Desde la distancia y la congoja
hoy quiero hablar sobre la crisis venezolana, una crisis profunda que no parece
encontrar una salida política democrática. Primero que nada, quiero pedir
perdón por enjuiciar desde la lejanía la situación política de un país extraño,
por más que yo, como todos los canarios, lo llevemos en el corazón. Y
disculparme si hago afirmaciones desde esa misma lejanía que pudieran no
corresponder a las percepciones del as personas que en este momento sufren en
el país hermano y por las cuales sufro y con las que me solidarizo.
Y voy a entrar a valorar, no las
consecuencias, que son las que en estos momentos nos hacen sufrir dentro y
fuera del país, sino las causas de la situación actual. El problema actual
venezolano no es un problema sencillo, y es difícil de explicar y que entiendan
a una, sobre todo quienes me lean desde allí, desde dentro, en el fragor de la convulsión actual. Lo cierto es que en este momento la convulsa
situación venezolana no sólo no augura nada bueno, sino que continúa en una
espiral de violencia tangible y de terrorismo de baja intensidad que aterroriza
a la población y que daña irremisiblemente la imagen del país. Los
enfrentamientos laceran al bello país hermano, que en su momento sació el
hambre de los pobres y que fue una referencia democrática para países que, como
el nuestro, estaban sujetos a una férrea dictadura. A los isleños siempre nos
quedó, dentro de nuestros sueños, Venezuela como la Tierra Prometida. Ahora ya
no. Los logros de la revolución bolivariana, que los ha tenido, han quedado
sepultados por el caos cotidiano, el desabastecimiento de la población y el
empobrecimiento general. Y, como no, por el terror de las personas de bien que
cuando salen a la calle no saben si van a volver a entrar a sus casas. La
violencia.
Es posible que, como unos y otros
esgrimen, detrás de todo estén influencias internacionales que quieran hacer
desaparecer cualquier modelo no controlable. Ya ha ocurrido en el pasado en
otros países hermanos del cono sur. Sin embargo, la explicación de la Guerra
Fría, de las presiones imperialistas o del dominio comunista no ayuda en nada a nuestros hermanos
venezolanos, que entre el terror y la impotencia, observan día a día como la
espiral de la violencia se esgrime una y otra vez por los unos contra los
otros. Las grandes razones políticas no sirven para mejorar el día a día de la
población. Al contrario de otros momentos en otros lugares, como Chile, las
Fuerzas Armadas apoyan al gobierno elegido, no son golpistas. La oposición
civil no cuenta con el respaldo de las Fuerzas Armadas, sino con el apoyo que
puede generar el descontento social. Pero eso no parece ser suficiente para
alterar la situación política presente, al menos por ahora. Ni las
intromisiones de Cuba ni las de Estados Unidos parece que vayan a determinar el
curso de los acontecimientos en Venezuela. Es el propio pueblo venezolano el
que puede determinar el rumbo de los acontecimientos. Y eso es lo deseable, que
sea el propio pueblo venezolano, los propios políticos venezolanos, los que le den
una salida política a la crisis. Si no es así, las consecuencias serían
irreparables, porque conocemos de sobra
que cuando la solución no va de la mano del acuerdo político, aparecen las
salidas autoritarias donde “la guerra” sustituye las soluciones políticas. No
quisiera ni pensar que sea esta la salida a la crisis venezolana. (Continuará)
1 comentario:
creo que en una parte de tu escrito lo dices---DEBEN SER LOS VENEZOLANOS LOS QUE DEN SOLUCION A LOS PROBLEMAS DE VENEZUELA sin injerencias extranjeras.
yo tambien lo considero un pueblo hermano juntomcon mi querida tierra COLOMBIA
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