sábado, 30 de septiembre de 2017

LA MUJER PRUDENTE Y LAS MAGNOLIAS

LA MUJER PRUDENTE Y LAS MAGNOLIAS
Hablé con Pepa en la Romería de San José. Animosa, allí estaba, recibiendo y dando ánimos y cariño. Contenta por haberla visto, no podía creer que se marchara así, casi de puntillas. Estos días he pensado que quizá se fue como vivió, entre la discreción y la prudencia. La primera vez que hablé con ella fue allá por 2006. Yo era consejera del Cabildo y Antonio Martinón había comenzado una movilización para pedir hospitales en el norte y en el sur. Pedimos firmas también en SJR. Y en La Vera, tocamos en casa de Pepa e Hilario. Quería desde entonces quitar aquella tradicional y limitadora tradición de no tocar en casa de los adversarios políticos. Pepa nos atendió interesándose por lo que pedíamos, pero, prudente, consultó con su hija. Ambas acordaron que era de justicia lo que se pedía y ambas firmaron. Pepa me dió una lección de reflexión por encima de los partidos. Y de prudencia. Me acordaba de eso cuando Hilario, en su despedida, contaba con cariño y admiración como Pepa le consultaba todo, pese a que él le insistía en que tenía libertad de decisión y de actuación. Prudencia y deferencia hacia el otro se llama, y mira que es difícil de encontrar. Coincidimos y convivimos después en los viajes del ayuntamiento. Prudente, discreta y con una elegancia natural que no se adquiere en las universidades ni se paga con dinero, disfrutaba sinceramente de los viajes y estaba abierta a todas las experiencias. Corroboraba, con admiración, las charlas sobre agricultura y naturaleza que sosteníamos con Hilario, su hermano y su cuñada. Hilario demostraba su profundo conocimiento y amor por las plantas, por los árboles. Alguna vez lo felicité por haber plantado los magníficos magnolios que jalonan la carretera de San José y la plaza de La Vera. Las tímidas magnolias emergen, soberbias y majestuosas, entre el follaje una vez al año. Son contadas, pero soberbias en su belleza. Estos días he pensado que los magnolios sembrados por Hilario no fueron una elección casual, sino causal. Porque ese árbol fuerte, de hojas duras que florece espléndidamente con unas flores que emergen prudentes y casi pidiendo permiso entre las hojas para mostrarse, es una alegoría de mi visión de Hilario y Pepa. Hasta ahora, cuando paso por los magnolios, siempre recuerdo a quien los plantó. A partir de ahora, las hermosas  magnolias me recordarán a la mujer prudente y discreta. Me recordarán, ya para siempre, a Pepa. In memoriam.

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