lunes, 29 de julio de 2013

SER RAMBLERO

Muchas personas tenemos en gran estima la tierra donde hemos nacido, de donde procedemos. Pero también queremos aquellos sitios que nos han acogido, donde hemos crecido, donde hemos trabajado, donde hemos elegido pareja, donde han nacido nuestros hijos. Los afectos sinceros son ilimitados. Por eso son afectos, por eso son sinceros, por eso no son excluyentes. Porque no hay una única patria en sentido estricto, porque las patrias excluyentes son limitativas de nuestra capacidad de afecto, de lucha por las igualdades, de sentirnos hermanos de nuestros hermanos de raza, la raza humana. Y lo digo porque hay palabras y expresiones que, de tan profusamente utilizadas a veces producen hastío. Por ejemplo la palabra "patriotismo" y, en nuestro entorno chico, la palabra “ramblero”. Ramblero es, y lo digo con orgullo, nuestro gentilicio. Tardaron algunos mucho tiempo en aceptarlo, porque ese gentilicio nos iguala a todos, lejos de las desviaciones que en épocas recientes llegaron a usarse, incluso como insulto.  Ahora parece que lo han descubierto. Pero el tono en que lo emplean aquellos que antaño segregaban sigue pareciendo un insulto. Esos mismos que ahora, en un salto mortal sin red, en un cínico alarde de simplismo mental, afirman que quienes no opinamos como ellos, quienes defendemos la legalidad y las obras bien hechas, atentamos contra el auténtico patriotismo, somos antirrambleros. Generalizando, vienen a decir que todos los que no estamos de acuerdo con ellos, que somos la mayoría del pueblo ramblero, somos pura y simplemente antipatriotas, antirrambleros. Todo aquél que no piense como AIS-CC-PP en materia ramblera  es un antirramblero. ¿Está usted en contra del papel desempeñado por los coalicioneros en la moción de censura y lo que se desprendió de ella? ¿Está usted en contra de las desviaciones de poder, de los enchufismos, de los actos opacos e ilegales realizados estos últimos meses? Pues entonces usted es un antirramblero, por oponerse a tan insignes personajes. ¿Critica usted acaso el aumento de los gastos en saraos y comilonas o las acciones selectivas para un grupito reducido de personas, o  que se beneficie a ciertas empresas o colectivos en detrimento de otros? En tal caso, usted no ama a SJR, señor mío. ¿Usted es una persona normal y corriente, que tiene y forma su opinión en función de lo que oye y ve y su propio raciocinio, y no tiene por qué compartir todo lo que los gobernantes neófitos predican y practican, y además lo manifiesta? Pues prepárese, porque le van a llover chuzos de punta. Esta distorsión en el ámbito de las palabras ocurre también en el de las cosas.
 Por ejemplo, en relación con el escudo. Estamos asistiendo a la entronización fetichista de lo que no es más que un símbolo de un colectivo y, por consiguiente, algo convencional. Nos representa a todos, pero hubo un momento donde un elemento simplificado que no sustituyó al escudo, faltaría más, sino intentó poner un atisbo, poco, de modernidad a SJR se  presentó como un ataque a la profundidad de un ramblerismo recién aprendido, porque no fueron capaces, ni lo han sido, de dar respuesta a la multiplicidad de interpretaciones del propio escudo, que es más ofensivo aún. Se le rinde culto al escudo, mientras en un momento dado se crucificó a su autor y a su familia. Estas ignorantes e improductivas diatribas terminan suscitando una mezcla de asombro, indiferencia, resquemor y hastío ante lo que debía de ser un elemento más que acompaña a la imagen de SJR. Quizás esos mismos ciudadanos, considerados antipatriotas por hacer uso de un elemento que es de común uso en todas las instituciones en sus planes de modernización, conocen y valoran otras modalidades de seguir construyendo su pueblo, aportando ideas sin tener que hacer aspavientos con grandilocuencias y escudos. Muchos rambleros y rambleras, de aquí o de fuera, de fuera llegados aquí o de aquí voluntaria o involuntariamente extrañados, han dedicado parte de su vida por conseguir, consciente o inconscientemente, que SJR sea un pueblo que ocupe el lugar que le pertenece.  Ser de fuera y haber elegido SJR, ser de SJR y residir fuera por cualquier motivo, descender de rambleros o cualquier otra circunstancia que resulte distinta no les convierte en peores ciudadanos (aunque sí en antirrambleros, si determinados sectores del entorno de nuestros regidores actuales siguen empeñados en que el ramblerismo sea sólo de su propiedad exclusiva). 

Ser ramblero significa, en primer término, ser tolerante, como se demostró en épocas de represiones. Por eso ahora significa ser amante de la libertad, de la convivencia pacífica, de la justicia con todos y para todos. Por eso durante dieciocho meses los rambleros y rambleras, en su mayoría, reconocieron su pueblo y se reconocieron en sus convecinos. Hacer patria, hacer Rambla es hacer realizaciones para todos y todas, participadas y acordadas entre todos y todas. Hacer patria, hacer Rambla es distribuir la riqueza en beneficio de todos sin excepción e incrementar los gastos sociales. Amar La Rambla es preferir integrar antes que excluir. Y ahí si que cabe el símbolo y de ahí también que nuestra bandera sea blanca: como todos los colores están reflejados en ella, también es de todos los seres humanos, salvo de los talibanes del ramblerismo.

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