta ramblera, quien nos aclara que “todo el mundo me conoce por Lencia”.

Así, desde el pueblo que la vio nacer, Lencia ha visto cómo San Juan de La Rambla y el norte de Tenerife han crecido. “Salvo las dos etapas vividas en Venezuela, todo lo he pasado aquí, en San Juan”, anota nuestra protagonista.

“Esos montes de Dios”

Criada en el seno de una familia de agricultores, la niñez de Lencia estuvo centrada en las tareas del campo, “también trabajé en la recogida de pinocha, leña y hierba para los animales por esos montes de Dios”, recuerda.

Así Lencia no olvida la dureza del monte y las madrugadas que había que hacer para acabar temprano la recogida y venta.

“Llevábamos los jaces de pinocha para venderlos en La Manguita y El Mazapé, caminando y con unas lonitas”, nos dice. “Y se sacaban unas ocho o diez pesetas el jace”.

Ella nos asegura que fueron muchas las ocasiones en las que cargó “los jaces” a la cabeza. Sin embargo también se acuerda del duro trabajo de carga que libró su yegua.

“Iba para el monte con la yegua y cargaba todo, también hacía favores a los vecinos, les cargaba la cosecha de sus tierras, bajaba leña… no cobraba nada, aunque a veces me daban alguito de la cosecha”.

Tampoco se aleja de su memoria lo que le costó su montura. “Pagué por mi yegüita 200 pesetas. Lo que saqué de la venta de un ternerito enfermo que mi hermano me regaló”.

Lencia pasaba sus días en el campo.

El San Juan de la Rambla del “Tenerife de ayer” vivía de lo que el campo producía. “Me dediqué a ayudar en los terrenos y sacaba dos o tres saquitos de papas para sembrar yo en las tierras de la familia”, recuerda.

“Trabajando como una burra para sacar adelante a mis dos niños”. Así, ella, como nos ratifica, sólo se alejó del campo seis meses que “estuve trabajando en la limpieza del hotel San Felipe de Puerto de la Cruz”.

Vender la yegua

Nuestra protagonista fue una de los muchos canarios que buscaron en Venezuela mayor prosperidad. Lencia se aventuró a este periplo con aproximadamente 30 años, pasando cerca de doce años en el continente americano. “No sé por qué desde pequeña tenía la idea de que me embarcaba, y lo hice”, explica Lencia, quien aclara que para poder irse tuvo que vender esa yegua que tanto le ayudó en el monte. De su primera etapa en Venezuela, Lencia guarda como gran recuerdo los dos hijos que tuvo y por los que, desde entonces, ha trabajado. Con palabras de Lencia, recordamos sus inicios venezolanos: “Llegué y me instalé con mi hermana hasta que encontré un trabajito limpiando casas y me busqué una piecita –un cuartito- donde meterme. Con los años, un sobrino me dijo de montar una ventita, una pulpería, con él, aunque al final me quedé yo con el negocio. No fue muy bien, decidí venderlo y regresar a Tenerife a ver a mi madre”.

Podríamos decir que nuestra protagonista volvió a la Isla de visita, pues a los pocos meses volvería a cruzar el océano. De vuelta a Venezuela, se empleó limpiando casas: “Conseguí dos familias zaragozanas, nos querían un montón a mí y a los niños. Confiaban mucho en mí, cuando se iban a Zaragoza me dejaban la casa como si fuera una más”, explica Lencia.

Seis años después regresaría definitivamente a San Juan. “Mi madre enfermó, me vine a verla y me quedé”.

Tras una vida entregada al trabajo, hoy, Lencia dedica sus días al disfrute con las actividades que ofrece la Asociación del pueblo: “Aprovecho para aprender las cositas que no pude en su día, también estoy en teatro, baile… y lo que salga. Trabajar no puedo porque hace unos pocos años tuve un accidente y me quedé tocada físicamente”. En el ejercicio de una de esas actividades despedimos nosotros a nuestra fuente oral de hoy, emplazándonos hasta el próximo lunes, cuando volveremos a San Juan de La Rambla para seguir conociendo a la familia Albelo

Malas experiencias en La Octava Isla

Aunque Orencia Albelo asegura que su madre fue el principal motivo que la devolvió a Tenerife definitivamente, también explica que tuvo algo que ver un episodio violento que le tocó vivir en Venezuela, una mala experiencia en La Octava Isla. “Me atracaron. Un día, yendo a buscar a los niños a la guardería, me asaltaron dos hombres. Me hicieron ir al banco y sacarlo todo, después me metieron en un coche, me llevaron a una Iglesia, me pidieron el dinero y me dijeron que como dijese algo me matarían, que sabían donde vivía. Yo les di todo, no pensaba más que en mis hijos, que estaban esperándome en la guardería”.

No hay comentarios: