LA INSOLIDARIDAD Y LA MALA VECINDAD
Sigue coleando el asunto de los
mercenarios pagados por políticos para que ataquen a sus enemigos o para que
los dejen tranquilos. Malos políticos, insolidarios y malos vecinos, que les da
igual el respeto debido a las instituciones a las que representan con tal de
que SU perfil propio no se vea afectado, incluso usando para ese SU perfil el
dinero de todos para el pago de los mercenarios. Este ejercicio de mala
vecindad no sería tan llamativo si no sobrepasara los límites que no se pueden
sobrepasar. Como persona pública afectada por la zafiedad y el comportamiento
soez de esos anticomunicadores, puedo hasta entender, aunque no aceptar, que se
amparen en el ejercicio de lo que mal llaman política para insultar, vejar y calumniar.
Pero cuando se traspasa lo traspasable es cuando la mendacidad cobra carta de
naturaleza, cuando se convierte en un mal ejemplo continuo para todo un pueblo
y cuando se menciona, con nombre y apellidos, a personas que no tienen que ver
con la política salvo su ideología, y que por mor de esa ideología, se les
nombra públicamente y se les acusa, cuidándose de poner delante de cualquier
epíteto malsonante el latiguillo de presunto. Y son esas acciones las que
ensucian cualquier medio de comunicación, aceptando que alguna vez lo hayan
querido ser, y a las instituciones y a los políticos representantes de ellas que,
por activa o por pasiva, o permitan. Muy lamentable, pero me puedo permitir ser
crítica porque en ese camino nunca me han encontrado ni me encontrarán: el
concepto de respeto lo tengo tan acendrado que diría que lo mamé desde mi
nacimiento. Gracias mamá, gracias papá. De forma lamentable atentan contra las
tradicionales relaciones de buena vecindad entre los rambleros y rambleras, y
entre ellos y los políticos de esta institución. Porque yo no le reprocho tanto
a esos medios de descomunicación su actitud, ya que de sobra sabemos lo que
son, sino a quienes le deben respeto a la institución y a sus vecinos, porque
así lo prometieron el día que juraron el cargo. Dar nombre particulares de
personas que son sus vecinos para que los despedacen vivos es de mal político y
de mal vecino. Y lo digo alto y claro, con firmeza, cordura y dignidad: malos
compañeros eligen, y por lo tanto, eligen también, caminando con ellos, actuar
como enemigos de este pueblo y de sus vecinos. No de todos, pero aquí vale el
refrán de “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”.
El ejemplo es que cuestionando un proceso selectivo aún no realizado, no sólo cuestionan a algunos de los vecinos
que han solicitado participar sino a los empleados que forman parte del
tribunal de selección, que también son vecinos. ¿Con qué cara van ahora a
solicitar un documento o un papel, tras haber dicho públicamente que van a
hacer un procedimiento injusto y haber incitado a otros a que lo digan? Vergüenza
debía darles, si tuvieran. Aquí podría yo decir que cree el ladrón que todos
son de su condición. Pero no lo voy a decir. Más que nada porque las
instituciones y los vecinos se merecen respeto, lealtad y buena vecindad, y
reitero que hay límites que no se deben sobrepasar y que se han pasado, de
nuevo, muchos kilómetros. Y no digo más. Durante dos años he callado muchas
cosas, y las seguiré callando. Cosas muy serias, que volverían a poner a SJR en
el candelero que estuvo en fechas recientes y el que nunca debió estar. Por la
tranquilidad y la buena convivencia, para recuperar lo que nunca debió
perderse. Y parece que hay quien no
puede vivir sin la bronca y la ofensa permanente a un pueblo que ya no debe
sufrir más. Que piensan más en mirar para fuera de nuestros límites municipales
para obedecer a la voz de su amo, que en colaborar porque este municipio
recupere las cotas de concordia y progreso de un carro que perdió y nunca debió
perder. Pero esa voluntad pactista, de concordia en las propias instituciones, poniendo
por delante las mismas antes que lo que me pide el estómago tiene también unos
límites. No todo vale, y no voy a seguir pasando por encima de injusticias
contra los vecinos como las que refiero. Reclamo, pues, en aras a esa
concordia, respeto para todos los vecinos y para los empleados municipales en
su labor cualquiera que sea: seleccionadora o rutinaria. Porque ni unos ni
otros son políticos, y aunque lo fueran, han de ser respetados. Que ya está
bueno con que en este municipio algunos y algunas pretendan que la Constitución
no se respete y los derechos brillen por su ausencia. Salvo cuando les toquen a
ellos.
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