Erre que erre, se empeñaron que los pilones que rodean la plaza de Rosario Oramas no fueran extraíbles, como pedían los vecinos. Y llegó el Corpus. Y casi no pueden quitar esos pilones fijos tan peligrsos. Casi no los pueden quitar, y para que pudiera pasar la procesión hubo que recurrir a medios de tracción mecánica. Y todo por no hacer caso a los vecinos. Y ser, todos ellos, don y doña erre que erre.
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