viernes, 26 de septiembre de 2014

EL SALÓN DE PLENOS NO ES UNA TABERNA (AUNQUE PAREZCA UNA OBVIEDAD)


Y volvió a pasar.
Hemos vuelto a tener que recordar y recordarles a los desgobernantes que el salón de plenos no es una taberna.
Ahí están, en el ayuntamiento, sin legitimidad suficiente (el uno por tener escasamente la representación correspondiente a un concejal, los otros porque cuatro de ellos no han sido elegidos para estar donde están) los que tienen la responsabilidad y la obligación de gobernar los asuntos que interesan a los ciudadanos y, en lugar de estar en el despacho trabajando, se enredan en los mostradores de los bares y pretenden trasladar al salón de plenos unos modos propios de tabernas a punto de cerrar, en la que  los dueños están ya diciendo a los parroquianos “vamos a cerrar que esta gente se quiere ir”, antes de que los vapores etílicos se conviertan en pelea. El asunto ha llegado a un punto en que ya no se trata de que uno diga más o menos en sus intervenciones plenarias; ha llegado al punto en que pedir la palabra para pedir al alcalde que respete al concejal al que le faltaba al respeto se recibe con cuatro piedras en la mano, disparando  de forma zafia, malcriada, sexista y vergonzosa. Decir que en un momento puntual el concejal le habló coloquialmente y por eso lo tutea irrespetuosamente es como el que se escuda en que su contertulio se tomó un güisqui una vez con él para justificar desayunarse, almorzar y cenar con la bebida espirituosa y justificar el mal beber por lo primero.
Se acabó. Quiero decir: debería acabarse. Y debería acabarse porque el salón de plenos no es una taberna, y los representantes públicos que estamos allí no lo estamos a título particular sino representando a los rambleros y las rambleras.  La conducta de este personaje, que no habría guionista que lo pudiera inventar, de zafio y malcriado que es, ha llevado al oprobio a un municipio que no se merece este castigo. Porque el descrédito sólo se lo merecen  ellos porque ellos solos se lo han labrado, el uno por acción y los otros por complicidad y omisión, pero los rambleros y rambleras, no. A los rambleros y rambleras, en realidad, lo que les interesa es saber por qué sube el paro; cómo va a ser la educación de sus hijos; su atención sanitaria; la mejora de las calles y carreteras por las que transitan; la limpieza de esas calles; la seguridad; la salubridad, la vivienda... En fin, cosas de poca importancia: nada menos que la gestión de sus intereses como ciudadanos. Es preocupante --para los que lo han hecho debería ser también sonrojante-- que en la actualidad la acción de los políticos de desgobierno se sustente exclusivamente en fiestas y saraos, en culpar de sus desmanes a los socialistas, en convertir los plenos en tabernas o shows y (sobre todo) cobrar a fin de mes. Este mes, concretamente, ha habido pleno porque los socialistas estamos muy preocupados con lo que pasa con la provisión de agua potable porque no llega el agua con fluidez a todos los vecinos, lo que agrava el hecho de que no hay fuentes públicas para subsanar el problema, porque se corta el agua semana si y semana también en varias zonas por roturas, porque la calidad del agua deja que desear, y, en contraposición,  el espectáculo de hoy en el pleno, donde no sólo no se respondió sino que la mala educación, el machismo y la grosería fueron los protagonistas, se agrava porque quienes se niegan a resolver el problema, entre todos, arrojan la friolera de un coste de 40.000 euros al mes, encima a tiempo parcial.  Entretanto, ninguno de los problemas ciudadanos se resuelve. Y los plenos, aparte de la falta de respeto y la mala imagen, se convierten en  tiempo perdido y estupor para la gente de buena fe, que es la mayoría de este municipio.
Lo más preocupante es que, con este episodio, una vez más, se pone de manifiesto la escasa confianza que tienen estos desgobernantes en el poder de las instituciones democráticas que nos otorgamos tras sangre, sudor y lágrimas los que luchamos por el restablecimiento democrático de este país  . Si la tuvieran, nos hubiéramos ahorrado esta versión tabernaria de hacer política que se ha impuesto en nuestra primera institución por parte de quienes no creen ni respetan las normas democráticas, ni de buena crianza al menos.

¿Será posible que nuestros desgobernantes salgan de la taberna y entren en sus despachos, a gobernar? Lamentablemente, creo que no. Pero, afortunadamente, ya falta menos.

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