martes, 16 de junio de 2009

PALABRAS COMO BÁLSAMO

EL RÍO DEL ORO EN BOLIVIA
Palabras como bálsamo. Esa es la sensación que siento cuando asisto a un recital de poesía, u oigo a unas contadoras de historias como esta tarde, en el Centro Cultural Tabaiba (¡qué faltita le hace a este pueblo un buen auditorio! ¿Cuándo acabarán la obra eterna del Tabaiba, que lleva diez años para hacerse y aún no se sabe qué tesoro oculta la planta baja del Centro Cultural?) . Y me hizo recordar cualquiera de las historias de esta tarde-noche la cena a la que asistí invitada por el Ayuntamiento de Sevilla, en la reunión anual de la UNED hace pocas semanas. Me senté frente a otra profesora-coordinadora del COIE de la sede de Madrid. Esta muchacha, uruguaya, casada con un español, me contó a lo largo de la cena una historia maravillosa, digna de ser contada por García Márquez. Esta noche, animada por los cuentos que les oí a las hacedoras de historias, voy a contársela a ustedes.

Su madre era hija de canarios afincados en el interior de Uruguay. Dedicados a la cría de caballos, cuando llegó la hora de ue la niña estudiara la mandaron con unos parientes a Montevideo. Allí comenzó a estudiar residiendo en casa de unos tíos ricos. Muy joven se enamoró de un chico de la alta sociedad, de familia arruinada, de quien también se enamoró su prima. El muchacho le correspondía (a la protagonista de la historia, no a su prima rica) pero los intereses familiares hicieron que se decantara por la otra y se casaran. En vísperas de la boda, la muchacha se fue de casa de sus tíos, incialmente a casa de una señora que la protegió y, a los pocos días, huyó del pais. Pongámonos en los años cincuenta, y digamos que la protagonista de esta historia tenía 16 años. El poco dinero que tenía le permitió llegar a Buenos Aires. Allí se le hace de noche, y con su maletita en el borde de una acera, cuando no sabe qué hacer, se tropieza con una señora vestida de enfermera que se apiada de ella y le pregunta qué le pasa. Ella, para disimular su soledad y el no tener a donde ir le cuenta que busca a una tía y que no la localiza. la señora la invita a quedarse en su casa. Al día siguiente sale en busca de trabajo y lo encuentra en un taller de muñecas, haciendo la ropita. Su madre le había enseñado a coser y a bordar al estilo canario. Allí pasa un tiempo, en el que conoce, pues queda de paso para su taller, a un boliviano que trabaja en una sastrería. Boliviano indígena, que le atrae por sus rasgos y por sus historias, que escucha con fruición sentada a su lado en la puerta de la sastrería, donde el boliviano se sienta a coser a mano, primorosamente, lo que sólo él sabe coser. Entre las historias que le cuenta, sale a relucir el río del oro de Bolivia. El boliviano le dice a la muchacha que hay un río en su tierra, el llamado río del Oro donde uno se baña y sale lleno de pepitas de oro. La muchacha cree que ahí está su fortuna, y ahorra para un billete a Bolivia, a donde se va en el llamado "Tren de las nubes", así llamado por cruzar por el altiplano boliviano, aparentemente entre las nubes. Y llega al pueblo de San Juan del Oro, el más cercano al río que ella busca. Sin dinero, vende la ropa que aún le queda de su antigua vida en Montevideo, para la que encuentra compradoras pronto por ser ropa de moda en una zona donde no existía posibilidad de nada más que ropa campesina. Cuando se le agota el dinero, acude a un hospital aprovechando que hay un médico que se apellida como ella, y le pide que la ayude. El médico se compadece de ella y la encamina a las monjas del hospital, que aceptan darle cama y comida a cambio de pequeños quehaceres. Termina por hacerse de la confianza de las monjas, que la mandan a hacer sus recados, entre ellos al banco, donde el director, mucho mayor que ella, termina enamorándose de la uruguaya y pidiéndole matrimonio. Se casó con él, claro, y tuvo variso hijos. Una de ellas es esta compañera mía que me contó esta bella historia, en la que la jovencita al final encontró el río del Oro, con un matrimonio y una familia feliz.
¿Ven por qué me quedé aquella noche sevillana enganchada a la historia de mi compañera de mesa?

3 comentarios:

la socialista dijo...

Le quiero felicitar a Don Martín por organizar la semana cultural en San Juan de la Rambla está haciendo una labor que debería de hacer el ayuntamiento, pero como para estos lumbreras de gobernantes que padecemos la cultura es algo ni siquiera secundario ellos piensan ¿cultura, qué es eso de cultura, para que sirve eso de la cultura?, ¡bah eso es una machangada!, por eso deben existir personas como Don Martín amantes de todo lo que esté relacionado con eso tan maravilloso que es CULTURA, los cuentacuentos de hoy estuvieron espectaculares me retrocedieron en el tiempo cuando era pequeña y oía esos maravillosos cuentos en la radio por la tarde, fue fantástico, de nuevo muchísimas gracias Don Martín espero que siempre esté ahí para hacer actos tan maravillosos como los que vamos a disfrutar esta semana.

Anónimo dijo...

Maravillosa historia en la que si no hubiéramos sabido el final nos hubiéramos quedado sólo con algunos de los pasos anteriores, por otra parte nada halagüeños....¿Se deduce que hay que esperar pacientemente a que todo se desarrolle al final para que logremos conseguir lo estaba para nosotros?. ¿ o simplemente que aceptemos estoicamente lo que la vida nos va presentando día a día sin mover ficha?.
Independiemntemente de la lectura o moraleja final, todas las historias tienen su historia y cada una nos pueden ayudar con su propio bálsamo.

Anónimo dijo...

Una historia que no tiene desperdicio alguno, por lo menos yo me quede muy emosionada después de leer un texto tan bello y con un final feliz, el que revivió en mi un rayito de luz que dejando abierta en mi la esperanza de que todo puede cambiar hasta este pueblo, esclavo de un mal gobbierno que nos corroe y ahoga, impidiendo quenos formemos y que tengamos un pueblo limpio en todos los sentidos.