Alguien me manda un recorte de una publicación en la
red de un muchachito parejero que suele meterse frecuentemente conmigo
acusándome de mi autoridad. Yo le rogaría que leyera algo antes de meterse en
jardines como éste, porque ha usado acusatoriamente un término que es un
elogio, y, por lo tanto, le agradezco que emplee referido a mí el término
autoridad. Las organizaciones, los colectivos precisan personas que las dirijan
con capacidad de liderazgo, y esa capacidad se puede tener con dos estilos muy
distintos de dirección: la dirección del poder (potestas) o la de la autoridad
(auctoritas). Estos dos conceptos proceden de la antigua Roma, que los distinguía,
identificando la “auctoritas” con una forma de legitimación social que procedía del
saber, de la valía, una capacidad moral para emitir opiniones cualificadas que
eran valoradas por la comunidad. Aunque carecía de valor vinculante legalmente,
su fuerza moral era innegable. Con el término “potestas” por el contrario, se hacía
referencia a la capacidad legal para tomar decisiones; al cargo, al liderazgo
formal, por entendernos. Partiendo de esa distinción y si bien lo idóneo para
el ejercicio de cualquier liderazgo, para el ejercicio del cargo que sea, es
que concurran auctoritas y potestas, lo cierto y verdad es que en muchas
ocasiones se hacen visible dos estilos claramente diferenciados de liderazgo:
a)
Liderazgo basado en la “potestas”. Lo relevante para este estilo
de liderazgo es el cargo, el liderazgo formal y el principio de jerarquía.
Los líderes que ejercen este tipo de liderazgo basan su legitimidad en
sus facultades coercitivas (esto es, de imponer castigos), o bien de otorgar
prebendas y privilegios. Lo que prima en este modelo es la diferencia, la
distancia entre el líder y sus seguidores bajo el principio de jerarquía. Como
lo que prima es el cargo, concluido o extinguido el mismo, desaparece toda
capacidad de influencia del líder sobre sus seguidores. Asimismo, al no haber
referentes de opiniones cualificadas, hay una baja capacidad de motivación de
los miembros del grupo, más allá del obligado cumplimiento de las facultades
legales que se ejercitan por el líder en virtud de su mandato formal. El
fundamento último, el objetivo de este tipo de liderazgo es ejercer el poder
por el poder en sí, la búsqueda del interés personal por encima del interés
general del grupo.
b)
Liderazgo basado en la “auctoritas”. En este modelo no prima ya el
liderazgo formal sino el material, no prima el cargo sino las cualidades,
aptitudes y actitudes personales del líder; el principio de división de
competencias y de delegación está, asimismo, sobre el de jerarquía, que tiene
una importancia secundaria y es utilizado como último recurso. En el mismo
sentido, lo que prima en el vínculo entre el líder y los miembros de su grupo
no es lo que les separa, sino los valores éticos, morales y motivacionales que
se comparten. Para este estilo de liderazgo lo que realmente importa es la
consecución del fin de interés general del grupo por encima del interés
personal del líder, en definitiva el liderazgo entendido como vocación
de servicio a la comunidad, a
la organización, a todos los componentes del grupo. La expresión máxima
de este tipo de liderazgo constituye el propio sacrificio del líder en aras a
la consecución del proyecto o meta perseguido y del interés general. Como la
capacidad de influencia y liderazgo del líder no depende ya del cargo, sino de
valores consustanciales a su persona, de sus méritos, aunque abandone el
ejercicio de un determinado cargo, la capacidad para seguir influyendo en los
miembros del grupo puede seguir existiendo. Los valores que se comparten por un
proyecto común con el líder, la ejecución de un proyecto sobre la premisa de
saber que es el correcto o el justo, hace que la motivación de los miembros del
grupo sea mucho más alta que la del modelo anterior, de forma que los integrantes
del mismo estén dispuestos a dar más de si que lo que inicialmente les fuere
exigible por una mera obligación de índole legal o formal.
Resumiendo, con la potestas, El poder nace de las ansias de tener más para ser más, expresa la fuerza, se arrebata
por la fuerza, se fortalece con el menosprecio y la exclusión, se ejerce mediante
la imposición que domina, rechaza la diferencia, opera desde la lógica del
individualismo, cohesiona por el miedo, inspira temor y terror, se impone. Su
práctica se basa en la intimidación, que nubla la conciencia y paraliza la
proyectividad. El poder es voluntad de acción dominativa que, al margen de los
intereses y el querer de la sociedad, se impone por la fuerza de quien decide
actuar y dominar. Por su lado, la auctoritas
nace de la voluntad de la comunidad que quiere ser regida por los mejores,
pertenece al orden de la relación que hace referencia a la persona, expresa la
trascendencia, es conferida por la comunidad conocedora de los méritos
personales, se fortalece en la escucha y la empatía, se ejerce mediante el
diálogo, generador de consenso, procura la convergencia en la diversidad, opera
desde la lógica del pluralismo y la complacencia, busca la unidad por el
acuerdo, inspira respeto y confianza y se acepta. La práctica de la autoridad
es el derecho, que respeta la libertad y promueve el crecimiento. La autoridad se
ejercitia por el poder delegado por la comunidad en aquellos que considera
capaces de interpretar su voluntad y realizar lo que conviene para el bien
común.
Podemos comprender entonces, que el poder es la capacidad de forzar a
alguien, para que éste, aunque preferiría no hacerla, haga nuestra voluntad
debido a nuestra posición o fuerza, mientras que la autoridad es el arte de
conseguir que la gente haga voluntariamente lo que uno quiere debido a su
influencia personal.
Para liderar es necesario que alguien quiera hacerlo; luego es necesario
que ese alguien crea que puede hacerlo, seguidamente es bueno saberse líder y
finalmente, todo esto es posible si uno sabe hacerlo, es decir si hay
capacitación. Lo más importante es no olvidar que dentro de una organización,
lo que se lidera es a personas, seres emocionales y pensantes, lo que debe
llevar a un liderazgo vinculado totalmente a la autoridad y no al poder.
Por eso le agradezco mucho a este muchachito que, por error obviamente, me
haya hecho una alabanza. Y me siento muy contenta porque me asigne el espacio
de la autoridad, mientras ellos detentan el poder. Así es exactamente como es, como él lo ha descrito. Ellos, los usurpadores, con el poder. Yo, nosotros, con la autoridad de la razón ética y moral. Gracias infinitas.
1 comentario:
Lo que natura no da, Salamanca no presta. Y en este sentido, se mete la gamba muchas veces porque lo que prima es la osadía cuando no la imitación sin patentar. Porque para patentarla hay que pasar un buen filtro de experiencias, educación, cortesía, buena voluntad, buen saber y ganas, muchas ganas de colaborar en el ejercicio de lo que usted tan bien ha explicado en esta entrada.Después de hacer ese ejercicio que muy pocos llevan a la práctica que es precisamente el ejercicio de la humildad. Todo aderezado con algo tan poco común como es la nobleza. En fin, todavía queda mucho por patentar. Gracias por este estupendo escrito en el que una vez más, aprendemos...los que queremos aprender, claro.
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