MARISA

El sábado, la sociedad ramblera apoyada por multitud de personas venidas de otras latitudes (y digo bien, porque vino la madre de Sandra Palo a solidarizarse con los familiares y amigos de Marisa) formó un compacto grupo reclamando, con el silencio y la palabra, la reapertura del sumario del caso de Marisa y que se descubra quién fue su asesino o asesinos. Allí estaba el Foro contra la violencia de género, colectivos de mujeres, La directora del Instituto de la Mujer, Isabel de Luis, todos y todas reclamando JUSTICIA PARA MARISA.

También estaba Doña Isolina Martín Coello, Sole, a la que me fundí en un estrecho abrazo. Soli era compañera de trabajo mía, en mi etapa de la Escuela de Arte, cuando su hija, una niña que estaba terminando sus estudios de aparejadora, estudios que debía al esfuerzo mayúsculo de su madre, fue asesinada vilmente por su ex-novio, en unas fechas tan señaladas como las navidades. Soli es hoy en día la Presidenta de la Asociación Beatriz, una asociación de víctimas de la violencia de género. Ahí ha canalizado su dolor por su hija. Triste ocasión para reencontrarme con una extraordinaria mujer, valiente, trabajadora, y que espero lidere el movimiento de lucha contra esta lacra social, el terrorismo de género.

Y estaba el alcalde. Sin rubor, después de haber mentido en la entrevista que publicó el mismo día "El Día". Sin rubor después de haber prometido, hace seis años, ayuda a la familia, que no se plasmó, ni siquiera, al parecer, en el pago del abogado particular que prometió incluso en los medios de comunicación. Sin rubor, pretendiendo encabezar la manifestación (allí se colocó, detrás inmediatamente de la pancarta, acompañado por Marquitos, que, como siempre, llegó tarde). Sin rubor se marchó de la manifestación cuando se caldearon un poco los ánimos al pedir explicaciones la abogado, explicaciones que debía dar conjuntamente con él la institución que se comprometió a pagarle. Sin rubor se ausentó sin concluir el acto, para eludir sus responsabilidades, que además del incumplimiento de sus promesas, hubiese sido, como autoridad, quedarse por si se necesitaba su intervención Sin rubor fue a sentarse en un establecimiento del pueblo. Sin rubor ante las miles de ofensas que la ha infligido a ese mismo pueblo. Pero no sé de qué me extraño. Sólo se ruborizan quienes tienen vergüenza.