LA DIFÍCIL ECUANIMIDAD

Me he esforzado, en estos tres últimos meses, en ser ecuánime. Pese a los ataques continuados, a las mentiras y a las agresiones continuadas he tratado de ser objetiva y sincera, diciendo lo que pienso, pero procurando no utilizar mi sinceridad para hacer críticas innecesarias que causen daño y puedan perjudicar el estado de ánimo de algunas personas. Casi siempre opto por no decir nada, pues decir lo contrario de lo que pienso sería una actitud perversa, de alta hipocresía y cinismo. Creo firmemente que la batalla de las ideas no significa de manera alguna una consigna, ni una agresión al otro. Da pena la forma en que algunos tienen de hacer política, alejada totalmente de los ideales de un pueblo en busca de paz y progreso. Pero tengo que hablar. El que no se arrepiente de lo que ha hecho mal, es doblemente un miserable, decía un poeta. Y tenía razón. Algunos han hecho las cosas mal. Por ello han perdido las elecciones. No reconocerlo, huir hacia adelante y achacar a los otros los males que han dejado como herencia, eso sí que es cínico, miserable e hipócrita. Usando ahora los términos que no respetaron durante 24 años, términos tales como libertad, democracia, equidad y otros similares, que resultan chocantes en sus bocas, demuestran ser los eternos politiqueros de siempre y los que más se han llenado sus bolsillos con el vil metal, a costa de los ciudadanos que ahora dicen defender y antes desatendían, cuando no despreciaban e incluso amenazaban. Resulta paradójico y hasta incomprensible como en SJR, castigada desde hace años por una voluntad de dividir y crear conflictos sociales artificiales, esa misma casta de políticos siga pontificando sobre la demagogia cuando la “mediocridad filosófica” le brota por los poros, ante la mentira y la incapacidad manifiesta en el arte de gobernar. La hipocresía política cuando se une al cinismo, siempre apunta hacia una complicidad manifiesta, ordenada y sociológicamente concertada, que repercute directa o indirectamente, en una práctica beneficiosa y no benefactora hacia el común de la gente. El cinismo político implica por lo demás, la exaltación indiscriminada de la improbidad, de la práctica maliciosa y de la doblez moral. Ocurre muchas veces que el político hipócrita no alardea de su incorrección, sino que siempre tiende al ocultamiento y a la circunspección cuando están al frente de los micrófonos y las cámaras de Radio y TV. En cambio el cínico politiquero es un impostor arrogante y pendenciero. Cada día con mucha indignación y, lo que es peor, con mucha indiferencia, buena parte de la ciudadanía de este pueblo, que sufrieron los círculos clientelares del poder, el nepotismo, el tráfico de influencias, el amiguismo, la falsa información interesada que pulula alrededor de los antiguos gobernantes, son testigos del cinismo ramplón con el cual actúan buena parte de esos políticos nefastos que tienen toda la culpa de los actuales problemas del municipio.

El cinismo, la hipocresía, la desvergüenza, la desfachatez, el descaro, la impudicia son los ingredientes corrosivos que han machacado a este pueblo durante 24 años. José Martí decía: “Lo que un grupo ambiciona, cae. Perdura siempre lo que un pueblo quiere”. Así ocurrió el 22 de mayo. Y aún no lo han asumido. Por eso ladran mientras cabalgamos.