La vida está llena de casualidades. O tal vez está llena de causalidades. Anteayer por la noche preparaba el día de ayer con la misma ilusión que he tenido en los días grandes de mi vida. Ya había dicho el día de la elección de Ángel Víctor que era una suerte de justicia reparadora que llegaba 26 años después de la primera traición de CC a los socialistas, aparte de ser la mayor alegría para los socialistas canarios en mucho tiempo. Esa noche, víspera del día grande, un amigo me mandó las dos imágenes que ilustran este texto: cafecito colado. Y de repente esas imágenes me transportaron a abril de 1993: una automoción de censura de Hermoso que sacó injustificadamente del gobierno a Saavedra. Mi recuerdo de esos días lo he dejado plasmado en otra entrada. El café colado me transportó a dos meses después. Elecciones generales, y una gran debacle del PSOE, y la consternación de la moción de censura auspiciaban lo peor en esas generales. Eso hizo que Antonio Martinón nos llamara a los amigos para ayudar a cubrir las mesas de Santa Cruz, en unas elecciones que se presentaban muy difíciles. Me tocó la mesa electoral de Tío Pino, dónde votaba electorado de Somosierra. Allí, tras quitar carteles de ATI "casualmente" olvidados, tuve la suerte de coincidir con dos compañeras maestras: Machuchi, también por el PSOE, en la otra mesa, y Rosa Delia, apoderada en ambas por IU. La gran debacle anunciada por los medios no se iba a producir, y ya había previsiones internas de Alfonso Guerra que conocíamos en sentido contrario. Transcurría el día y hacia la tarde la madre de Rosa Delia vino a votar, y mi amiga aprovechó para presentármela. La señora, socialista de familia socialista, estaba angustiada por las previsiones y me dijo, señalando la acreditación de IU de la hija, el disgusto que tenía por lo que " le estaba haciendo su hija a Felipe". Yo intenté trasladarle tranquilidad y le dije que los datos decían otra cosa. La señora, nerviosa, me entendió lo contrario y la hija, durante el recuento, me dijo que se había pasado el resto del día viendo la tele y rezando el rosario. Ese fervor me resultó tan entrañable que le pedí al flamante diputado que visitara a la señora y se tomara un café con ella de forma simbólica, como muestra de agradecimiento a la lealtad de los votantes socialistas, en aquella hora difícil. Antonio aceptó de buen grado y allá nos fuimos, a la vivienda de Somosierra, domicilio de la señora. El bloque era una fiesta. En el salón, pequeño para tanta gente, se habían reunido todos los vecinos para tomar café con el diputado. Café colado, a la manera antigua, había hecho la señora. Todo un lujo complementado con la repostería de las vecinas, y el juego de café de las ocasiones especiales. Una tarde inolvidable en una casa modesta de un barrio obrero de Santa Cruz.
Cuando Ángel Víctor declara su propósito de cercanía, me viene este hermoso recuerdo a la cabeza. Y le deseo a Ángel Víctor, en su andadura en la presidencia, que le auguro magnífica, mucha gente leal como la madre de Rosa Delia, muchos vecinos cariñosos como los de Somosierra y mucho cafecito compartido, colado o no. Gracias, presidente.
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