Asisto, consternada y
abochornada, a la actuación de un grupo que se dice político local, que degrada
la política y que la conducen a un formato de miseria que repugna a cualquier
persona que piense (como yo) que la política es una actividad noble, y que el servicio al pueblo es al pueblo todo,
no a un conjunto de agresiones a los vecinos que soportan la impotencia de
haber perdido las elecciones y la pretensión de que todo vale para volver al
machito. Han convertido su acción política en una pelea a muerte por los
puestos de poder: hacia fuera, vertiendo todo tipo de mentiras, insultos y
agresiones sobre los que actualmente gobernamos, y hacia dentro, en unas luchas
intestinas de las que vemos la punta del iceberg pero que se traslucen y se
dicen a voces por los voceros, que para eso se les ha puesto los medios (¿de
donde habrán salido, de donde salen?) para desde una ¿radio? Ilegal ponerle
altavoz a sus inventos, tergiversaciones, mentiras e insultos. Por volver al
poder y controlar, como hicieron en el pasado, vidas y haciendas, se pelean
internamente en un duelo donde predomina el yo, o el caos; y muchos de ellos se
sienten felices como cabezas de ratón, mientras los que se beneficiaron de los
largos años de desgobierno (gobierno para ellos y desgobierno para el pueblo, y
de eso yo doy fe en estos momentos por los múltiples problemas con los que
estoy teniendo que lidiar) se comieron y se comen el lomito, viéndolos echarse
cuchillo. Yo y muchas personas del pueblo estamos asqueados por esos comportamientos
barriobajeros, y así me lo hacen saber. En algunas personas, damnificados de
esos comportamientos (que incluso les jalearon como colaboradores) se han
dirigido a mi para que les ampare desde la emisora municipal. Porque van
dejando ya muchos cadáveres en el camino. Cualquier cosa es buena con tal de
que sirva a su objetivo final: machacarme y conseguir con modos espúreos lo que
no lograron en las urnas. Lo último, por poner un ejemplo, es atreverse a
denunciar a vecinos por supuestas obras ilegales (pequeñas obras de
habitabilidad que ni les van ni les vienen) y dividir la tragedia de nuestro
pueblo, al igual que de otros pueblos, el grupod e personas en desempleo, en
dos, con agresión a cada una de las dos partes: a los que han obtenido empleo
en las últimas decenas, casi un centenar de contrataciones, acosándolos y
acusándolos de enchufados; a los que no han sido seleccionados, mofándose de
ellos en su propia cara.
El pueblo ramblero se merece un
mayor respeto, -ya que no es ganado-, para que una pandilla política
comercialice con ellos y los use para sus fines partidistas y mercantiles.
Siguen con su modo histórico de intimidar, reflejado en las advertencias que se
hace a los empleados de que “se porten bien” porque “la tortilla se puede virar”.
Lo hacen todos, sea vendiendo entradas para una cena, sea demandando
informaciones internas municipales o coaccionando a personas para que hagan o
dejen de hacer lo que antes se conseguía con una orden sin posibilidad de objeciones.
Pese a las amenazas, o tal vez por
ellas, han dejado de inspirar confianza.
Apartados del poder por las urnas, que castigó ese sistema que representan de gobierno
políticamente desnortado y corrupto, no quieren entender, y medir, lo que
realmente dicen en la calle, sobre su abuso de poder que pretenden extender
hasta la actualidad, actuando como una auténtica mafia política, lanzando bulos,
mentiras e infundios y aprovechándose para difundir o agredir a personas cuyo
capacidad intelectual es limitada, o usando para sacar rédito político cosas con
las que no se juega. Y, aunque sé que la población ya los castigó por ser
durante años un desgobierno de gente sectaria y excluyente, cuyo mérito fue una especulación desmadrada con lo público de
la que todos sacaron la mejor tajada, recuerden que, desde su propia crisis
interna que ha salido a relucir en muchas ocasiones y de la que me llegan las
peticiones de amparo, quieren volver al
estado anterior donde las fiestas privadas se sucedían (a nosotros nos acusan
de organizar fiestas populares, pero nadie nos ha visto, ni nos verá, hacer
fiestas escondidas en cuevas o mansiones ilegales, gastando a raudales todo
tipo de licores espirituosos de alto standing), y que para ello harán de todo,
incluso arrastrarse entre ellos para después darse besos y abrazos o patalear
como lloronas limosneando, para que volver a vivir opulentamente del pueblo, dentro
de los festines particulares de antaño que tenían de escenario los que todos
tienen en mente, y que han vuelto a resurgir en las últimas semanas. Lo que
implica que una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace, sobre todo porque
en estos momentos, esos comportamientos significan que les importa un rábano la
situación económica y social de San Juan de la Rambla actualmente. Porque si les importara, dejarían
de presionar para que terrenos públicos en SJR (por ejemplo, la granja y la finca
de Las Rosas), en poder de sus amigos “políticos” pudieran cederse y ponerse a
disposición de los vecinos, a la vez que se presiona para que desde esa misma
institución se le dé salida a uno de los míos y se le coloque en posición
privilegiada para hacer negocios particulares, viajes incluidos. Porque ahí la
política, tal y como la entienden, si que actúa en contra del bienestar general
y pasa a ser “ayúdenme todos para que yo pueda progresar”. Y ASÍ HA SIDO DURANTE
MÁS DE 24 AÑOS.
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