POLITICA, PARTICIPACIÓN, INCLUSIÓN Y RESPETO
Una vez, un admirado compañero socialista, en una reunión de reflexión sobre el modo de acercarnos a los ciudadanos, preguntó: Mientras nosotros estamos aquí, hablando de necesidades ciudadanas, ¿donde están esos mismos ciudadanos? Y yo le contesté: Están ocupándose de sus asuntos. Unos, participando en movimientos vecinales; otros, en asociaciones culturales, musicales, de carnaval, clubs deportivos... La mayoría, concluí, se juntan con otras personas para construir sociedad en colectividades más inclusivas que esta nuestra, política, que nos reúne hoy aquí.
Admiro a la sociedad civil por organizarse de forma voluntaria para construir, por planificar y desarrollar proyectos colectivos y por ser inclusivos. Inclusivos, esa es la clave. He visto crecer en número e importancia a colectividades, tanto más cuanto más inclusivas son. También las he visto hacerse sectarias, excluyentes. Esas no sólo no crecen, sino que acaban por desaparecer, tras causar divisiones y daño a la sociedad. En nuestro pueblo se puede hallar algún ejemplo. La política, si quiere bien a la sociedad a la que aspira a servir, debe circunscribise al ámbito partidario, y no debe contaminar a las otras organizaciones que han de procurar funcionar inclusivamente, sin acepción de personas. Cuando eso no ocurre, se juega con los sentimientos de la gente, se engaña con las denominaciones y se traslada al ámbito ciudadano los modelos disjuntos de los partidos políticos. Por poner un ejemplo ampliado: una comisión de fiestas debe ser una organización humana cuyo único objetivo es hacer una fiesta al santo inclusiva, esto es, para toda la ciudadanía, y para ello es conveniente y bueno que haya personas con distinta ideología e intereses, de distintas edades y con distintas visiones. Por supuesto, con el denominador común del cariño y respeto al santo, que es y debe ser el protagonista central de la fiesta. Si eso no se hace así, o si se pierde pluralidad por el camino, ya se ha fracasado de antemano en el objetivo.
Y luego está el respeto. El respeto es un valor supremo en nuestro pueblo. Es el mayor valor. Es mi orgullo como representante decir que actúo en nombre de un grupo de personas cuyo denominador común es el respeto. Tengo que agradecer con la mayor de las admiraciones a mis convecinos el elevado grado de respeto conque se dirigen al ayuntamiento siempre. Uno solo valora suficientemente algo cuando lo compara con lo contrario, y si algo agradezco de la reunión con la comisión de fiestas de San Juan es que me hayan permitido valorar comparativamente el gran tesoro que tengo con mis otros convecinos, que cuando van al ayuntamiento lo hacen respetuosamente, no preparan la visita con insultos y mentiras públicas, ni chantajean con hechos consumados, ni se dirigen a nadie del consistorio, empleado o político, irrespetuosamente, ni conminan, gritan, impiden hablar ni mandan a callar, ni presionan para hacer ilegalidades. Eso nunca me lo he encontrado en ningún vecino de mi pueblo. Hasta la semana pasada. Pero como de todo se aprende, hoy soy un poquito más sabia, porque he aumentado mi consideración sobre mis vecinos, sobre todo en cuanto a su educación, prudencia y saber estar. Y me he ratificado en la intuición que siempre he tenido de que los modelos excluyentes hacen fracasar los mejores proyectos. Gracias por abrirme los ojos. De todo se aprende, repito.
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