La mejor anécdota del día del Pilar la protagonizó el sacerdote que dijo la homilía. Muestra, como ninguna, la gran evolución de los últimos años en materia de igualdad.
Hablaba en la homilía del esfuerzo de los guardias civiles, su espíritu de sacrificio y aprovechó el momento para dar la bienvenida al nuevo sargento, y "a su esposa que está a su lado, ejemplo de la abnegación de las esposas de los guardias civiles". Supongo, porque yo estaba al otro lado, que percibió que algo no marchaba bien, porque preguntó a la señora que estaba a la derecha del sargento: "¿porque usted es su esposa, verdad?", a lo que ella le contestó: "No, soy la jueza". Una sonrisa se nos escapó a todos. Después vino la reflexión: magnífico país éste, en que las mujeres no sólo cumplen el papel de esposas, si lo son, y cuando es necesario, sino que ocupan el lugar en las ceremonias que por rango les corresponde, en este caso, jueza. Qué orgullo vivir este tiempo de nuestro país y haber podido acompañar estos cambios que nos han puesto a la cabeza del mundo civilizado.
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