EL CASO DE MURCIA Y SAN JUAN DE LA RAMBLA: LO LAMENTAREMOS CUANDO SEA TARDE

Hemos visto los últimos días un episodio lamentable, pero que sólo por el civismo de los ciudadanos no se ha visto repetido en otros lugares. Me refiero a la agresión al consejero de cultura de Murcia, pero que no es algo nuevo. Agresiones a las sedes del partido socialista en Galicia, también los últimos días, nos recuerdan las múltiples agresiones e incitaciones a la agresión y amenazas variadas que hemos sufrido los socialistas y la sede socialista en nuestro pueblo durante los últimos cuatro años.
Los políticos deberíamos hacer una reflexión. Estamos en momentos complejos, difíciles. Las dificultades económicas, para muchas familias, son de pura supervivencia. La insatisfacción social y miedo al futuro está ahí. Pero estas cosas se solucionan arrimando todos el hombro, dotándonos de mayor sosiego, generando consensos en las decisiones de mayor calado social, como el empleo. No obstante, muchos aprovechan cualquier ocasión para mentir, soliviantar a la opinión pública, promover la agresión a personas con acusaciones veladas, incitaciones a la agresión más o menos encubiertas, discursos mendaces que sólo buscan destruir al adversario con mentiras perfectamente diseñadas para escapar al control de la justicia por injurias o calumnias o atentados contra el honor personal. Todo lo anterior trufado con declaraciones intransigentes, descalificaciones personales, que no políticas, constantes, fundamentalismo ideológico vienen sembrando el panorama político-social con la semilla del rencor.
Necesitamos mayor sosiego. Y estamos en medio de la espiral sembrada por muchos de la agitación, la incitación a la violencia y la violencia misma. Todo lo que nos ha acontecido en nuestro pueblo a los socialistas y el estado de miedo que han hecho imperar nuestros desgobernantes los últimos veinticuatro años puede parecer poco relevante, pero sólo cuando pasa lo que ha pasado en Murcia (recordemos los conatos de agresión física que he tenido que soportar, y un poco más lejos, cuando unos indecentes cubiertos para no ser reconocidos asaltaron a nuestro Goyo hace años, y los anónimos que les enviaron a su familia)nos rasgamos todos las vestiduras. Malo que haya descomunicadores que hagan este uso indecente de los medios, pero peor que sean políticos quienes, con el dinero de todos, los financien, los jaleen y los encubran. Como dice un querido amigo, profesional de la medicina “A mí me piden una licencia para coger un bisturí en las manos, porque podría hacer daño físico, pero, ¿quién defiende a las personas del daño moral que se le inflige mintiendo sobre ellas o convirtiéndolas en violentos al servicio de una supuesta idea, política o de otro signo? Tendemos a minimizar a estos tipos, violentos verbales, que ponen a la ciudadanía en contra de determinados líderes políticos e, incluso, de las autoridades del orden público (casos recientes del Puerto y de La Laguna, por poner un ejemplo), e incluso, del respeto debido a las instituciones de formación ciudadana, como las escuelas, o de garantía de la defensa de los derechos, como los partidos o los sindicatos. Pero luego, cuando ocurre algo como lo de Murcia, todos nos lamentamos.
Todos somos culpables. Yo la primera, porque en muchas ocasiones, en mi afán de explicar lo que otros tergiversan o poner luz en la maraña de mentiras difundidas por nuestros desgobernantes, abandono lo principal: la explicación clara y manifiesta de las propuestas en positivo que debe caracterizar la labor política, y el trabajo sistemático en pro de la defensa de los ciudadanos. Envenenan y emponzoñan aquellos que no tienen nada que ofrecer. Y les da lo mismo las consecuencias. Aunque, en ocasiones, los mandados traspasen todos los límites, como en Murcia. Y luego, al político indecente sólo le queda decir “yo no fui”. Como dicen los de AIS. Pero ya será tarde.