sábado, 17 de junio de 2017

UNA LECCIÓN DE BUENA VECINDAD, CON TODO CARIÑO Y RESPETO





UNA LECCIÓN DE BUENA VECINDAD, CON TODO CARIÑO Y  RESPETO
Dice el señor Domínguez que no se da por enterado de mensajes mediáticos, en este desencuentro que tenemos a cuenta del uso sectario de la radio municipal realejera. Omite dos conversaciones que he sostenido con el al respecto, y la carta que se ha hecho pública, pero que fue privada y sin respuesta. Y dice que respeta a SJR. Respetar a un vecino significa ser buen vecino. Por buena vecindad se entiende, en política, evitar conflictos y atenuar antipatías entre los pueblos colindantes, si sus gobernantes no son afines ideológicamente. Por lo pronto, consiste en desistir de intervenir directamente en los pleitos internos de otros municipios, sobre todo por el sonrojo que en el propio municipio del que interviene en la casa ajenas produce esta suerte de caciquismo de nuevo cuño y el precedente que se crea para que se le pague con la misma moneda.  No lo voy a hacer. Es una cuestión, ya no de política, sino de buena crianza. Además de esta actitud de no intervenir en lo ajeno, que sería meramente pasiva, la política de buena vecindad también consiste en una colaboración activa en materia económica, de obras públicas en territorios colindantes, cultural y social; para asegurar, junto con la paz, el bienestar general en pueblos limítrofes, unidos por encima de la política, por lazos de sangre y de amistad
Todo esto no es ajeno a la política. La definición pública de la política de buena vecindad fue formulada por Roosevelt en su primer discurso presidencial, el 4 de marzo de 1933: "En el campo de la política mundial, consagraré este país a la política del buen vecino: el vecino que resueltamente se respeta a sí mismo y por esta razón respeta el derecho de los demás; el vecino que respeta sus obligaciones y respeta la santidad de sus acuerdos en un mundo de vecinos". Al mes siguiente, en la Unión Panamericana reiteró su promesa y pensamiento al declarar: "Las cualidades esenciales de un verdadero panamericanismo deben ser las mismas que caracterizan a un buen vecino; es decir, comprensión mutua y, mediante tal comprensión, una apreciación cordial del punto de vista de los demás. Sólo de esta manera podemos esperar la construcción de un sistema en el cual sean piedras angulares la confianza, la amistad y la buena voluntad. Cada uno de nosotros debemos prosperar por un aumento de la civilización y del bienestar social, y no por la adquisición de territorio a expensas del vecino". 
Si esto era posible hace casi un siglo y en medio de un mundo convulso, qué no debe esperarse, qué no deben esperar los vecinos de un universo pequeñito de unos pocos miles de habitantes, conocidos y hasta familia.  Al menos, el respeto. Si es posible, la ayuda y colaboración mutua. Es lo que esperan los administrados. Menos política mediocre y más trabajo. Mi maestro en política me decía: "Cuando visites, siendo cargo, otro municipio, comunícaselo al alcalde. Salvo en periodos electorales, esas visitas han de ser en son de paz, y si fuera posible, colaborativas, si se trata de otro partido. Si es el propio, la comunicación es obligatoria". Siempre lo he hecho y lo he podido hacer. Siempre, salvo con el actual alcalde de Los Realejos. Es todo lo contrario a lo que reflejan las fotos. Hace unos meses estuvo en visita política, que no institucional, a este municipio. No lo comunicó, pese a que visitó objetivos comunes, como la carretera TF 342. Lo que es inadmisible es que se "colara" en instalaciones del Cabildo en este municipio, que nosotros somos incapaces de traspasar, como es el Mirador del Mazapé, y que en la información que se saca a continuación se omita que las instalaciones son del Cabildo y que este año tiene presupuestado 70.000 euros para arreglarlo. Omitir la verdad también es mentir. Colarse en un recinto ajeno tiene la calificación que tiene. Y, en fin, la buena crianza  se tiene y la buena vecindad se respeta. O no. 

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