Falleció el lunes don Victoriano. Don Victoriano fue mi vecino, era el vecino de mis abuelos y de mi madre. Su casa, en el Lomo Blanco de los Carneros (ya he dicho que me parece uno de los nombres más bellos de todos nuestros topónimos) fue el destino, la mayoría de los días, de mis juegos infantiles. Allí estaban sus hijas, Susa y Toña, con quienes compartí merendolas en breves excursiones que hacíamos al montito colindante, un pequeño reducto de fayal brezal a una cota tan baja que parece increíble, en un pueblo cuyos terrenos de labor fueron arrancados, por las generaciones precentes, esforzadamente, al monte que dominó toda la zona, no en vano colinda con Las Rosas (de rozar el terreno, probable origen del topónimo).
Con Susa y Toña hice casitas, inventé paredes de piedra para ellas, muebles, habitantes, entradas, poyos para sembrar jardines efímeros, que apenas duraban, igual que las casitas, un día o dos, hasta volver a empezar, en una suerte de juego sin fin, una y otra vez, y así hasta tantear todos los tipos de distribución, de amueblamiento, de ornato doméstico, de que es capaz la mente de tres niñas que, ante la ausencia de juguetes físicos, inventábamos todo lo necesario para poder divertirnos.
Ayer, en la misa de don Victoriano, lo recordaba emocionadamente con sus hijas, a las que veo demasiado de tarde en tarde.
Pero una persona que vigiló mi infancia, la infancia de cualquiera, que ayudó a conducirnos hasta una mayoría de edad responsable, como se dice coloquialmente, "siempre lleva un perdón", haciendo referencia a que siempre hay algo bueno que recordar de esa persona. Y entre tantas cosas buenas que yo recuerdo de don Victoriano, lo hago parcial y felizmente responsable de la conservación de mi identidad lingüística.
Efectivamente, uno de los rasgos característicos de nuestra zona norte (me refiero al noroeste, de Los Realejos hasta Buenavista) es la pronunciación, ya casi desaparecida en la práctica totalidad del territorio castellano-hablante, de la pronunciación de la ll. Aún a mí me identifican los lingüistas como procedente de esa zona, porque descubren que diferencio el sonido de la "ll" del del de la "y". Esa peculiaridad, originada en que aprendo a hablar y mi niñez trancurre en Los Canarios, entre personas que también presentan esa particularidad afortunada como pervivencia del más puro castellano, la conservé después de irme, grandita ya, para Santa Cruz, gracias a don Victoriano. Don Victoriano era muy amigo de un juego con los niños. De una generación maldita, que no tuvo tiempo ni medios para jugar, jugaba con nosotros de la única manera que sabía: buscándonos la lengua. Y a mí me la buscaba intentando hacerme enfadar diciéndome "¡Ahora te vas a hacer una chicharrera, y vas a decir "gayo", "gayina" y "poyo", en lugar de gallo, gallina y pollo, que es como se debe decir!". Don Victoriano me hacía enfadar, pero también me hacía esforzarme para que no se me escapara ¡jamás! ni una "y", cuando debía pronunciar una "ll". Una identidad lingüistica que conservé gracias a él y que me ayudó, en esa misma edad, a no tener problemas ortográficos con la "y" y con la "ll".
Así que, a don Victoriano, q.e.p.d., mi agradecimiento póstumo por ser el artífice de una de mis más peculiares señas de identidad. Y mi sentido pésame a sus familiares, sobre todo a sus hijas, mis amigas Toña y Susa, y a Victor, su nieto, que fue mi alumno y ahora es un excelente profesional tras hacerse arquitecto técnico. A todos ellos, mi cariño de siempre.
5 comentarios:
¡Y LUEGO DICEN QUE NO ERES DE SAN JUAN DE LA RAMBLA!
Doña Fidela que bella semblanza para D. Victoriano, hombre fuerte y campechano. Todavía lo recuerdo a lomos de su mulo ejerciendo las faenas del campo.
Un saludo y Q.e.p.d.
Un vecino.
Las personas así dejan siempre un vacio, en la casa, en el pueblo y en sus amistades.
No le conocí,pero hablando,de una persona con esa sensibilidad hacia los jóvenes, es seguro un alma de bien, que descanse en paz.
Cuánta añoranza y cariño se refleja en tus palabras cuando hablas de tu pueblo Fidela. Aquel que era un pueblo pobre, lleno de vecinos generosos y de niños inocentes que jugaban con la tierra y las piedras y que respetaban a sus mayores. Sobre tu pueblo escriben tus manos Fidela, pero habla tu corazón.
Un saludo a la familia de D. Vitoriano, y que pena que estos gobernantes no le rindieran un merecido homenaje el día de su entierro en el lugar que a él lo identificaba, la Feria, con un minuto de silencio al menos.
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