domingo, 21 de julio de 2013

ASÍ, NO. CON NOSOTROS NO CUENTEN

“Politizar" es una palabra relativamente nueva en castellano. No aparece en el DRAE (Diccionario de la Real Academia Española) en la edición de 1970. Significa tres cosas: una concentración excesiva en la política a expensas de las diversas zonas de la realidad, una concentración excesiva en los aspectos más superficiales de la propia política, y la primera acepción que consigna el mismo diccionario, en su edición vigente: "Dar orientación y contenido político a acciones, pensamientos o personas que, corrientemente, no lo tienen".
El uso primero es evidente en la prensa, los medios y las redes. Después de una larga dictadura, en que hablar de política estaba prohibido hasta para los políticos (es proverbial la frase del general Franco, cuando le recomendaba a sus ministros “no se meta usted en política”), es natural que lleve años ocupando amplios espacios de la atención nacional. Frente a los temas políticos, casi desaparecen los que tienen que ver con otras esferas de la vida: los problemas sociales, los temas de la salud y la enfermedad, la ecología y la naturaleza, las cuestiones de religión y fe, las manifestaciones del arte, las letras y el pensamiento, las finanzas y los negocios, las iniciativas ciudadanas, la ciencia y la tecnología, las migraciones, el mundo exterior... casi todo, salvo el deporte y  la "cultura del espectáculo". Espero, no obstante, que en un país amigo de pasar de un extremo a otro, este  fenómeno sea pasajero, porque empobrece a quienes lo ejercen y lo consumen: día a día, hay hechos ajenos a la política, más importantes, influyentes o trascendentes que los propios hechos políticos, por más que esté de acuerdo en que todo lo humano, de trascendencia plural, es política. Pero estamos en donde estamos y heredamos las épocas precedentes, por lo que, en la actualidad, en el ámbito general, pero sobre todo y de manera cada vez más insufrible, en el ámbito local, nos encontramos que el quehacer político se ha desviado de lo que debía ser su eje central, ocuparse de los problemas públicos, para convertirse en un remedo de lo que la política debía ser. Y así, los gestos, los rumores, los chismes y -sobre todo- las declaraciones de los gobernantes de nuestro pueblo se han convertido en una caza de la oposición, en  casi un deporte en el que se pierde el contexto social, la perspectiva histórica, la discusión de ideas, la valoración ética, el análisis lógico. En una palabra, el estudio de fondo -estructurado, fundamentado, estadístico, comparativo- de la política. En esa variante de la politización, la opinión desplaza al hecho, la ocurrencia al análisis, la política permanece en la espuma de los días, la politización se disuelve en politiquería. Y así se convierten en reos de su propia ignorancia política, traducida en una incontinencia verbal que confunden con declaraciones políticas. Es decir, se hace insufrible porque sólo oímos opiniones sesgadas y mendaces, los hechos son ocurrencias sin rigor, fundamento o proyecto y todo es una politiquería insufrible.
Otro de los significados tiene más interés y complejidad. Es el significado que el propio Diccionario recoge en una segunda acepción: "Inculcar a alguien una formación o conciencia política". Se trata de un uso positivo; por ejemplo, en el caso de una sociedad apática o inconsciente de sus derechos. En el sentido griego del término, politizar a la población es eliminar la posibilidad de que los ciudadanos fueran egoístas, ya que el origen de esta palabra es griego. En efecto, idiota es una palabra derivada del griego ἰδιώτης, idiōtēs, de ἴδιος, idios (privado, uno mismo). Los griegos usaban el término para designar a un ciudadano privado y egoísta que no se preocupaba de los asuntos públicos. En este sentido, politizar a la ciudadanía es contribuir a su autonomía y madurez. Pero el uso puede tener también una cara negativa. Ocurre cuando se da una "orientación y contenido político a acciones, pensamientos o personas" cuya naturaleza es, o debería ser, esencialmente ajena a la política. Y así está pasando en este municipio. Se politizan asociaciones (a favor o en contra, dándoles todo a unas y negándoles el pan y la sal a otras, en función a sus adhesiones inquebrantables o no), llegando a producirse una "militarización del asociacionismo", usando la definición sartriana sobre la cultura. Decía Sartre que se llega a un nivel en que a un libro, una obra de arte, un descubrimiento científico o un producto cultural de cualquier índole, no se le juzga -si se le juzga- por su calidad o su valor intrínseco, sino por la real o supuesta filiación política de sus creadores. Así pasó con el cuestionamiento de la compra de una enciclopedia histórica, porque su temática era el socialismo, haciendo posible lo que Sartre decía sobre que  si es "amigo", la obra es "buena"; si es "enemigo", la obra es "mala" o, finalmente, no existe. Con la "politización de todas las cosas" se pierde el sentido mismo de la creación y el saber, y en el caso del asociacionismo, conculca el fundamental e inexcusable valor de la independencia de las acciones y asociaciones civiles.  Lo más preocupante no es que exista. Lo preocupante es que existe en los más ignorantes de los que gobiernan, que siempre tendrían esa excusa, o al menos su entorno esgrime la ignorancia como excusa. Pero lo más preocupante es  que cunda en esos que excusan a sus superiores, y que proceden de medios universitarios. Y lo preocupante es que se ha politizado, en estos últimos seis meses, esferas de la vida cotidiana que nunca, nunca debían politizarse por su propia naturaleza y el respeto que esa misma naturaleza merece. Con una frase antigua, es hasta un pecado hacerlo.
Peor aún es que la politización de todas las cosas está teniendo efectos devastadores sobre las relaciones personales y sobre los comportamientos ciudadanos. En su tratado de la amistad, Cicerón apunta que la política es causa fundamental de la discordia entre amigos. En nuestro pueblo, desde hace demasiados años, con un benéfico paréntesis de dieciocho meses, en que la concordia se produjo porque los socialistas propiciábamos lugares de encuentro que intencionalmente no protagonizábamos, la politización extrema (esa forma intolerante de acercarse a la política o de practicarla) no sólo ha sembrado división entre amigos sino entre hermanos. Familias enteras y vecinos de todos los lugares del municipio que ahora tienen elementos de comparación por esos dieciocho meses de paz social ausentes del encono ideológico.
Desde aquí, pues, critico la politización de todas las cosas, lo que no significa llamar a la despolitización. No se trata de dejar la política sólo en manos de los políticos. Se trata de alentar la buena politización ciudadana (participativa, matizada, informada, inteligente, alerta) y desalentar la mala politización (ideologizada, fanática, trivial). Se trata de enriquecer la vida política elevando la calidad del análisis político, del debate político y la crítica política. La "politización de todas las cosas" no contribuye a ese enriquecimiento. Paradójicamente, por la confusión intelectual que implica, contribuye a la despolitización.

Devolvamos su riqueza y diversidad a la participación ciudadana en nuestro pueblo. Cuando los políticos no pretendan usurpar todas las primeras planas de todas las esferas del municipio, cuando sean las distintas esferas de la vida ciudadana las que ocupen alcancen las primeras planas, todos tendremos la certeza de vivir en una sociedad mejor y los socialistas volveremos a ocupar ese lugar indispensable de los políticos, acompañando, y no usurpando, el lugar de la ciudadanía. Pero por ahora, no queremos entrar en ese circo creado por los advenedizos. Así no.

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