VENEZUELA ES UNA PASIÓN:GRACIAS PRESIDENTE
Venezuela es una pasión. Pocos paises levanta, como Venezuela, pasiones y filias y fobias. No es de ahora, producto de la catástrofe humanitaria que sufre. En los 60 y 70, siendo yo una niña o muy joven, me admiraba y envidiaba la pasión y el fervor con el que discutían de política, sobre todo si en la tertulia coincidian adecos y copeyanos. Obviamente, no traspasaba, como traspasa hoy, los límites del respeto e incluso de la integridad física. Pero ayer y hoy, Venezuela y todo lo relacionado con el pais hermano levanta pasiones.
Venezuela me duele. Nos duele a todos los canarios. Allí está nuestros hermanos, pasándolo mal, en el filo de la navaja en las marchas, o incluso en la búsqueda de la arepa diaria.
Si combinamos el dolor y la pasión sale visceralidad. El día 23, como muchas personas, sentimos el impulso contradictorio, paradójico, de aclamar la postura de Trump, pese a la antipatía y rechazo que me merece el personaje. En un primer momento no entendí la prudente postura de la UE. Pero paulatinamente la razón se abrió paso frente a la visceralidad: Venezuela me duele, pero sobre todo me duele su gente. No debe morir nadie. Todo lo que se haga debe conducir al tránsito a la normalidad democrática más pacífico posible. Por eso, las posturas intermedias, con presión internacional conjunta y creciente, son las más sensatas y las únicas posibles.
Por eso es por lo que me siento orgullosa de la postura de la UE, de mi presidente y me parece terrible y absolutamente rechazable la postura grotesca de esos líderes q solo buscan la foto, desde el desprecio más absoluto a la urgente necesidad de que el tránsito venezolano sea pacífico, en la medida que se pueda, y no acabe en guerra civil.
Venezuela es una pasión. Pocos paises levanta, como Venezuela, pasiones y filias y fobias. No es de ahora, producto de la catástrofe humanitaria que sufre. En los 60 y 70, siendo yo una niña o muy joven, me admiraba y envidiaba la pasión y el fervor con el que discutían de política, sobre todo si en la tertulia coincidian adecos y copeyanos. Obviamente, no traspasaba, como traspasa hoy, los límites del respeto e incluso de la integridad física. Pero ayer y hoy, Venezuela y todo lo relacionado con el pais hermano levanta pasiones.
Venezuela me duele. Nos duele a todos los canarios. Allí está nuestros hermanos, pasándolo mal, en el filo de la navaja en las marchas, o incluso en la búsqueda de la arepa diaria.
Si combinamos el dolor y la pasión sale visceralidad. El día 23, como muchas personas, sentimos el impulso contradictorio, paradójico, de aclamar la postura de Trump, pese a la antipatía y rechazo que me merece el personaje. En un primer momento no entendí la prudente postura de la UE. Pero paulatinamente la razón se abrió paso frente a la visceralidad: Venezuela me duele, pero sobre todo me duele su gente. No debe morir nadie. Todo lo que se haga debe conducir al tránsito a la normalidad democrática más pacífico posible. Por eso, las posturas intermedias, con presión internacional conjunta y creciente, son las más sensatas y las únicas posibles.
Por eso es por lo que me siento orgullosa de la postura de la UE, de mi presidente y me parece terrible y absolutamente rechazable la postura grotesca de esos líderes q solo buscan la foto, desde el desprecio más absoluto a la urgente necesidad de que el tránsito venezolano sea pacífico, en la medida que se pueda, y no acabe en guerra civil.
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