miércoles, 13 de noviembre de 2013

LA ESPIRAL DE LA VIOLENCIA

Hoy me sorprendí con un lamento de algunos de los políticos que forman parte del gobierno municipal. No les está resultando tan gratuito mantenerse al margen del entorno violento que han generado, y parece que anhelan, como no puede ser menos, una tregua, un respiro. Sin olvidar que, como decía mi padre, el que a hierro mata, no puede morir a sombrerazos, entiendo que el clima insano que han generado se les vuelva en contra. Y no seré yo quien vaya en contra de la recuperación de la paz institucional y política, en un municipio donde se han saltado todas las barreras que parecían difíciles de saltar. Pero hay que recordar que si la situación de elevados niveles de desasosiego que viven todos los rambleros con relación al orden público en los últimos meses es grave, más alarmante es que se ha vuelto común escuchar en muchas personas y hasta en el gobierno municipal referirse a lo que acontece (atentados contra la propiedad de las personas, agresiones a personas públicas, panfletos, actos de vudú …) como algo normal o, incluso, se cierran los ojos y se prefiere que no se nombre el asunto porque “del pueblo tiene que hablarse con palabras bonitas (sic)”. Cómo es posible que los ciudadanos nos acostumbremos a tan delicada situación y no hagamos lo suficiente, solamente lo leemos, lo vemos y lo comentamos entre los amigos. Ero más grave, cómo es posible que el gobierno municipal no haga absolutamente nada por resolverlo, ni siquiera lo condene. Preocupante, muy preocupante, es el mutis por el foro del Gobierno en todas sus instancias, con respecto a este cáncer que parece incurable y que ya hace metástasis en toda la sociedad, aunque hablemos de un pueblo pequeño. Violencia de largo recorrido en nuestro municipio, con temas candentes y lamentablemente sin resolver, lo que es un grave estigma para un municipio que quisiéramos feliz y sin noticias de esta índole. Los poderes públicos no cumplieron ni garantizaron la protección y su resguardo como lo establece la constitución y las leyes, y quién único ha reaccionado ha sido la sociedad del entorno ramblero. Y ahora asistimos, hoy mismo, a una cínica demostración de rechazo de algunas cuestiones de dientes afuera, comparando lo que no es igual y demostrando, repito, cínicamente, que hay muchas cosas que ocultar y que sólo se hacen eco de la situación cuando les rebota desde una ciudadanía cada vez más harta de comportamientos que no corresponden con su nobleza secular. El gobierno local ha fallado, ha mirado hacia otro lado, ha corroborado el tono y el contenido de los insultos y las agresiones demasiadas veces. El gobierno local no ha usado política pública alguna, definida, en materia de prevención y seguridad. El gobierno local es el que debe comenzar, con otros actores, para lograr que este espiral vaya en descenso y no en ascenso. Esto lo alcanzaría cuando primero asuma su responsabilidad ante el pueblo, por acción o por omisión, de sus fallos en materia de seguridad, orden público y de sus funciones de representación, que incluyen conductas de respeto de las que carecen. Porque la inseguridad se aborda y previene, entre otros elementos, con el ejemplo y la formación de la doctrina moral y de integridad para afianzar valores positivos que quedan intrínsecos en la población, pero para ello hay que tener esos valores. A nosotros nos consta que cada una de nuestras familias poseen un capital humano que pueden y deben buscar promover en los gobernantes locales propuestas que sirvan como guía para aplicar políticas públicas que ayuden a revertir este espiral de violencia que carcome el municipio. Y yo les animo a que las propongan, las hagan, masivamente, contundentemente. Ya será responsabilidad del gobierno local si no las asumen, pues la propia sociedad los evaluará y juzgará.

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