jueves, 5 de abril de 2012

EL RESPETO A LO SAGRADO


Vaya por delante que soy agnóstica, lo que implica que soy profundamente respetuosa de la religión, de las religiones, del hecho religioso. La religión católica es la de nuestros mayores, de nuestra cultura, de mis convecinos y convecinas. Por eso la respeto profundamente. Las religiones todas son expresiones distintas de un elemento común: la moral natural, la ética. De diversas formas, todas ellas quieren, mediante el hecho religioso, que las personas seamos buenas, que hagamos el bien, que respetemos a los demás y, por ende, a nosotros mismos, que es la mejor manera de servir a Dios. ¿Qué es lo "sagrado"? Aquello que se sustrae del uso ordinario y separándolo se vuelve intangible: no se debe mancillar. Por eso, por ser un valor intangible, se debe respetar. Despreciar, vilipendiar, dañar lo sagrado constituye un sacrilegio. Cabe decir que el desprecio de lo sagrado es siempre una ofensa para aquel que lo tiene por sagrado, una falta de respeto a sus convicciones y un atentado a su dignidad. Y se puede  despreciar de muchas maneras, pero la más deleznable es el uso espúreo de lo sagrado, para servir a intereses mundanos, para servirse de las creencias de los demás para fines espúreos, inconfesables, para poner al servicio de las apetencias y ambiciones humanas aquello que debe quedar enmarcado en lo sagrado, en lo de todos, en el patrimonio común que ha conformado nuestra cultura y nuestras (buenas) costumbres. Hoy, día del amor fraterno, hay que ser tolerantes, pero la tolerancia tiene sus límites. Nadie tacharía de intolerante a alguien que, sencillamente, busca defender el honor de su madre; tampoco es intolerante aquel que exige –pacíficamente- que se respeten sus convicciones religiosas o las de sus convecinos, porque ceder a que se desprecien significaría aceptar y conceder que se ofenda impunemente a su dignidad. En consecuencia, una sociedad sana debe ser capaz de hacer respetar las realidades consideradas como sagradas por los individuos que la integran, siempre dentro de un orden racional. Hay que huir, siempre y por prudencia, pero sobre todo por respeto, de  intentar prostituir lo sagrado, pretendiendo que la iglesia tenga acepción de personas o intentando exclusividades que están alejadas del espíritu cristiano que allí, en la iglesia de todos, debe imperar. Esas conductas sacrílegas no merecen respeto, porque no se atienen a las buenas costumbres de nuestro pueblo y, además, rayan en lo irracional. Y ello incluye, obviamente, tanto los signos religiosos, como las personas y los lugares considerados sagrados así como quienes, desde su cargo o su devoción, colaboran para que los actos religiosos tengan la relevancia debida. Sin `protagonismos, sin usurpaciones, sin usos políticos de lo que es exclusivamente religioso.  En caso contrario, el agresor debe hacerse merecedor del repudio de la comunidad toda, por atrevido, por sacrílego, por atentar contra las buenas costumbres que nos acompañaron desde la cuna y que nuestra sociedad debe conservar como su bien más preciado. Debía ser considerado un delito que atenta a la dignidad de la persona y a la pacífica convivencia social.  Y más cuando proceden de personas o grupos formados por  personas tendenciosas, que en el pasado mostraron un odio o repulsión visceral a lo sagrado, y especialmente a lo católico y hoy, de repente, aparecen como nuevos conversos que, como dice el refrán, "son más papistas que el Papa". ¿Dónde han estado hasta ahora? ¿qué repentino fervor les anima? ¿cómo osan siquiera cuestionar el trabajo colaborativo de un hombre de iglesia, como es mi compañero Cayetano Silva? 
Y esta es la verdad de lo que ha acontecido estos días con los actos de Semana Santa, que han pretendido sesgar y utilizar, o lo que es lo mismo, mancillar con una espúrea desviación política. Y sé que esta verdad, en la que han recaido muchas personas, puede, de nuevo, despertar el odio de aquellos que son pillados en su fraudulenta actividad. Y eso sucede  porque en realidad aman lo equivocado, actúan equivocadamente de manera terca y torticera,  aunque desearían que fuera percibido que lo que aman es la verdad. Pero ya no cuela. No obstante, aún están a tiempo. No resulta sencillo reconocer que uno se encuentra en el error: no obstante, tal día como hoy yo les pediría que rectifiquen, que vuelvan al respeto y a la prudencia, que no se acostumbren a actitudes despreciativas de lo sagrado,  porque insensiblemente irán perdiendo el respeto que deben tener por el valor de lo que para nuestros convecinos, para nosotros mismos, es sagrado. Y serían merecedores de aquello que el propio Jesucristo hizo: ser expulsados del Templo por usarlo con propósitos espúreos, como los mercaderes del evangelio. Espero, como no puede ser menos, que impere la cordura, la reflexión, la sensatez y el respeto.Que es lo que merecen todos nuestros convecinos.

No hay comentarios: