lunes, 13 de agosto de 2018

LA PLAZA DE MI PUEBLO SE LLAMA CONVIVENCIA EN LIBERTAD


LA PLAZA DE MI PUEBLO SE LLAMA CONVIVENCIA EN LIBERTAD
En realidad se llama Plaza de doña Rosario Oramas, la dama benefactora que construyó la casa principal. Tal vez fue una de las primeras plazas con nombre femenino de nuestra tierra. Pero ayer, viendo la feliz convivencia, el domingo pasado, en esa plaza, del mercado del ArteSano, con sus artesanos y agricultores exhibiendo du colorido producto, y los ajedrecistas, concentrados en el deporte supremo del intelecto, recordé otra escena similar en la semana de las fiestas. Y de nuevo me maravillé. Yo estaba sentada en uno de los quioscos de los feriantes, con varias de las vecinas, mis amigas, semipreparadas para obsequiarnos con los fantásticos números de zarzuela que ensayan cada año para deleite de sus vecinos y desde allí, donde se apreciaba la plaza toda, el multicolor y plural espectáculo era toda una delicia. En el escenario, una parranda tocaba y el resto de parrandas se repartía por las mesas que había dispuesto la comisión. Los vecinos se distribuian en el rincón de la calle Estrecha formado por la casa de Pablo Ruiz y la casa parroquial y bajo el atrio de la iglesia. Los camareros del catering contratado para obsequiar a parrandas y público discurrían entre todos repartiendo las viandas. Enfrente de mí, en el quiosco de la comisión de fiestas entrante, un grupo de vecinos permanecían absortos, celebrando las jugadas de uno de los últimos partidos del mundial. En el resto de quioscos, personas que se apartaban de la música para dialogar, en ese tradicional encuentro de familias y amigos que es la fiesta. De repente, irrumpieron en la plaza un grupo de chicos y chicas, guapísimos y ataviados con sus mejores galas, que se homenajearon con lo más tradicional de las fiestas en tiempos modernos: un perro caliente, repartidos por los tres quioscos existentes. Y en medio de todo, multitud de niños de todas las edades que correteaban de un lado para otro.
Varias ideas me vinieron a la mente. Lo que costó encaminar el arreglo de la plaza, de lo que presumo ser parte, a comienzos de mi etapa de consejera del Cabildo (2003), tras un doloroso conflicto. Pero también lo fantástico que es formar parte de ese maravilloso escenario de convivencia en libertad y sentirse orgullosa de un pueblo que sabe acoger, hermanar, restañar heridas y mirar al futuro. Gracias por ser y permitirme estar.


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