lunes, 5 de abril de 2010

LA MISA MÁS BONITA


La misa más bonita del mundo se celebra en mi pueblo. Es la misa de la Resurrección del Señor. No es pasión de ramblera, sino la verdad. Y al que no lo crea, le invito a que asista el domingo de Resurrecciónd el año que viene a esta misa, bellísima en su sencillez. Y es que la colaboración popular (¡qué sería de San Juan sin el espíritu de servicio y la colaboración popular, ante la pésima gestión de los actuales dirigentes políticos!) vuelve a dar una muestra elegante de bien hacer las cosas y de cariño hacia el pueblo y hacia sus instituciones más queridas. Y llena la iglesia de los pájaros que, el resto del año, alegran con sus trinos las casas particulares. Allí, en el templo de San Juan Bautista, los pájaros, animados por los cantos y por el olor al incienso, cantan de forma hermosamente peculiar la misa de Resurección. ¿Entienden por qué afirmo que es la misa más bonita de todas?

Tras la misa, la procesión de Resurrección recorre unas calles primorosamente engalanadas con hayas que han sido bajadas desde los altos por un grupo de entusiastas rambleros, capitaneados, como no puede ser menos, por Jose Hernández, ramblero de pro que está detrás de la mayoría de las celebraciones colectivas de San Juan y sin cuya desinteresada y entusiasta contribución no se celebraría alguna de ellas. Gracias, Jose, por ese espíritu tuyo de colaboración con un pueblo que tiene pendiente, entre otros, un reconocimiento a esa labor ingente y continuada tuya que ha mantenido y mejorado nuestras tradiciones, que es como decir nuestras raices. Este año, con el obstáculo añadido de que las hayas no podían fijarse al pavimento como era costumbre. P ero el ingenio y el cariño al pueblo suplió, con creces, la prohibición. Y ahí tuvimos engalanado el pueblo con sus hayas, como ocurre cada Resurrección desde hace cinco siglos. Pese a quien le pese. Lamentablemente, no hubo procesión. Porque nadie puede mandar sobre los elementos, que es lo único, ayer lo comprobamos, que para a mi pueblo en la defesa de sus señas de dientidad. Lo que a mi me llena de orgullo, aunque parece que a otros les llena de rabia. Cada cual exhibe lo que tiene: unos orgullo y otros rabia. Todos, con esto concluyo, no somos iguales.

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