¡QUE SEAN MUY FELICES!

Estoy tan emocionada que me tiene que permitir que este blog, de comentarios políticos, se convierta en una crónica rosa.
Se nos casaron los chicos. Acabo de llegar de la boda (la obligación antes que la devoción, y estamos obligados a asistir a la procesión de Las Rosas, porque así lo merecen los vecinos) y ha estado todo perfecto. La ceremonia, magníficamente oficiada por nuestro cura párroco (de San José) don Sebastián. El adorno floral de la iglesia era bellísimo, o a mí me lo pareció, supongo porque pese a que ideológicamente la rosa roja es mi flor, la verdad es que mis gustos, como los de García Márquez, van más por las rosas amarillas. Por ello lo digo de nuevo: amarillo y blanco para un altar bellísimo.
Los novios estupendos.
El nervioso, en esta ocasión, era el novio. Si hubiese sido un cubito de hielo, sólo hubiéramos recogido a la salida de la iglesia un charquito. Así se lo dije, bromeando, a Ezequiel al felicitarle: con lo que has sufrido, menos mal que es para toda la vida.
La novia guapísima. El pelo recogido levemente por un largo velo de tul, un precioso vestido línea princesa con botonadura trasera y esa cara de permanente alegría y de ternura que tiene nuestra niña Yurena. El novio con un traje muy moderno, chaleco y corbata de listas transversales blancas y negras, muy elegante.
Los padrinos, Carmen Rosa (hermana del novio) y Freddy (hermano de la novia) guapísimos también los dos. Carmen Rosa porque se veía elegantísima con su traje blanco y negro con lazo amarillo, y Freddy prque nunca lo había visto tan guapo como hoy, porque como el resto del personal masculino, mejoran notablemente con un traje y una corbata.
Los padres del novio también elegantísimos. Al igual que en el caso de los novios, Manolo estaba, si cabe, más nervioso que Carmen. Carmen con un elegante vestido de color rosa palo, con un detalle de encaje sobrepuesto en la falda de color beige, al igual que un discreto tocado del mismo color en el pelo. De igual color, rosa palo, era la corbata de Manolo.
La madre de la novia, tan guapa si cabe como la misma novia, con un vestido muy elegante y original de color azul noche. Milagros tuvo un pequeño bache de emoción al comienzo de la ceremonia, seguramente porque tuvo en su pensamiento a los que faltaban, al igual que todos nosotros. No obstante, la misa se celebró por ellos, por lo que su presencia estaba entre nosotros. Cayetano, nuestro portavoz adjunto, se encargó, desde su sitio, de recordarle como se sonreía ¡y lo logró!, aparte, claro está, de realizar las lecturas de la ceremonia. Para eso nuestro grupo es tan variado que entre nosotros, sin ningún problema, tenemos desde agnósticos a cristianos practicantes y significados, como Cayetano. Tampoco Laly, nuestra concejala, le iba a la zaga a Cayetano, con un bonito vestido blanco y negro. En general todas las señoras y chicas jóvenes estaban elegantísimas y muy bien vestidas, poniendo una nota de color en un día que amaneció lluvioso y que luego se compuso, aunque como todos sabemos "novia lluviosa, novia gozosa".
La ceremonia acabó de la manera más tradicional. Yo concretamente celebré que hubiesen más flores que arroz y que se repartieran, a la antigua usanza, anises entre los asistentes. Cuando yo era chica esperábamos a los novios, que bajaban caminando hasta San José, en el chorro de Los Canarios, con platitos llenos de flores para tirarles a los novios al pasar. A cambio, los platitos eran llenados por los padrinos de anises. Felicidades a los que recuperaron, para la boda de Yurena y Ezequiel, la antigua costumbre.
Continuará la Salsa Rosa, al menos en un capítulo más. pero entretanto, ¡Vivan los novios!