LAS FLORES DE SAN JUAN

Hace unos años escribí un artículo en la prensa con este mismo nombre, aunque cambbiando San Juan por Santa Cruz. Fue a raiz de un desgraciado accidente en el que perdió la vida un muchacho, casi un niño, que había estudiado en el colegio donde pasé la práctica totalidad de mi vida profesional como maestra. Lamentaba, en aquella ocasión, que en Santa Cruz las flores tuvieran más atención que los chavales. Santa Cruz, como todos sabemos, se caracteriza por sus magníficos jardines. Y a todos nos gusta vivir en un entorno bello. Pero al menos que nuestras auténticas flores, nuestros jóvenes, tengan una atención similar.

Hemos perdido a dos jóvenes del pueblo, una vez más. El goteo ha hecho que, en unos pocos años, hayamos perdido nueve jóvenes en circunstancias dolorosas, que nueve familias del pueblo en estos momentos lloren, y con ellos nosotros, las muertes más antinaturales del mundo. Porque antinatural es que los padres entierren a los hijos, cuando lo normal es que sea al revés. Y no es momento de buscar culpables, sino como yo les decía a muchos jóvenes del pueblo ayer, de que reflexionemos conjuntamente, ellos y nosotros, los mayores, y que busquemos alternativas. Nunca como ahora es más absolutamente cierto el dicho de más vale prevenir que lamentar. Y nuestra consternación, nuestro dolor, nuestro llanto ha de dar paso a una reflexión pausada pero proactiva, que comience el camino del nunca más.