jueves, 27 de octubre de 2016

MI TIO JUAN: LA INTELIGENCIA, LA FORTALEZA Y LA BONDAD


La inteligencia de la prudencia y la fortaleza de la mesura. Y la bondad.
Era mi tío Juan un hombre muy inteligente. Tanto, que cuando era chico el maestro visitó a su padre, mi abuelo, para que le permitiera buscarle una beca para hacer el bachillerato de las clases más humildes, esto es, en el Seminario. El abuelo, celoso de ser equitativo con todos sus hijos, contestó que en aras de tratar de forma igual a todos, no debía permitirlo. Y el tío Juan no hizo Bachillerato en el Seminario. En compensación, el abuelo Vicente a todos los hijos les procuró educación a término, sin faltar a clases, incluyendo clases particulares en los períodos vacacionales. Eso, y mandarlos todos los domingos al cine porque decía que el cine era cultura. Con ese bagaje, y la experiencia laboral de unos años trabajando en un empaquetado de San Juan, el tío emigró a Venezuela. Allí, con su formación inicial y su inteligencia, consiguió un trabajo en una multinacional, en la que llegó a desempeñar un cargo de ejecutivo. Y allí superó aquella vieja aspiración de los estudios, incentivado por su trabajo: se licenció en  la universidad en Publicidad y Marketing.
Esta es su historia. Pero quisiera añadir algo relacionado con su inteligencia, que no tiene relación con lo intelectual y académico relatado. Que tiene más que ver con lo que actualmente se denomina inteligencia emocional. Mi tío Juan fue una persona prudente, que observaba y escuchaba y luego opinaba, siempre con acierto. Sus sobrinos recuerdan con admiración y agradecimiento sus consejos acertados. Y de ahí procedían, de su natural inteligencia y de su prudencia al valorar.  Inteligencia como capacidad de adaptación, que es lo que se relaciona más recientemente con la inteligencia. Y esa capacidad de adaptación le permitió superar problemas que no hicieron precisamente fácil su vida: vuelta a empezar en su tierra natal la vida laboral y convivir con problemas de salud familiares. Capacidad de adaptación como muestra de inteligencia suprema. Capacidad de adaptación combinada con un excepcional sentido de la mesura, que le permitió ser fuerte y que nos transmitiera fortaleza a los que lo rodeábamos. Mesura basada en lo que intrínsecamente no se le escapaba: discernir entre lo transitorio y lo permanente, lo que es circunstancia y lo que es realmente un problema. Así nos lo transmitió y así lo vivimos y aprendimos de él.
Y dejo para lo último lo más importante, lo que no es frecuente encontrar en personas muy inteligentes: la bondad, que se reflejaba en su gran generosidad. No sé si él era consciente de que su capacidad de raciocinio superaba la de la mayoría de las personas. Si lo era, jamás presumió de ello. Antes bien, extremadamente generoso, compartía sus reflexiones y sus consideraciones con todos. Generoso, podía prescindir del yo para pensar en el otro. Y lo hizo tantas veces, que sería comprometido dar cuenta de cada uno de los ejemplos.
Todo ello hace que mi tío Juan haya sido para todos una persona irrepetible. Y que espero que su luz nos acompañe de igual forma que nos acompañó en vida su inteligencia, su fortaleza y su bondad.  

1 comentario:

tanci dijo...

Me has emocionado como tantas otras veces lo has hecho.Tan certera es tu reflexión que nos hace empequeñecer a los que la leemos por no poder alcanzar la altura de virtudes como las que él tenía...Si, aprendimos de él mucho.Lástima que la bondad, como gesto y como virtud, no sea más practicada hoy en día.Esa prudencia y esa mesura me gustaría encontrarla en algunos políticos que nos gobiernan, ya que no atinan a encontrarla para ponerla en práctica.Él no sólo las tenía, sino que, además con ejemplos podía compartir y llevarte a una buena reflexión.Creo que el tío Juan hubiera podido ser un buen político de los que se añoran en este momento.Un político con gran capacidad de parlamentar y llegar a acuerdos satisfactorios de entendimiento para conseguir logros.Tío Juan permanecerá en nuestros corazones por siempre.