Ayer hubo, de nuevo, concierto de Bandas en el Auditorio con la participación de una banda ramblera. La XIX de marzo actuó, después de que hace un par de semanas actuara la Alcaraván en el mismo recinto. Mismo lugar de actuación ambos (los primeros en actuar) y misma calidad de interpretación, voluntarismo, entrega y esfuerzo. El orgullo de ser ramblera se colma cuando nuestras bandas actúan, cuando nos dejan en el mejor de los lugares posibles, cuando vemos como el resto de la isla aplauden su interpretación.... cuando vemos cómo se integran, en una institución señera como las bandas, varias generaciones para su mejor hacer. Y así es: los mayores dejando su impronta, y los más pequeños, recogiendo con maestría el testigo. Orgullosamente presencié ambos conciertos, disfrutando de la música y pensando cómo hacer para recompensar tantas horas de trabajo, que involucran no sólo a los músicos, sino a sus familiares y a las directivas de ambas bandas. Y varias ideas anidaron en mi cabeza, ideas a plasmar si, más pronto que tarde, se cumple el sueño de muchas personas, que es la del cambio para tener un grupo de gobierno con cabeza que haga suyos los deseos de mejora de instituciones como las bandas que lo merecen por buen hacer. Cambio cada vez más necesario, tal y como se vió ayer: mientras los otros dos municipios representados por sus bandas contaron con la presencia de sus respectivos alcaldes, el nuestro no tuvo ni siquiera la presencia, que sí tuvo en un par de ocasiones precedentes en que se dispusieron a acudir para emularnos a los socialistas, de un edil de gobierno que actuara en representación municipal. Pero ya se cansaron y han vuelto a su peculiar interpretaciónd el sueldo que se ganan. Oficinistas de la política, que rehúyen todo lo que no está dentro del horario de ¿9? a ¿2?. Menos mal que las bandas sí contaron con representación municipal: allí estábamos los concejales socialistas, tanto en uno como en otro concierto. Porque para los socialistas, además de constituir acompañarles una obligación, es un verdadero placer. Y un orgullo, como he resaltado. Gracias a todos y todas, músicos y familiares, así como a las directivas, por permitirnos gozar y enorgullecernos. Gozar de la mano de su sensibilidad, orgullosos de ser rambleros.
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