A veces tengo que reafirmar ante
mis interlocutores lo que yo considero socialismo y por qué soy socialista, para
que se entienda por qué estoy en una organización cuya bandera y definición es
la palabra socialismo.
El socialismo es cercanía y
buenas obras.
Hace muchos años, un cura que me daba clases me hizo reflexionar.
Seguramente fue una de las más grandes reflexiones de mi vida. La tarea que nos
propuso a toda la clase fue pensar, y escribir, una buena obra que hubiéramos
hecho el día anterior, la semana anterior, incluso el mes anterior, por un
semejante. Y cuando me puse a la faena, encontré que a lo largo de mis semanas
anteriores no había hecho ninguna cosa mala, objetable, pero tampoco había
contribuido conscientemente a que mejorara la vida de ninguno de mis semejantes,
pero también me dí cuenta de que pasaba por ellos sin ver en qué los podía
ayudar.
A partir de ahí hice dos cosas: abrir mucho mis ojos para ver quienes
necesitaban algo a mi alrededor y preguntarme si podía ayudarles y actuar en
consecuencia. Con el tiempo, en la búsqueda de organizar de alguna manera este
objetivo de vida que me fue planteado de manera tan simple por ese profesor,
acabé en el socialismo, que de manera organizada y global me ayudaba a resolver
esa necesidad vital que se me planteó con la pregunta del cura.
Y por eso lo
cuento. Por eso, y porque muchas veces los socialistas, envueltos en nuestros
debates internos, nos olvidamos de recordarle a la sociedad que el objetivo del
socialismo es luchar por mejorar la vida y las circunstancias de las personas,
una a una o globalmente. Así ha ocurrido cuando nos hemos preocupado y ocupado
de atender la educación, la sanidad, las pensiones, la dependencia, la
igualdad, los derechos civiles….
Ser socialista, pues, es ser cercano
y trabajar por la gente. Hacerlo es hacerlo por nosotros mismos. Porque
seguramente, para cualquiera de nosotros, la recompensa es más que lo que
damos. Es la satisfacción de contribuir a mejorar la vida de alguien, de
muchos, de la sociedad.
Casi nada.
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