lunes, 16 de septiembre de 2013

¿DE QUE TIENEN MIEDO?



Dice Galeano que el mundo fabrica enemigos, y lo hace a través del miedo. "La democracia tiene miedo a recordar, las armas tienen miedo a la falta de guerra y los hombres tienen miedo a la mujer sin miedo", son palabras de Galeano sobre el miedo. Y ya hace tiempo que he detectado que los nuevos gobernantes, alguno de ellos gobernante antes de que nosotros gobernáramos, tienen miedo, me tienen miedo. Posiblemente porque detectan, como dice Galeano, a la mujer sin miedo, y me tienen miedo. Y no admiten el debate, se niegan a debatir, Se niegan incluso a escuchar, por miedo a oir lo que no quieren oir. Por eso me niegan que hable en los plenos. Y por eso me gritan, pretendiendo intimidarme. También los perros ladran por miedo. Según los entendidos en la materia, los perros pueden ladrar por un sinfín de razones, algunas externas, por ejemplo estímulos que desencadenan conductas territoriales, y otras internas, como el miedo, la frustración o el aburrimiento. A los humanos nos pasa algo parecido. Hablamos, hablamos, a veces en demasía, para aplacar estas sensaciones, sobre todo el miedo. Esto es lo que, nos parece, que les pasa a estos “nuevos” políticos después de la “hazaña” de febrero,  y ante lo que sospechan que pasará en el futuro Sucede que están sorprendidos porque la maniobra no les ha salido como esperaban. No tienen el apoyo que esperaban y los que consiguen les salen muy caros. Con estas perspectivas les invade el temor y la incertidumbre. No entienden por qué, si tanto gastan en propaganda sobre lo que hacen (llegan a hacerse propaganda de que hacen propaganda), mucha gente que antes los había apoyado les da la espalda, y no saben qué hacer para ver si pueden redoblar la apuesta y dar el batacazo final. Y hacen de todo, menos debate serio. Asi, de esta manera, hay una cosa que es clara y segura. Ninguno va a conseguir su propósito de la manera en que están actuando: ladrando sin descanso a través de los medios, en un insólito arsenal de insultos, que ha ido subiendo el tono a medida que pasan los días. No aceptan un debate serio, ni mucho menos valiente, entre los protagonistas. Tal vez porque el protagonista (en este caso, la protagonista) de este lado tiene nombre y apellidos, estás perfectamente identificada. Y del otro lado, no. Por eso se prestan a bravuconadas continuas a las que, en muchos casos y lamentablemente, se presta algún tipo de prensa y que no aportan nada positivo para ayudar a la ciudadanía. Ni siquiera se tiene la valentía de decir las cosas frente a frente, se las manda decir por los medios escritos, visuales, la radio o internet, con un nivel parecido a los de los ultras del fútbol y, además, aplaudidos por una corte de adictos o adeptos o no sé como llamarlos. En muchas ocasiones, perfiles falsos o estómagos agradecidos. Esto es cada vez más la demostración de la vieja política que está en retirada y que la gente repudia, y hace que se sienta confundida. No digo que nosotros no hayamos caído: a veces es difícil distanciarse de ese modelo, sobre todo porque las mentiras suelen ir a hacer llaga en los sentimientos más profundos, pero para salir de eso recordamos continuamente que a la gente no les gusta este tipo de enfrentamientos. Y cuando no lo recordamos, los amigos, los que nos quieren, nos lo recuerdan. Gracias por hacerlo. Y a los contrincantes les pedimos que hagan un esfuerzo por aceptar una forma nueva de hacer política. En el último pleno tuvimos que soportar, de nuevo, que nos insultaran, pretendieran vejarnos, minimizarnos, anularnos. Hasta una persona que duda cuando lee cuestiona nuestro conocimiento, cuando el que menos titulación tiene de nuestro grupo supera la que tiene el mejor de ellos. Epítetos ofensivos, que ofenden más a quienes los lanzan inmotivadamente que a quienes los sufrimos, más que nada porque la ignorancia y el miedo que demuestran sirve para conocer que ese miedo les impide pensar cuánto más positivo para la población a la que quieren servir sería que expusieran sus ideas, sus proyectos. ¿No debieran preguntarse qué hicimos bien o qué mal cuando fuimos gobierno y por qué no aprovechamos lo bueno de los otros y corregimos lo deficiente, en vez de empezar la historia de nuevo, una historia que en ellos duró 24 años y lo que va ahora, y  en nosotros solo 18 meses? El precioso tiempo que se tiene para superar las dificultades se pierde en palabreo estéril. Sin ir más lejos, lo ocurrido el viernes último fue un ejemplo de como dos horas, que podían haber sido aprovechadas para sacar cosas planteadas por los socialistas en positivo adelante y con consenso, fue un espacio usado por  los actuales gobernantes para, de nuevo, ejercer de oposición e la oposición, y usando este espacio para disparar contra nosotros, y sobre todo, contra mi. El supuesto debate incluyó acusaciones, ofensas e improperios. Hubiera sido mucho más positivo, por ejemplo, que se hubieran debatido acciones concretas o alguna medida para resolver cuestiones tan importantes y urgentes como la limpieza del municipio, en general, los servicios de la escuela infantil o la solución de los problemas de los mayores del casco, por poner sólo tres ejemplos. Lejos de polemizar, se impone un debate serio sobre la forma de superar las realidades hirientes que están apenas a unos metros del ayuntamiento, muy cerca de pomposas inauguraciones o festejos múltiples que se dan de patadas con lo que se ve todos los días. O sugerir y encaminar algunas acciones para superar la desesperación de los parados locales ante la implacable situación de crisis. Ante esta ineptitud del sector político gobernante, que rehúye el debate  y equivoca la forma de discusión, cae madura la pregunta de que va a acontecer en los meses próximos. Los partidos a los que representan estas personas demuestran que  no nos sirven. Se necesitan hombres y mujeres innovadores que tengan el coraje y la inteligencia de modificar esta forma de hacer política que se basa sobre la denostación del adversario, oposición de la oposición. No puede ser que se progrese en todos los ámbitos y veamos esta degradación en la forma de ejercer el poder. A los que están hoy al frente les faltan reflejos. Sólo ladran porque tiene miedo de perder los privilegios. Los ciudadanos debemos exigir que esto cambie en vez de aplaudirlos cada vez que insultan. La política es algo mucho más serio que un partido de fútbol. Y mientras insultan, dejan que lo importante se venga al suelo, por no querer invertir los recursos necesarios, y por negarse a contar con el apoyo de todos, en temas donde todos tenemos cosas que aportar. Sobre todo la gente que sabe de cada tema. Los que permitieron, durante 24 años, que esta crisis llegara a tales niveles en nuestro municipio, son los mismos incapaces que ahora conforman un gobierno que señala nuestra etapa de recuperación como el problema, echándole algo más que cara a la explicación. No saben qué inventar para seguir jugando con la esperanza de la gente, con nuevos inventos propagandísticos que no son sino una muestra del desespero, del desastre y de su incapacidad para reconocer los errores. Está claro que mientras el pueblo siga en manos de unos ineficaces que hasta el día de hoy no tienen nada de qué enorgullecerse, el progreso no va a ser posible. Se marean a sí mismos con un discurso de politiquería barata, pero ya la gente sabe que ellos no son quienes le van a solucionar los problemas del día a día. Incluso, ya están fingiendo escenas de afecto obligado, porque empiezan a sentir temor: saben que la gente está molesta e incluso su militancia no está dispuesta a aguantarles una más. Están perdidos porque tienen miedo. Cada nuevo mensaje se les convierte en una muestra de debilidad. Acabaron con los proyectos socialistas, que es lo mismo que decir que acabaron con la economía de recuperación proyectada, acabaron con todo, pero ahí está intacto el talento y la formación de nuestra gente y de los técnicos que colaboraron en ellos, y la esperanza del pueblo puesta en las ganas de progresar. Y por eso mismo es que tienen miedo. Porque el talento, las ganas y el valor son muy difíciles de combatir. 

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