Estoy convencida de que con lo que expongo, sintonizo con el sentimiento de un número creciente de personas de nuestro pueblo que estamos cada vez más hartos del lamentable espectáculo que nos ofrecen día a día nuestros “nuevos” desgobernantes. La crónica diaria de este último mes nos abofetea el rostro una y otra vez con personajes que, en lugar de explicar sus sueldos multiplicados, de dar explicaciones sobre lo que se llevaron en su momento, de decir qué pasó con el soborno, o simplemente dedicarse a trabajar y a ganarse sus abundantes sueldos, se han entregado a la nauseabunda tarea de criticarme, reprocharme y denigrarme con saña, con mentiras, con calumnias, en una esperpéntica escenificación de algunas de las más bajas emociones humanas: desconfianza y sospecha cuasi paranoicas, rencor, animadversión, hipocresía, falsedad, rabia e ira contenidas, malevolencia e, incluso, odio. Y todo eso desde el absurdo presupuesto o creencia irracional, de que así es como hay que hacer la política y así es como se ganan los votos.
Y llega un momento en que, a base de escucharles y verles decir sus “verdades” con esa colérica convicción, uno termina sintiéndose “inoculado” por ese virus de “mal rollo” y concluye sintiendo una profunda repugnancia por el espectáculo con que estos desgobernantes obsequian a la población. Se supone que un líder político que aspira a dirigir a un pueblo convendría que fuera un ejemplo de ciudadanía, de modales corteses, de comedimiento y control de sus emociones más mezquinas, de buena disposición y voluntad, de cooperación, de creatividad en soluciones y en vías para el diálogo y el encuentro entre opiniones contrapuestas; en definitiva, un modelo a imitar por los ciudadanos a los que pretende gobernar. Eso sería lo lógico, de sentido común, esperar esto entre nuestros gobernantes. Y no, no me he vuelto loca. No podemos consentir, como si fuera “normal”, que nuestros políticos, los que nos representan, se comporten de un modo tan descabellado y absurdo para los cargos que pretenden ostentar. Los ciudadanos con un mínimo de sentido común no podemos confiar en unas personas que se comportan con una estupidez digna de los aspectos más necios del ser humano. Somos muchos, cada vez más, los ciudadanos y ciudadanas —la sociedad civil—, que estamos verdaderamente asqueados de su manera de hacer política, los que estamos hartos de que nos traten como a niños, los que estamos ya saturados de tanta mentira y tanta distorsión interesada de la verdad con fines electoralistas. Y en este caso yo me apunto al carro de la ciudadanía, porque mi aspiración siempre ha sido, aunque muchas veces no me han dejado, hacer una política del siglo XXI, comedida y dialogante, donde todos estemos dispuestos a aceptar que nuestra verdad no es la única verdad, donde seamos modelos a imitar en cuanto a control de las emociones más bajas, en cuanto a creatividad a la hora de granjearse los votos del electorado, en cuanto a humildad, cooperación y sentido de equipo, para unirnos, para llevar a buen puerto, entre todos, este barco en el que todos ustedes, y nosotros, navegamos. Somos muchos los que querríamos ver un mínimo de “juego limpio”, no sólo en el deporte, sino especialmente, y principalmente, en la política. La gente, el pueblo, la sociedad civil, no necesita el mal ejemplo cívico que ustedes le dan, de ahí que cada vez rechacen más el mundo que ustedes representan y escenifican en los medios de comunicación. Convendría que fueran adecuándose y adaptándose a los tiempos que viven, con una sociedad civil, una humanidad, que está saliendo ya de la adolescencia colectiva y que no admite ya más mentiras ni verdades a medias, que no acepta ya otro modus operandi que el que se destila de la AUTENTICIDAD. Y convendría que hicieran todo esto no sólo por los ciudadanos, sino por ustedes mismos/as; porque, en definitiva, en el ejercicio de la política, están vendiendo ustedes su alma al diablo (o, lo que es lo mismo, están ustedes traicionándose a sí mismos y a los nobles ideales que, quiero creer, les llevaron a meterse en política).
1 comentario:
Es muy repugnante lo que está sucediendo en SJR. No puedo imaginar que sus mandatarios no sean capaces de descubrir quienes, en este municipio, están utilizando a título personal a familias (incluyendo seres que ya no están)para manchar el nombre de otras personas sean o no de la oposición. Desde mi punto de vista ésto no es hacer política y además no están velando por el bienestar de sus vecinos. En mi opinión, ésto es un atropello a la dignidad de las personas y a su buen nombre. Y se está permitiendo el desprestigio a la ciudadanía. Es posible que estas personas piensen que todo vale. Y desde mi humilde opinión ellos están reflejándose en su mismo espejo. El reflejo que recibimos los que estamos viendo en esa vil y malévola forma de proceder es el propio reflejo de sus almas y maneras de tratar al público en general.Realmente es una malísima imagen que están dando ante el mismo pueblo y ante personas que lo visitan...ya no digamos en las redes sociales.A no ser que estos dirigentes sean capaces de intervenir y preocuparse un poco más en indagar y buscar al autor o autores que están perpetrando semejante delincuencia escrita. Aunque más bien veo que no están por la labor. Más bien lo que veo son las fotos de apariencia lo que les está importando.Se están retratando de una manera poco elegante y además bastante baja. No puedo creer que este tipo de hechos se sigan permitiendo sin que las autoridades velen por el cumplimiento de la buena ciudadanía controlando ciertas bajezas y maldades que lo que desean es dañar el nombre de vecinos y vecinas, así como su armonía individual y colectiva. Si lo que interesa es pasar y aparecer en TVs y Radios con el propósito de seguir virtiendo alegatos maledicentes y desparpajos que poco tienen que ver con la labor municipal de organización y progreso del pueblo,sinceramente, prefiero a Belén Estéban de mandataria. Al menos ha llegado a " princesa del pueblo". Cosa que veo difícil de superar con estos supuestos y superpuestos nuevos mandatarios.Ellos solos se están buscando el odio y la antipatía de los que, como yo, no nos gustan sus burdos estilos y modales. Y lo peor, que tampoco les voté. Así que me gustaría que enmendaran su proceder, más que nada porque lesionan gravemente mi sensibilidad, que aunque sea hombre no hay quien me la quite.
Publicar un comentario