MARTES DE CARNAVAL

Hoy es martes de Carnaval. Ayer hicimos nuestros deberes los socialistas, porque al coincidir con el día de la Mujer, pensamos que era mejor anticipar éste último, para no mezclar lo profano con una efeméride que recuerda la lucha de la mujer por su libertad. Y el martes de Carnaval, a esta hora, con los pueblos y las ciudades a medio gas, porque gran parte de las personas descansan después de una noche de jolgorio, me permite disfrutar de uno de los lujos que no tienen precio: desayunar despacio, con el Teide de vigía, las últimas torrijas que una mano cariñosa praparó para la familia. En efecto, mi hermana el sábado realizó el ritual de Carnaval de todos los años: compró buen pan de leña, lo rebanó, y preparó dos tipos de torrijas: unas, de leche, más dulces, y otras de vino, las preferidas de mi abuelo Vicente. distintas y gustosas, tanto por su hechura como por el cariño empleado en ellas. Acabo de comer la última. Ante tal dulzura combinada, la de las viandas y la de lap ersona que las realizó, no hay dietas que valgan. O si las hay, pero uno de los mayores placeres es sucumbir a la tentación cuando la tentación vale la pena. Y estas torrijas merecían la pena. No dejen, por favor, que terminen los Carnavales sin comer una torrija. El cuerpo, pero sobre todo la tradición, lo agradecerán.