martes, 10 de septiembre de 2013

LA DIGNIDAD DEL CARGO

Malo es cuando un dirigente tiene que reivindicar su cargo continuamente. Cuando alguien tiene que gritar continuamente ¡¡¡yo soy la máxima autoridad!!! Es que no se le respetas como tal.  Y si no se le respeta, no es un problema de quienes no respetan, sino de quien no se da a respetar. Así nos lo decían los mayores. Dése usted a respetar, nos decían con mucha razón. Y me vienen a la memoria dos pasajes de mi vida, que quiero relatar. Mi padre, hombre honesto y recto a ultranza, como lo reconocen quienes en vida lo trataron, generalmente, vestía ropa informal sin perder, por ello, una elegancia natural en su porte. Podía ir con los zapatos y la ropa llena de cemento y sucia de arena, no en balde trabajaba codo con codo con los obreros en las obras que hacía. Pero, cuando en su condición de propietario o de empresario debía visitar a algún mayorista o a alguien con quien tuviera relaciones comerciales, o simplemente debía resolver algún asunto en alguna institución pública o con algún profesional, vestía sus mejores galas. Una vez, siendo yo muy joven, intrigada del porqué de aquellos cambios de indumentaria, le pregunté cuál era la razón. Con su voz fuerte me dijo: ¡porque hay que respetar la dignidad del cargo y del a institución; según te portes, te portan!; él respetaba a quien iba a visitar, respetándose también él su propia dignidad.
El otro pasaje es el siguiente: siendo concejala de la oposición en el mandato pasado, me sorprendí desagradablemente y así lo hice público, cuando observaba la presencia del grupo de gobierno,  algunos hoy en día de nuevo en el gobierno,  asistir a actos públicos eclesiásticos e institucionales con camisetas, cholas e, incluso, pulseras de todo incluidos y pantalones cortos. Afortunadamente, y pese a los desabrimientos de los comentarios con los que adobaban mi requerimiento de que respetaran el cargo que ostentaban y a las personas a las que representaban, en la actualidad se ve que aprendieron la lección y ya no hacen ostentación de despreciar la representación a la que se deben. Aprendieron la lección, aunque ahora parece que toda la vida han hecho lo que nunca respetaron. Pero aún  les falta unos pasitos más en el largo recorrido de comportarse correctamente y como se merecen los representados, nuestros vecinos.

No obstante, seguimos sintiendo vergüenza cuando manifiestan opiniones de ignorantes sin hacer caso a los técnicos, cuando manifiestan que sólo los empresarios o los que han sido de comisiones de fiestas pueden ser cargos públicos, cuando dan palmadas en la espalda a los que han ofendido previamente, en una compra venta de voluntades que da grima. Pero, yendo más allá, si a los dignatarios invitados se les recibe en malas condiciones personales; si a unos se les invita y a otros no; si en ciertas reuniones en vez de usar el tratamiento debido se trata de forma parejera, si irrespetamos los órganos y las leyes, los plazos y las normas legales que obligamos al resto a cumplir, y como si estuvieran en un circo, para justificarlo, se usan sonrisas socarronas y se atenta contra la inteligencia del ciudadano y, en fin, si se confunde el ser cordial y hospitalario, comportamiento que heredamos de la verdadera alma campesina de nuestros ancestros, con lo vulgar y lo basto, con esos comportamientos que son diametralmente opuestos a lo que se espera de un cargo público, en acciones y en presencia física, se entiende que se tenga que reclamar, a voz en grito, que se es la máxima autoridad, simplemente, porque se ha irrespetado, por quienes lo ejercen, la dignidad del cargo, dignidad que luego aspiran a que otros respeten. Y por ello, porque de mi padre también aprendí a buscar la compañía de quienes me dieran sombra, rechazo profundamente esos comportamientos, no los reconozco como sombra benéfica y tampoco comparto la mía con ellos. Porque conculcan el máximo deber de un representante público: procurar estar acorde con la dignidad del cargo ostentado. Y no lo están.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Qué quiere que le diga Doña Fidela? Que somos muchos los que nos avergonzamos de formas y estilos que en nada benefician ni han beneficiado la cordialidad, el buen entendimiento y el saber estar. Saber estar era lo que, según sus recuerdos manifestados en el recto proceder de su Señor padre, procedía. Y lo sigue siendo. Lo que pasa es que hay gente a las que los cargos les han quedado muy holgados. Y por si fuera poco tienen el reducido pensamiento de que por el mero hecho de ostentar un cargo ya todo se les debe dar de rodado. Sin trabajárselo y sin trabajarlo. Nos da la sensación, los que asistimos a esta especie de circo continuo, que los ciudadanos de a pie tenemos que hacer una especie de reverencia y estar agradecidos porque estos personajes nos están salvando la vida. Ya no digamos las muestras de soberbia y de falta de respeto a la ciudadanía con ese talante que van mostrando por doquier. El problema está en que ese, precisamente ese, es su problema para que, en vez de aceptarlos como gobernantes nuestros, los sigamos rechazando. Es que Doña Fidela "El amor no se exige, se da" y como consecuencia de tan sublime generosidad, paralelamente y al unísono aparecerían los buenos propósitos, los buenos hábitos, las ganas de aprender, la humildad y buena parte de generosidad. Y posteriormente, creo yo, los buenos mandatarios. Porque los buenos mandatarios deben escuchar a sus ciudadanos y además ponerse en la piel de los otros. Lo que se llama una cierta empatía hacia a los demás. Pero cuando la arrogancia de mi supercargo y de mi supersueldo está por encima de las necesidades de los demás... pues aparecen demostraciones como las que usted nos señala. Dicta un refrán "Dales un carguito y se les verá el rejito" En este caso no sólo se les ve el rejito es que además pretenden que uno comulgue con "sus propios rejitos". Y la verdad, Doña Fidela, a estas alturas de la película, uno más bien prefiere continuar por la línea del consenso y la participación ciudadana. Y no por la vanagloria y el figureo pretendiendo ser de "postín" lo que nunca se ha sido. Que para figurar y posar nos quedan los patrones del antiguo Burda. Al fin y al cabo sólo había que calcar y copiar y salía una talla cuasi perfecta.Con la diferencia de que los inventores y creadores de los figurines ya habían sido creados con anterioridad. Lo demás meras copias que se calcaban y se signaban a trazos y en trozos. Espero que el puzzle que llevan intentando encajar lo logren, porque de lo contrario mal sigo viendo mis fichas...Y mis garbanzos bien que me están costando conseguir y mantener.Con mi debido respeto.