Para los que como yo luchamos por
el advenimiento democrático de este país y nos formamos bajo los principios
éticos de nuestras familias (familias de este pueblo nobles, honradas y
trabajadoras, donde la palabra era ley y el respeto a lo ajeno el mandamiento
mayor) y también de una época, las postrimerías de los 60 y comienzos de los
70, donde la ética estaba por encima de
la estética, estos son días tristes. Y son días tristes porque hemos llegado a
un estado de cosas donde la mayoría de los gobernantes actuales, lejos de
aquellos que lucharon y se arriesgaron por la democracia, nos dan vergüenza ajena y nos abochornan cada
día un poco más. Algunos, muchos para mi
gusto, nos cuestionamos tantos años de sacrificios y entrega, para realizar un sueño
de justicia social que tanto nos unió a los progresistas durante mucho tiempo. Vergüenza
porque lo que se desprende de estos aprovechados es el mal manejo de los
recursos de todos, el robo descarado de los fondos recaudados y que debían
servir para hacer crecer nuestro deprimido país, comunidad, isla o municipio;
el enriquecimiento ilícito, la ostentación onerosa de los bienes mal habidos y
una vida de corruptela que lacera el “derecho” de las mayorías asalariadas y
viviendo al límite, porque los salarios apenas alcanzan para comer y sin
embargo estos “señores” viven a lo grande con el dinero que roban. Esto, que ya
de por si indigna, se ha quedado corto en los últimos días cuando alguien, que
ahora deshonra a este municipio detentando el lugar más preeminente y destacado
del mismo, dice con desfachatez que le han ofrecido dinero por su voto. Con
desfachatez inaudita, porque acusa de un delito a los demás e incluso a él
mismo, confirmando lo que era voz populi en los últimos tiempos. ¿Cómo que dinero en cenas?
¿cómo que le ofrecieron a usted dádivas? ¿Quiénes? ¿cuánto? ¿lo cogió usted? Y si
no lo cogió, ¿por qué no lo denunció? ¿por qué no responden quienes
supuestamente le han pagado? ¿cómo logró, según dicen, usted, saldar parte de
sus deudas en los últimos meses?
¿Por qué nos ofende a todos, don
Tomás? En días como estos en que la “vanguardia revolucionaria” se ha
convertido en la “vanguardia por la honradez”, esa honradez dentro de la cual
me eduqué, al igual que los rambleros y rambleras de noble condición, y en la cual participo y queremos participar
todos los rambleros y rambleras de buena voluntad; siento desorientación,
consternación y tristeza, pero sobre todo mucha indignación. Porque los
corruptos no son marginales mal educados vistos con desconfianza, sino porque cada
vez se confirma más la sospecha de que son esos “nuevos ricos” salidos de la
compra-venta de votos y voluntades políticas puestas al servicio particular de
unos pocos, que escalaron a sus puestos en contubernios de cuevas, favores familiares
o íntimos, compraventas de puestos e influencias o fidelidades oscuras, con un
toque de familia mafiosa, que no se ve (aún, esperemos que la fiscalía ponga
luz sobre este y otros asuntos) pero que tiene poder e influencia.
Ellos se encubren, se creen
intocables y cuando la realidad toca a sus puertas y tienen que responder por
sus delitos disimulan y se intentan convertir en víctimas o adalides del “yo no
fui”. Si hablamos de nuestro municipio, muchas cosas saldrán de ahora en
adelante. Solo quiero dejar claro que saldrán no sólo los autores sino aquellos
por los que pasó, quién los controló, quién les dio poderes y recursos, por qué
no le eran de aplicación las normas que se aplicaban al resto de vecinos y
vecinas. Y tendrán que responder. Ya no les va a valer el silencio y el
síndrome del secretismo ante semejantes crímenes. Porque, confiando como
confiamos en la justicia, de arriba abajo, el que delinca o haya delinquido,
que responda. Por transparencia, dignidad y respeto a San Juan de la Rambla.
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