miércoles, 20 de enero de 2010

CON PERMISO DE GALEANO, A TODAS LAS PERSONAS QUE DIJERON ALGUNA VEZ ¡BASTA YA!

A todas las personas que alguna vez dijeron en este pueblo ¡basta ya! Y salieron a la calle a gritarlo
Le tomo prestado un texto a Galeano, y lo adapto a nuestro municipio. Gracias, maestro....

Entonces, yo digo: éste es un pueblo de paradojas. San Juan de la Rambla es el reino de la paradoja. Como por ejemplo, el hecho de que siendo un territorio donde la población se encuentra desperdigada, por lo que los lugares que ocupa esa población debían colmatarse con construcciones, siendo urbanos, y donde las oportunidades de progreso son infinitas, ni una cosa ni la otra suceda, y expulsemos a nuestros jóvenes, y los obliguemos a buscar trabajo y destino en otros suelos, bajo otros cielos; y como si fuera poco, después les neguemos la pertenencia al pueblo nada más abandonan el mismo por motivos de trabajo personal o familiar. Pueblo de paradojas, digo, que siendo como ha sido la mujer el bastión del mantenimiento del municipio y las familias en las épocas duras de la emigración, haya tenido como responsables municipales a tan pocas mujeres, unas por mera cuota, y en el caso de ocupar la máxima responsabilidad de gobierno, como nuestra alcaldesa concita Pérez Santo Tomás, se la haya negado y ninguneado.
Pueblo de paradojas, digo, donde los denostadores de los avances de la época socialista, hacen uso de esos avance pretendiendo decir que son sus logros.
Pueblo de paradojas donde los gobernantes denuncian, en los más airados términos, la ineficiencia del Estado, después de que esos mismos políticos han hinchado al pueblo de parásitos y de burócratas inútiles, incluidos ellos mismos, que ejercen la viveza a costa de nuestros impuestos. Pero pese a todo, este pueblo, sus gentes, es un pueblo de energía y de voluntad democrática. Yo digo: esa energía y esa voluntad democrática y ese sentido de la dignidad civil, que han hecho de la lucha contra las alcaldadas de Reyes un símbolo, tienen mucho que ver con la voluntad de cambio. Querer al pueblo, pese a sus paradojas, para cambiarlo; querer al pueblo para que el pueblo pueda ser lo que el país quiso ser en los tiempos lejanos en que fue fundado: una casa de todos y no una cárcel de barrotes invisibles para la mayoría de sus habitantes que viven, de alguna manera, presos de la necesidad o de la desesperanza. Por amor, necesidad de cambiar las cosas a partir de una certeza de amor. Como en un brevísimo poema de un poeta alemán, que leí en estos días y que copié para leérselos a ustedes. El poeta, que se llama Reinner Kuntze, dice que vive en su país encerrado entre paredes. Siente opresivo su país, como muchas veces nosotros sentimos opresivo el nuestro, tal como está organizado, o mal organizado, tan paradójico, tan patas arriba que camina y tan condenado a las rutinas sucesivas, a la mediocridad sin remedio. Muchas veces nosotros también lo sentimos como una especie de prisión. Y este poeta alemán lo dice muy bien, dice: "Encerrado entre estas paredes, entre estas palabras, en esta cárcel, donde -dice- una y otra vez volvería a nacer". Me pareció bellísimo, porque yo soy de las que creen que sí, que en estos últimos años nació algo más que un movimiento político, nació de algún modo otro pueblo, otro pueblo que está dentro de éste, que está en la barriga de éste, un pueblo verde que está en la barriga del pueblo gris. Y en estos tiempos muy difíciles, cuando el miedo ha sido mucho, y mucha la violencia, en los tiempos en que el movimiento ciudadano y la resistencia a las satrapías nacieron, hay una frase que una muchacha escribió en un pizarrón y que me parece estupenda, y que creo que tiene toda la vigencia del mundo. La muchacha escribió: "Mil miedos juntos hacen un solo gran coraje". Y yo creo que éste es el sentido que el movimiento ciudadano tenía cuando nació, y éste es el sentido que el movimiento ciudadano tiene: un solo gran coraje que resulta de la unión de muchos mieditos dispuestos a luchar contra el miedo de ser, contra el miedo de recordar, contra el miedo de cambiar, y que así van formando un solo coraje grande, destinado a hacer posible que el parto por fin ocurra, que ese pueblo generado dentro del otro pueblo pueda por fin dar sus primeros pasos. Cuenta Galeano que cuando volvió del exilio vió en la calle Rodó un graffiti de mano anónima, como todos los graffitis, que decía: "Hay un país distinto en algún lugar". Pensé, dice Galeano, y lo pienso todavía: sí, hay un país distinto en algún lugar y ese lugar es aquí, y es aquí gracias a las muchas mujeres y a los muchos hombres que tienen en hombres como los del movimiento ciudadano su más certero símbolo. Yo le quiero decir a ellos y a ellas: gracias. Por estar ahí, por haber estado y por ayudarnos a resistir.

No hay comentarios: