MARCOS CORRIGE A YURENA O YA EL CONEJO ME DESRRISCÓ LA PERRA

He tardado varios días en hacer esta entrada, un poco impactada por el hecho de que tuve que presenciar como Marcos, Marquitos, un concejal que no tiene oficio, pretendía corregir en una palabra a Yurena. Para los que no lo sepan, Marcos no acabó sus estudios y Yurena está licenciada en Filosofía. Independientemente de esto, alguna vez nos ha pretendido avergonzar en el Pleno a los que tenemos estudios precisamente por tenerlos. Y ahora se arroga el derecho de corregir la pronunciación de una concejala socialista. Casi nada. Como dice el refrán, ya el conejo me desrriscó la perra.

No desvelo nada desconocido si hablo de la osadía de Marcos. Osado y presuntuoso, va de perdonavidas la mayoría de las ocasiones. Pretencioso como el que más.

Así que, con todo el cariño con el que parecía querer rectificar a Yurena, aquí le va a don Marcos esta pequeña reconvención.

Don Marcos, sepa usted que el pretencioso es un individuo ignorante. No, tonto no, ignorante. Lo que más ansía en el mundo un pretencioso, es aparentar que sabe algo que el resto de los humanos no. Yo sé, sería más fácil aprender lo pretendido, pero ¡qué diablos! este no es un mundo ideal.
Ser pretencioso no es tan difícil como parece. Su palabra favorita debe ser alguna variación de ‘idiota’. De hecho, debe buscar usarla todo el tiempo. No importa si se encuentra con alguien quien, sorprendentemente, tenga su misma opinión: esa persona es un imbécil. Repítalo cuantas veces sea necesario hasta convencerse a sí mismo de que los tarados son los demás, no usted. En el caso suyo, don Marcos, además conjuga usted a la perfección el verbo mentir. Y los que mienten son los demás, y acusa usted a los demás de mentir. Así, con toda la cara, y sin tener vergüenza.
De lo suyo y de los suyos, todo es digno de alabanza. Si alguna vez algo de los socialistas tiene éxito o es alabable, denígrelo. O diga que la idea es de ustedes. Si algo le sale mal, búsquele la vuelta, y convenza con mentiras a los vecinos de que los culpables de sus errores son los socialistas. Si no consigue convencer a la gente de que los socialistas somos malos, malísimos, diga casi llorando que en realidad somos unos criticones que no lo dejamos en paz. Y así, hasta el infinito. Repita todo esto todos los días a la menor provocación, en la fila del banco, en la tienda de conveniencia, en los bares, en la sobremesa y al ir al baño. En todas esas ocasiones, también, use palabras rebuscadas metidas a saco sin importarle si están bien o mal utilizadas. Procure, no obstante, no usarlas cerca de alguien con cultura, porque quedará en ridículo. Pero, como en el pleno, procure sólo corregir a quien, por elegancia y discreción, como Yurena, no le va a contestar.

Siga así de pretencioso, que va bien. Siga, en sus reuniones íntimas, riéndose de todo el mundo, de sus convecinos de todos los modos y maneras posibles. Use ropa de marca, luzca musculitos, póngase chaquetas cuando crea que puede fardar y luego, ríase y tache de idiota a quien no lo haga.
En su círculo social diga las cosas más simples de las maneras más complicadas que el idioma se lo permita. Usted y los suyos fueron los primeros en todo. Nadie había hecho nada antes de usted por el pueblo. Todo lo que se hizo antes, cuando usted era apenas un niño y todavía se orinaba en los calzones, era un asco porque provenía de los socialistas.
Estos consejos lograrán hacer que usted destaque. No se preocupe si algunas personas lo ignoran, siempre habrá incautos que caerán en el engaño. Aliméntese de esa energía, conviértase en un vampiro de la ignorancia ¡Usted puede hacerlo, de hecho lo ha venido haciendo todo el tiempo!