viernes, 8 de octubre de 2010

MI VARGAS LLOSA


VARGAS LLOSA 1971-1974-2001

Todos los que configuramos el mundo de las letras hispánica en sentido amplio, esto es, escritores pero sobre todo lectores, celebramos ayer la concesión del Premio Nobel de Literatura al escritor peruano naturalizado español Mario Vargas Llosa. La Academia Sueca, que no premiaba a un autor hispanohablante desde 1990, cuando lo recibió Octavio Paz, otorgó el galardón a Vargas Llosa por su cartografía de las estructuras de poder y sus imágenes mordaces de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo. La academia, a través de su secretario permanente, dijo que Vargas Llosa tiene el don divino de la narrativa. Especial alegría hubo en Perú, donde el galardón se celebró con euforia, en particular en la ciudad de Arequipa, de donde es originario el escritor.

A sus 74 años Mario Vargas Llosa mantiene, como en sus inicios, las cualidades de una pluma que experimenta en la forma y estructura literarias, que se aventura en la innovación de temas, que enriquece la lengua y que es minuciosa en cuanto a la investigación que hay atrás de cada uno de sus libros. Suele pasar meses en grandes bibliotecas del mundo y viajar a donde sea necesario para conocer los escenarios en los que sitúa sus historias. Esas características se advierten desde sus primeros títulos -La ciudad y los perros y La casa verde- hasta en obras recientes (La fiesta del Chivo y Travesuras de la niña mala). Disciplina, terquedad, perseverancia, espíritu crítico y autocrítico, son las premisas atrás de su obra. Vargas llosa afirma que uno puede escribir con muchas aspiraciones: hacerse famoso, rico, denunciar las injusticias, pero todo eso es accesorio. Lo fundamental es dedicar su vida a ese quehacer, porque gracias a ese quehacer uno encuentra un orden, un sentido a la vida, algo que organiza el caos. No hay mejor forma de definir una ocupación, sea cual sea esa ocupación.

De pensamiento liberal, él ha sido un crítico feroz de las dictaduras, de izquierda o derecha, defensor de la libertad y de los derechos humanos, impulsor de la democracia. En 1971 marcó distancia con la Revolución cubana por el encarcelamiento del poeta Heberto Padilla. Polémico en sus declaraciones, a él se debe la célebre y justa frase que para algunos causó el inicio de la caída del PRI: “México es la dictadura perfecta”, dijo en 1990 Vargas Llosa en referencia a las seis décadas del Partido Revolucionario Institucional en el poder. Sus aspiraciones políticas lo llevaron a buscar la presidencia de Perú en 1990, precisamente cuando Alan García era presidente por primera vez, pero perdió las elecciones frente a Alberto Fujimori, hoy preso por abusos contra los derechos humanos.

¿Por qué pongo las fechas que pongo al principio de este comentario?

1970

En los años 60 inició la publicación de sus obras. A finales de los 60, siendo yo muy joven, en pleno nacimiento del boom de la narrativa sudamericana, me empapé (muchos nos empapamos) de los libros que, procedentes de editoriales latinoamericanas, nos llegaba de esa nueva, esplendorosa y brillante narrativa que nos cautivaba el alma y nos estremecía, por lo cercano, a los lectores canarios. En 1970 ya había publicado La ciudad y los perros y La casa verde y Conversación en la Catedral, para mí su máxima obra, una novela que ofrece un análisis profundo de la dictadura de Odriá. Conversación en la Catedral es, a mi entender, una pieza maestra de la literatura universal en torno del poder y la corrupción, ejemplar también por su mezcla de narradores, voces y tiempos. Ese año yo cursaba Preuniversitario, y mi profesora de Lengua Castellana y Literatura, doña Emilia Álvarez, nos solicitó un autor y una obra para hacer un ensayo y defenderlo en clase. Yo elegí la novela sudamericana de García Márquez y Vargas Llosa (hoy premios Nobel ambos) y doña Emilia me llamó aparte y me dijo que eran “autores de obras muy fuertes y que no estaban indicados para mi edad”. Le respondí, riendo, que me lo había leído todo de ellos. Y entonces, correspondiendo a mi sonrisa, me respondió: “Entonces no hay problema”. Así era la sociedad de la época y así nos escapábamos de su opresión: a través de la lectura.

TRES DÍAS DE ABRIL DE 1974

Y llegó 1974. Concretamente tres días de abril de 1974. El 23 de abril de 1974 entré en la librería Lemus en la calle Heraclio Sánchez de La Laguna, y compré la última obra de Vargas Llosa, Pantaleón y las visitadoras. Como cada año, desde que tengo uso de razón, el día del libro, 23 de abril, compro un libro y algunas flores. Sin saberlo, igual que los catalanes. Y comencé a leerlo con fruición esa noche. Al día siguiente, 24 de abril, me asaltaron los dolores de parto: mi hijo Pedro se abría paso para ocupar su lugar en esta sociedad que nos ha tocado vivir. Y así nació Pedro: con el libro Pantaleón y las visitadoras sobre mi mesa de noche del hospital, esperando para que yo terminara de apurar sus últimas páginas. Al día siguiente, la radio de pilas que convivía con el libro de Vargas Llosa sobre mi mesilla hospitalaria daba la noticia desde primeras horas de la mañana: había ocurrido un golpe de Estado en la vecina Portugal, que significaba un hálito de esperanza para los españoles, espectadores de una larga dictadura que no acababa de terminar. Este es el relato de los hechos ocurridos ese día: a las 00:25 horas sonó la canción revolucionaria Grândola, Vila Morena, del cantautor José Alfonso. La retransmite Radio Renascença y es la señal acordada por algunos oficiales del ejército (el MFA-Movimiento de las Fuerzas Armadas) para ocupar los puntos estratégicos del país. Poco después, apenas seis horas más tarde, el régimen dictatorial creado por Salazar, el más largo de Europa, se derrumba. El levantamiento del sector de la izquierda del ejército, de los llamados capitanes de abril, no fue un golpe militar en el sentido estricto de la palabra, sino que fue producto de una situación insostenible y de una dictadura que llevaba en el poder más de 40 años. Se produjo por el hastío y enfado hacia una política anclada en una guerra colonial sin salida con Angola, Guinea Bissau y Mozambique. Mientras otros países dejaban paso a la descolonización de una manera menos traumática y más adecuada para sus intereses, Portugal seguía insistiendo en un imperio imposible que cada vez costaba más muertos y recursos. No obstante, el giro a la izquierda y el desapego al régimen también se produjo por una población empobrecida. La desigualdad social era enorme: sólo un centenar de familias ostentaban el poder económico; en la mayoría de casos la emigración parecía la mejor opción. Así, el día del movimiento militar, los ciudadanos, lejos de hacer caso a los numerosos llamamientos para que no saliesen de sus casas por su propia seguridad, simpatizaron rápidamente con lo sucedido y ocuparon las calles en compañía de los sublevados. La imagen que bautizaría este acontecimiento como la Revoluçào dos Cravos (La Revolución de los claveles) sería la de esas concentraciones y manifestaciones espontáneas de ciudadanos que, en Lisboa y con la ayuda de las floristas, se pertrecharon con la flor de la temporada, los claveles, y las colocaron en los cañones de los fusiles de los militares demócratas. Y allí estaba yo, con mi niño recién nacido, con el libro de Vargas Llosa marcado a la mitad para terminar de leerlo y con la radio dando la buena nueva portuguesa, que nos emocionó e ilusionó a todos los que ansiábamos un cambio democrático en nuestros país.

FEBRERO DE 2001

En febrero de 2001 viajé a Perú, a dar unos cursos a profesores peruanos en la Universidad Católica de Lima. Perú me cambió la vida. La percepción de las necesidades que aquejaban al país hermano me impactaron tanto, que nunca más he visto de manera insensible las carencias de mis semejantes. Acababa de caer el régimen de Fujimori, que había huido dejando en la estacada a sus colaboradores, y muchos peruanos de derechas se lamentaban de no haber apoyado la candidatura de Vargas Llosa. “Al menos hubiéramos votado a alguien con cabeza y con formación, porque la corrupción es peor cuando quien la hace desde el gobierno es alguien son formación”. Al caos postfujimoriano se sucedía, como comprobé, el lamento tardío de no haber dejado que Vargas Llosa intentara sacar a su país del atraso y la pobreza secular. Vargas Llosa optó, desilusionado, por pedir la nacionalidad española, y eso ganamos con su exilio voluntario los españoles: asistir a la entrega del Nobel de literatura a un compatriota legal: mario Vargas Llosa. Felicitémosnos todos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnífica semblanza a un escritor, a un Premio Nóbel y a una actitud solidaria. Siempre fuiste pionera Fidelita. Siempre fuiste líder mi querida amiga. Siempre fuiste solidaria en el Instituto, con tus compañeros, con tus amigos. Siempre al lado de los más necesitados. Mi querida amiga, buena semblanza también es lo que deseo para ti. Te lo mereces. Un fuerte abrazo desde la nostalgia.

Anónimo dijo...

Cuantos buenos libros llenos de polvo en nuestras casas, sin ser leidos, sin ser devorados, sabiendo que las lectura es la puerta de entrada a la adquisición de cultura y fuente multiple de riqueza, que te da,entre miles de regalos, la capacidad de no sentirse engañado, manipulado ni estafado por nadie, sobre todo por politicos sin escrúpulos como lo que tenemos.

Anónimo dijo...

PROMETEO...Como voraz lector de literatura hispanoamericada en mis epoca de estudiante por representar autores como Garcia Marquez o Vargas Llosa una halo de libertad en aquellos momentos de la represion, en mi caso vividos sólo en la época (o por o menos cuando empiezo a tener percepcion de ellos)en que vivía los ultimos años en el instituto y los primeros en la universidad, DARTE LAS GRACIAS FIDELA POR TAN MAGNIFICO ARTÍCULO, que una vez más demuestra tu gran sensibilidad por la CULTURA...... CUANTO DEBERÍAN APRENDER OTROS Y NO UTILIZAR SUS PULPITOS PARA ARENGAS QUE SOLO PROMUEVEN EL ODIO ENTRE NUESTROS VECINOS.....GRACIAS DE NUEVO Y NO PIERDAS LAS MAÑAS DE DELEITARNOS DE VEZ EN CUANDO CON ARTÍCULOS DE ESTE TIPO........