CUMPLIR LA PALABRA
"La palabra dada manifiesta la capacidad humana de afirmarse, a pesar de todas las coacciones materiales", decía Kant. No hay nada más indigno que no mantener la palabra dada.
Agradezco a mi padre muchas cosas, pero su ejemplo cuando empeñaba su palabra, tal vez, brilla por encima de todas. Empeñar la palabra, gráficamente, hace referencia a que la das y la recuperas cuando cumples. Y si no, la pierdes. Y perderla es lo mismo que perder por completo el crédito. Nadie nos obliga a dar la palabra, pero cuando se hace, se adquiere un compromiso. De igual manera que la palabra desbloquea conflictos, violar los compromisos los acrecienta. Porque la falta de cumplimiento de lo pactado es muestra de personas poco serias e irrespetuosas. Y cuando nos enfrentamos a la falta de seriedad y el irrespeto, el conflicto cobra carta de naturaleza y se convierte en el escenario permanente. Confieso que prefiero los consensos. Pero es cierto que hay quien defiende el conflicto. La diferencia estriba en que con los consensos es posible avanzar y con los conflictos la cosa se complica. Por eso, y aunque sea redundante, hay que decir que ser fiel a la palabra dada crea confianza y ser infiel, desconfianza. Como muestra un botón. Buscando en todo momento la mediación que nos conduzca a llegar a acuerdos beneficiosos para SJR, se acepta una petición de diálogo por parte de AUP-SSP. Algunos de los nuestros no creían que fuera podible, pero pese a todo, aceptamos. AUP queda, empeñando su palabra, que creimos fiable, de cumplir con SJR aportando sugerencias al presupuesto para poder apoyarlo… confiamos, esperamos, creímos firmemente que cumplirían con la palabra dada, y no es asi; inmediatamente se vuelve la confianza en desconfianza, el valor de la palabra en inútil, la llamada que recibimos del mefiador (gracias, amigo, por intentarlo) en gota en un mar de dudas.
La pregunta es: ¿es que ya no vale la palabra en nuestros días? ¿La nueva política es el engaño sistemático y maquiavélico?
Seguramente soy ingenua, pero sigo defendiendo que, en la medida que podamos, debemos ser fiel a la palabra, lo que ella encierra, y sobre todo que la explicación de su incumplimiento sea sincera y motivadora. Está en juego la credibilidad y el respeto. Por eso tan importante como darla es saber que en su mensaje encierra nuestra concepción vital. Quien no cumple su palabra en una negociación, tampoco la cumplirá a los vecinos. La palabra es nuestra carta de presentación, nuestra seriedad en el compromiso. Parece que eso que era un valor para nuestros mayores y así nos lo transmitieron, desgraciadamente está lejos de la realidad hoy en día. Y aunque los políticos de colmillo retorcido así lo han hecho en el pasado, y no se puede esperar otra cosas, de los "nuevos" se esperaba otra cosa, más que nada porque así se vendieron electoralmente. Y yo diría más. Para mí, no cumplir con la palabra dada es un acto de violencia en si mismo y, por tanto, es una agresión a nuestra integridad. Como cargos públicos, eso supone una agresión a los ciudadanos, y por tanto una burla y una falta de respeto a ellos.
A mi me tranquiliza, me reconforta y me hace sentir confiada saber que mis vecinos, en su mayoría, hacen lo que dicen, se honran cumpliendo su palabra y que en cualquier caso, porque a veces la realidad se complica, si no pudieran cumplirla, lo dicen con tiempo y se disculpan motivando su situación. La comprensión es parte del éxito de las negociaciones y señal de personas buenas que buscan relaciones sanas. Comprensión y respeto a la palabra dada son, en realidad, la mejor expresión de lo que somos y el mejor patrimonio que nos dejaron en herencia de nuestros ancestros.
Por eso, amigos, no prometamos algo que vamos a incumplir, porque lo más importante es que nadie nos obligó a ello. No hay necesidad de que nuestras acciones ensucien el bien supremo de la palabra dada.
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