Con mi solidaridad a mi compañero Jaime y su equipo de gobierno
La moción de censura en Granadilla, como las precedentes que
han quitado de en medio a alcaldes o alcaldesas (socialistas, casi siempre), es
un acto injusto. No hay que confundir a nadie y hay que ser claros. La
argumentación de una mala gestión para quitar de la alcaldía a un alcalde o
alcaldesa es sólo una excusa. Lo es porque ni por gestión, ni por tiempo, ni
por los resultados posteriores de los gobiernos sustitutorios se justifica o se ha justificado en el pasado. Lo
que se produce, y lo sé en carne propia, es un linchamiento personal para
justificar un abordaje al poder. Una estrategia para quitar de en medio a
alguien molesto para ciertos intereses. Quizá porque es mejor echar a la gente que
trabajar conjuntamente para fortalecer las políticas hechas para las personas y los
territorios. Denuncias, engaños, falsos testimonios, mentiras y calumnias… todo
vale para sacar a alguien del lugar donde los vecinos han decidido ponerlo. La
excusa de la falta de gestión municipal no vale cuando hay gestores que han
transformado sus respectivos pueblos o que no han tenido tiempo material de
hacerlo. Algunos creen que la “legalidad” de una moción de censura puede
sustituir a la voluntad popular manifestada en las urnas. Son mociones de
censura que no responden a un proyecto ni a un interés general (no es necesario
presentarlo, sino poner un nombre como sustituto) sino a la suma de distintos
intereses particulares. Por eso, no es fácil que estos grupos de intereses o interesados lleven a buen puerto la gestión municipal, y lo que ocurre a
continuación es una vendetta y una paralización de los proyectos recientes heredados, lo
que supone una regresión en el desarrollo municipal. Saben que hablo con
conocimiento de causa, y que los hechos nos dieron la razón a quienes sufrimos una moción injusta que
no respondía a los intereses de los vecinos. Lo único que les une es ejercer el
“quítate tú para ponerme yo”; en la mayoría de los casos, quitar al PSOE del
gobierno. Una vez que ese objetivo desaparece, todo se desmembra y la unión, que
es muy frágil, se rompe. Los territorios y las personas necesitan estabilidad. Necesitan,
sobre todo en épocas convulsas, gobiernos con mayorías suficientes para corregir
las situaciones de desequilibrio, gobiernos estables que den cobertura a todo
el municipio. En el caso de SJR, en el pasado próximo, un gobierno que, en lugar de dividir
aún más al municipio, lo cohesionara. Pero tras una situación traumática, como una moción de
censura, la posibilidad de tomar decisiones que necesitan la unión sin fisuras para los grandes temas
municipales, se aleja. Se alejan los consensos, las cohesiones necesarias para
sacar territorios y personas adelante. Porque no se puede, a la vez, destruir y
construir. Los grupos que eligen destruir, eliminan de su vocabulario la
palabra construcción, con todas sus consecuencias. Hablamos de proyectos de desarrollo,
de presupuestos, de planificación a medio y largo plazo. Todo eso se convierte en agua de borrajas en
un clima de enfrentamiento y de destrucción. Total, nada que beneficie a
quienes nos ponen dentro de las instituciones para que los representemos. Y
todo esto, sin hablar de la lealtad de cumplimiento de un pacto en cascada que
se ha incumplido en Canarias demasiadas veces por uno de los socios. Mala cosa.
La deslealtad y el no pensar en las personas y en los territorios sino en qué
hay de lo mío. Así nos va.
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