lunes, 26 de septiembre de 2011

LA ENVIDIA, QUÉ TRISTE SENTIMIENTO



La envidia es un fenómeno común que hace sufrir enormemente a muchas personas, tanto a los propios envidiosos como a sus víctimas. La envidia es un sentimiento de frustración insoportable ante algún bien de otra persona, a la que por ello se desea inconscientemente dañar. ¿Por qué?

El envidioso es un insatisfecho (ya sea por inmadurez, represión, frustración, etc.) que, a menudo, no sabe que lo es. Por ello siente consciente o inconscientemente mucho rencor contra las personas que poseen algo (belleza, dinero, sexo, éxito, poder, libertad, amor, personalidad, experiencia, felicidad, etc.) que él también desea pero no puede o no quiere desarrollar. Así, en vez de aceptar sus carencias o percatarse de sus deseos y facultades y darles curso, el envidioso odia y desearía destruir a toda persona que, como un espejo, le recuerda su privación. La envidia es, en otras palabras, la rabia vengadora del impotente que, en vez de luchar por sus anhelos, prefiere eliminar la competencia. Por eso la envidia es una defensa típica de las personas más débiles, acomplejadas o fracasadas.

Dicho sentimiento forma parte también de ese rasgo humano, el narcisismo, desde el que el sujeto experimenta un ansia infatigable de destacar, ser el centro de atención, ganar, quedar por encima, ser el "más" y el "mejor" en toda circunstancia. Debido a ello, muchas personas se sienten continuamente amenazadas y angustiadas por los éxitos, la vida y la felicidad de los demás, y viven en perpetua competencia contra todo el mundo, atormentadas sin descanso por la envidia. No es ya sólo que los demás tengan cosas que ellas desean: ¡es que las desean precisamente porque los demás las tienen! Es decir, para no sentirse menos o "quedarse atrás". Este sufrimiento condiciona su personalidad, su estilo de vida y su felicidad.

Las formas de expresión de la envidia son muy numerosas: críticas, ofensas, dominación, rechazo, difamación, agresiones, rivalidad, venganzas... A escala individual, la envidia suele formar parte de muchos trastornos psicológicos y de personalidad (p.ej., algunas ansiedades, trastornos obsesivos, depresión, agresividad, falta de autoestima...). En las relaciones personales y de pareja, está involucrada en muchos conflictos y rupturas. En lo social y político, su influencia es inmensa.

No hay que confundir la envidia con los celos, que son sentimientos muy distintos. La envidia nace de las carencias del sujeto, que quiere destruir al objeto-espejo. Los celos, en cambio, nacen del miedo a perder el afecto de la persona amada, a la que se quiere conservar. No obstante, ambos sentimientos pueden ir juntos. Por ejemplo, cuando una persona ataca a su pareja infiel y al (o la) amante de ésta diciendo que lo hace por "celos", a menudo una gran parte de su rabia procede también de su envidia inconsciente, ya que el despechado/a deseaba secretamente ser infiel sin atreverse a ello, mientras que sus engañadores se le adelantaron. Por eso ahora se siente herido/a y humillado/a en su orgullo.

En suma, cuanto más débil, insatisfecha o narcisista es una persona, tanto más envidiará a la gente que posea lo que a ella le falta. La envidia sólo se cura concienciando y resolviendo las propias carencias y facultades, a través de un proceso de crecimiento emocional. La persona madura no envidia a nadie.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ni tampoco critica a nadie, porque está satisfecha con lo que va alcanzando en su vida personal. Y siguiendo su línea trabaja por conseguir sus metas y sus objetivos.El que está descontento de su trayectoria siempre tenderá a compararse con los demás y en esa comparación está su propio tormento. Su propia carencia. Si cada persona diera de sí mismo lo que tiene verdaderamente de valioso y se entretuviera con sus propios logros y vances, no tendría nunca que aspirar a igualarse a nadie. porque en realidad nadie es igual a otro. Más bien somos todos seres complementarios y valiosos. A cada cuál con sus virtudes y sus talentos. Eso si los ha uqerido desarrollar. Si no los ha querido desarrollar,entonces aparecerán rivalidades absurdas y comparaciones que llegan a ser odiosas. Pero lo dicho, hay que trabajarse y trabajar si queremos aportar nuestros granitos de arena a esta sociedad. ¿O es que habrá que desempolvar la vieja fábula o el viejo cuento de la Hormiga y la Cigarra? Cada uno es responsable del desarrollo de su propia existencia.Doña Fidela, no haga caso de semejantes estupideces que las portan en sus alforjas personas algo cortas y mediocres. Siga con su labor. Sus cien días de mandato han sigo revolucionarios, enérgicos y complicados (dada la herencia). No le podemos pedir al plomo que brille como el oro, lamentándolo mucho. Siga por su vereda. Es la que usted sabe perfectamente transitar.Saludos.

Anónimo dijo...

Adelante Fidela.