Este es el nombre de un film del magnífico cineasta de denuncia social Ken Loach. Film marginal si los hay, desde todo punto de vista, no en el sentido peyorativo que se le da comúnmente, sino en el sentido de estar en el margen, fuera del centro, en el borde.
"Pan y rosas" fue filmada en Los Angeles gracias a una coproducción europea, ya que ningún productor norteamericano se atrevió a poner su dinero en ella. La libre industria norteamericana del espectáculo fue incapaz de mirarse en su propio espejo, de igual manera que nuestros desgobernantes son incapaces de hacer lo propio. Obviamente ellos mismos utilizan en sus instalaciones o en sus hogares mano de obra (latina en el caso de la película, mal pagada, subcontratada y haciéndoles ver que es un regalo lo que no es más que un derecho, en el caso de nuestros desgobernantes). En ambos casos las condiciones son degradantes o abusivas, pero en el caso de nuestros desgobernantes, no sólo pagándoles mal, sino haciéndoles rendir pleitesía por lo que es un derecho e, incluso, negándoles en muchas ocasiones los derechos básicos de un trabajador contratado, que muchos empleados municipales han tenido que demandar (y obtener) a través de los tribunales.
La realidad que filmó Ken Loach aprieta justo ahí, donde más oscuro está. Él refleja una realidad donde el gobierno exige justicia para todos los norteamericanos, mientras se niega a mirar el denigrante maltrato que reciben en ese territorio los nacidos en Sudamérica. En nuestro caso, estos desgobernantes se ponen buenos sueldos y miran para otro lado cuando hay que asumir la grave crisis que nos afecta y poner remedio, incluso bajándose sus sueldos como solicitamos los socialistas, para mejorar la situación social.
En la película, una de las protagonistas conoce a un joven como ella, pero norteamericano y sindicalista, que ayuda a organizarse a los latinos para defender sus derechos. Intenta abrirles los ojos. Curiosamente, el joven recibe un sueldo del estado para hacer ese trabajo. Lamentablemente la ayuda del sindicalista traerá también problemas, odios y violencia. (¿Ven la similitud?)
El cine de Loach es quizás uno de los más coherentes que existe. Coherente con sus convicciones personales. Cada uno de sus films son como herramientas que utiliza para destramar e iluminar aquellos oscuros rincones donde las injusticias sociales se superponen en la cotidianeidad.
Esta vez son los latinos-esclavos de Los Angeles. Su cámara registra casi como en un arrebato documentalista las humillaciones y las desventuras de un puñado de "mojados" que bajan la cabeza ante las órdenes del jefe. Realismo y austeridad en cada plano. Sin efectismos, puro guión y actuación.
Es probable que no exista un film que examine el tema como el film de Loach, ni siquiera de un director latino. Qué pena que San Juan de la Rambla sea tan pequeño. Loach se pondría las botas con las actuaciones de nuestros desgobernantes. El cine social de Loach baja las pretenciones de cualquier film hasta volverlas ridículas. No existe nada tan demoledor, anímicamente, como mostrar la injusticia o la opresión de una sociedad en manos de otra. Y a eso se dedica Loach, un director austero y sólido, con principios que se traspasan inequívocamente a sus obras sin caer en el panfleto o en el discurso demagógico.
El título "Pan y rosas" proviene de un hecho real, y la razón llega a obstaculizar la garganta, el aire circula con dificultad. Sí, los oprimidos quieren comer pero también necesitan un trato digno, ¿es eso demasiado pedir? "Pan y rosas" es un título magnífico y un film que empequeñece el alma por más de una hora. Una experiencia marginal inolvidable y necesaria que es preciso ver, sobre todo en sitios donde la opresión ha campado por sus fueros, como en San Juan de la Rambla. Se los recomiendo vivamente a todos, pero sobre todo al grupo de desgobierno. Siempre es bueno mirarse en un espejo.
"Pan y rosas" fue filmada en Los Angeles gracias a una coproducción europea, ya que ningún productor norteamericano se atrevió a poner su dinero en ella. La libre industria norteamericana del espectáculo fue incapaz de mirarse en su propio espejo, de igual manera que nuestros desgobernantes son incapaces de hacer lo propio. Obviamente ellos mismos utilizan en sus instalaciones o en sus hogares mano de obra (latina en el caso de la película, mal pagada, subcontratada y haciéndoles ver que es un regalo lo que no es más que un derecho, en el caso de nuestros desgobernantes). En ambos casos las condiciones son degradantes o abusivas, pero en el caso de nuestros desgobernantes, no sólo pagándoles mal, sino haciéndoles rendir pleitesía por lo que es un derecho e, incluso, negándoles en muchas ocasiones los derechos básicos de un trabajador contratado, que muchos empleados municipales han tenido que demandar (y obtener) a través de los tribunales.
La realidad que filmó Ken Loach aprieta justo ahí, donde más oscuro está. Él refleja una realidad donde el gobierno exige justicia para todos los norteamericanos, mientras se niega a mirar el denigrante maltrato que reciben en ese territorio los nacidos en Sudamérica. En nuestro caso, estos desgobernantes se ponen buenos sueldos y miran para otro lado cuando hay que asumir la grave crisis que nos afecta y poner remedio, incluso bajándose sus sueldos como solicitamos los socialistas, para mejorar la situación social.
En la película, una de las protagonistas conoce a un joven como ella, pero norteamericano y sindicalista, que ayuda a organizarse a los latinos para defender sus derechos. Intenta abrirles los ojos. Curiosamente, el joven recibe un sueldo del estado para hacer ese trabajo. Lamentablemente la ayuda del sindicalista traerá también problemas, odios y violencia. (¿Ven la similitud?)
El cine de Loach es quizás uno de los más coherentes que existe. Coherente con sus convicciones personales. Cada uno de sus films son como herramientas que utiliza para destramar e iluminar aquellos oscuros rincones donde las injusticias sociales se superponen en la cotidianeidad.
Esta vez son los latinos-esclavos de Los Angeles. Su cámara registra casi como en un arrebato documentalista las humillaciones y las desventuras de un puñado de "mojados" que bajan la cabeza ante las órdenes del jefe. Realismo y austeridad en cada plano. Sin efectismos, puro guión y actuación.
Es probable que no exista un film que examine el tema como el film de Loach, ni siquiera de un director latino. Qué pena que San Juan de la Rambla sea tan pequeño. Loach se pondría las botas con las actuaciones de nuestros desgobernantes. El cine social de Loach baja las pretenciones de cualquier film hasta volverlas ridículas. No existe nada tan demoledor, anímicamente, como mostrar la injusticia o la opresión de una sociedad en manos de otra. Y a eso se dedica Loach, un director austero y sólido, con principios que se traspasan inequívocamente a sus obras sin caer en el panfleto o en el discurso demagógico.
El título "Pan y rosas" proviene de un hecho real, y la razón llega a obstaculizar la garganta, el aire circula con dificultad. Sí, los oprimidos quieren comer pero también necesitan un trato digno, ¿es eso demasiado pedir? "Pan y rosas" es un título magnífico y un film que empequeñece el alma por más de una hora. Una experiencia marginal inolvidable y necesaria que es preciso ver, sobre todo en sitios donde la opresión ha campado por sus fueros, como en San Juan de la Rambla. Se los recomiendo vivamente a todos, pero sobre todo al grupo de desgobierno. Siempre es bueno mirarse en un espejo.
1 comentario:
el problema es que algunos nunca han tenido dignidad y por eso no saben darla a los demás.
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