MADRES, COMO LA DE CRISTÓBAL, MARY LUZ Y CHICHO, Y LA DE PEPE (JACINTO), TOMÁS, CONCHI Y MIGUEL ANGEL

Hoy varios amigos míos, unos de la infancia, el otro de los últimos tiempos, pierden el bien más preciado de cualquier ser humano: entierran a su madre. Todas las personas que tenemos, o hemos tenido el privilegio de tener una madre hemos tenido la fortuna de tener permanentemente a alguien cuyo objetivo (para siempre, una madrelo hace siempre, aunque los hijos sean mayores, a su vez tengan hijos...) es, para todoa la vida, educarnos en valores , cuidarnos psicológicamente, incentivarnos intelectualmente, preocuparse por nosotros espiritualmente, seguirnos laboralmente, animarnos culturalmente. De todo intentan saber, para darnos respuesta y para acompañarnos y "darnos sombra". Las madres, en este sentido, actúan como pluriempleadas que se especializan en todo para darse a nosotros, sus hijos. La abnegación hace que se pongan, desde nuestro nacimiento, a nuestro servicio, entregándose en la enfermedad, el dolor, el sufrimiento, durante el embarazo, desde el primer instante de la concepción y hasta el parto, y luego en esa labor interminable de hacernos buenos ciudadanos. Labor interminable porque las madres, (nuestras madres canarias mediante la perpetua, y cansina, aunque absolutamente descritiva y decisiva palabra ¡Fundamento!) nos han avisado, e incluso protegido, de vicios, malas amistades e influencias. Las madres han sido el símbolo de confianza, seguridad para cada hijo, ayudando a la formación de su personalidad. Confianza y seguridad obtenida al saber que siempre, siempre, pese a las dificultades económicas de ciertas épocas, había comida en la mesa de la cocina, lápices y libretas para la escuela y ropa limpia en las gavetas para ir "como Dios manda" a donde hubiera que ir. También seguridad en el comportamiento, no fuera a ser que algún vecino nos amenazara con "a tu madre se lo digo", lo que suponía dos peleas consecutivas: la del vecino y la de la madre, casi siempre más suave que si la amenaza hubiera sido "a tu padre se lo digo". Por tanto, confianza, seguridad y formación del a personalidad cuya simiente ha sido puesta por la madre. También han sido congruentes, decididas y valientes para defender los valores esenciales de la vida humana, para iniciar a los hijos en el ejercicio de la auténtica libertad, con respeto absoluto a los demás. Pero sobre todo nos han amado, lo que lo es todo, porque el amor es la dinámica esencial del ser humano. El amor maternal es el más sublime, ya que se da sin recibir nada a cambio, se da, porque el hijo es el tesoro, el don más grande que tiene una madre, y el tenerlo es ya suficiente paga.
Hoy en día, el valor de la maternidad está devaluado, es casi una herejía tener tres hijos o más. Una de las madres a las que homenajeo hoy es doña Celestina, doña Tina, o Tina, a secas, como a ella le gustaba ser llamada. Tina vigiló el crecimiento de sus hijos, Pepe (Jacinto), Tomás, Conchi y Miguel Ángel, y la de sus amigos, entre los que me encuentro, en la parte de mi infancia vinculada al barrio de la Salud. Tina era una "canariona" valiente y bregada, clara y contundente, vital y bien humorada, para la época que le tocó vivir. No recuerdo a Tina de mal humor jamás, pese a las tradicionales trastadas que hacíamos los niños. Nos animaba como un entrenador a que compitiéramos en la calle Cinco, hoy Mencey Acaymo, haciendo carreras como si aquella calle fuera la mejor pista de atletismo, carreras que indefectiblemente ganaba Conchi. Parió cuatro hijos, cuatro magníficos ciudadanos, cada uno en su ámbito laboral, incluso uno de ellos, Jacinto, concejal del ayuntamiento de El Rosario por Los Verdes. Su valentía y su extroversión son cualidades que legó a sus hijos, sobre todo a Conchi, cualidades que le han valido porque ha tenido que afrontar con entereza, en los últimos cinco años, las pérdidas de marido, suegros y ahora su madre. A la madre de Cristóbal no tuve el gusto de conocerla personalmente. Pero conociendo a su hijo, sé de extremada calidad humana, calidez, sentido del humor, generosidad, sensibilidad y solidaridad, porque nadie tiene lo que no ha mamado. No conozco a Chicho y a Mary Luz, pero supongo lo buena gente que son conociendo como conozco a Cristóbal. Gracias a ambas madres por haber formado y habernos permitido contar entre nuestros amigos a personas de la elevada calidad humana de Cristóbal, a Mary Luz y a Chicho, y a Jacinto, a Tomás, a Conchi y a Miguel Ángel. Y gracias a los siete por compartir lo que han heredado con todos nosotros, sus amigos.