POR LO QUE LLORA DON MANUEL

Don Manuel lloró ayer. Y yo defiendo sus lágrimas y lo entiendo. Don Manuel lloró ayer en un acto público. Don Manuel cumplió este verano 65 años. Una edad donde uno echa la vista atrás, y hace recapitulación sobre lo que ha hecho toda su vida. Don Manuel ha hecho cosas buenas en este pueblo. Faltaría más. Lleva más de veinte años gobernando, y en todo ese tiempo ha tenido que hacer cosas buenas. Tuvo unos primeros años de moderación, donde se dejaba asesorar. Y no tuvo malos asesores. Pero yo me centraré en lo que ha motivado sus lágrimas, sus últimos años de mandato.
Yo también lloraría, como don Manuel, si cerrara mi vida laboral habiendo generado una fractura social en mi pueblo. Igual que debe llorar un padre que ha dividido a sus hijos.
Yo también lloraría, como don Manuel, si hubiese usado el poder en contra de mis vecinos, sobre todo en contra de aquellos a los que don Manuel ha considerado sus enemigos (en realidad no son enemigos de nadie, sólo que don Manuel decide que aquellos que no le ríen las gracias son sus enemigos).
Yo también lloraría, como don Manuel, si mi municipio tuviera, después de más de veinte años de mandato, los más altos índices de paro de la Comunidad Autónoma.
Yo también lloraría, como don Manuel, si las cotas de abandono escolar de jóvenes(varones) fueran mucho mayores que las de las chicas.
Yo también lloraría, como don Manuel, si tuviera barrios en riesgo de desaparición por no haber previsto el crecimiento, o al menos el mantenimiento, poblacional.
Yo también lloraría, como don Manuel, por la nula actividad cultural y deportiva del municipio.
Yo también lloraría, como don Manuel, si tuviera un municipio sin planes de seguridad.
Yo también lloraría, como don Manuel, si un municipio tradicionalmente agrícola como el nuestro se hubiera quedado en menos del 10% de la actividad después de veinte años.
Yo también lloraría, como don Manuel, si tuviera un grupo de gobierno incapaz de generar un proyecto, y sobreviviendo por las limosnas de un gobierno afín, que no confía en mi gestión.
Yo también lloraría, como don Manuel, si el municipio vecino, de mi mismo signo político, me adelantara en todos los proyectos similares y consiguiera financiación mejor y antes que el mío.

Pero no se preocupen demasiado. Las penas con pan son menos, y don Manuel cobra (75% de dedicación, es decir, que no tiene que ir todos los días al trabajo) 700.000 de las antiguas pesetas del dinero de todos en el ayuntamiento. Lo que supone una jubilación (ya le toca, y eso le servirá de consuelo) del máximo nivel, de casi medio kilo mensual.
Pero eso no lo cuenta don Manuel cuando llora en un acto público. Tan sólo llora. Porque el medio kilo no le da votos, y las lágrimas, sí.