Dijo alguna vez Mesa que los que no habían formado parte de una comisión de
fiestas no podían ser cargo público, no eran capaces de gobernar. Por la boca
muere el pez, dice el refrán y dice bien. Porque en esta romería al menos
demostraron que no son ni siquiera una comisión de fiestas. Pretendiendo darle
bombo y platillo se olvidaron de lo genuino de nuestra romería, que es resaltar
la genuina hospitalidad ramblera. Ahorraron en decoración, para la que
contratábamos a una profesional como la copa de un pino, Priscila, con el doble
objetivo de reponer el material que los antiguos gobernantes hicieron
desaparecer y de ayudar a decorar las fachadas por el itinerario romero. Lo
segundo lo hicimos en 2011, y la mayoría de las viviendas del recorrido se
animaron de decorar su fachada con el elemento romero que el ayuntamiento le
aportó y telas variadas, lo que
contribuyó a darle gran realce a la ornamentación, que podía haber
resultado un desastre, dado la inexistencia de cualquier material en los
almacenes municipales. SE hizo acopio de material propio ese año y en 2012, con
lo que partíamos de una base de material propio que año a año se iban a ir
consolidando. Pues este año se valieron del material de años precedentes y de
material prestado por Los Realejos, pero no se enriqueció el material propio.
Dos graves errores: no seguir haciendo acopio de material y prescindir para
dirigir su elaboración de una
profesional del ramo, Priscila, graduada en Arquitectura Efímera. Sin embargo se hizo un gasto enorme en un
alarde sin precedentes de publicidad (propaganda a mejor gloria de la parte
contratante) que no se vio reflejada en masivas asistencias a la romería y que
alguna vez tendrán que explicar.
Lo segundo fue hacer repercutir el ahorro en la dotación en provisiones de
las carretas y carros y la atención a los grupos. Las carretas, que llevaban de
dotación durante los dos años anteriores 20 kg de carne, pasaron a llevar
sólo 5 kg de carne, por lo que el
supuesto ahorro en el precio de la carreta, al final, se convirtió en un gasto
obligado de los pertenecientes a cada carreta, a lo que se añadió que el
ayuntamiento, que en los años precedentes mandaban a dos personas por carreta a
atender a los grupos, con provisiones del propio ayuntamiento, este año no
montó el dispositivo de atención, teniendo las carretas que hacerse cargo de
aprovisionar a los grupos y en algunos casos, por no contar con provisiones
suficientes, a grupos de otras carretas. A los carros adornados, que en los dos
años precedentes se les obsequiaba con algo de carne y vino, por compensar el
meticuloso trabajo que se desarrolla y porque en ocasiones hacer un carro
presupone que no se cuenta con el coste
de la carreta, pero si embellecen y animan la romería, este año no se les dio
nada. Asi que, sabiendo lo que suele pasar, la carreta de Echeyde llevó
provisiones más que suficientes y nos convertimos, al decir de los usuarios, en
“la carreta del ayuntamiento”, mientras las del ayuntamiento apenas
provisionaron en un pequeño tramo de la romería, dejando un importante hueco en
la atención a agrupaciones y público , echando por la borda uno de los valores
de la romería, que es destacar la hospitalidad ramblera.
Lo tercero fue la morosidad en el pago de las agrupaciones del año pasado,
cuyo expediente de pago quedó realizado, pero cuyo pago no se ha materializado
aún, en un nuevo episodio de morosidad del nuevo grupo de gobierno. Así,
agrupaciones tradicionales y que le daban gran vistosidad a la romería no
estuvieron este año, con lo cual la romería perdió en vistosidad, y, por qué no
decirlo, en los asistentes masivos que acompañan a estas agrupaciones
(familiares y amigos).
Por lo tanto, en un grupo de gobierno en el que confluyen al menos dos
personas que han presidido fiestas, hay que decir que consolidan la idea que
siempre he tenido de que no sirven ni para organizar una fiesta. El concejal de
fiestas, porque tuvimos que hacerle la fiesta, porque le sorprendió nuestro
triunfo “echado de cangas al aire”, porque confiaba que sus amigos, con los que
se había presentado a las elecciones, le salvaran la fiesta. Y llegó junio y no
tenían un duro (¿?). Y por salvar la fiesta, el ayuntamiento tuvo que hacerse
cargo de lo que le tocaba y de lo que no le tocaba. Y el otro, Mesa, al
que la comisión le fue abandonando
paulatinamente por cuestiones de perras, que nos reclamó la subvención una vez
entramos a gobernar, y se le dio, subvención cuyo destino desconoce el resto de
la comisión. Con esos bueyes tenemos que arar. Aunque no sirvan ni para una
comisión de fiestas.
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