Una de las más terribles
advertencias de Dante en La Divina Comedia es que los confines más oscuros del
infierno están reservados para aquellos que eligen mantenerse neutrales en
tiempos de crisis moral. Dante se refiere a quienes, en momentos y situaciones
en que es moralmente imperativo tomar partido, se abstienen de hacerlo, a
quienes, en vez de decidirse y proceder de acuerdo con las convicciones que
declaran y a lo que se espera o exige de ellos en el momento, optan bien por la
vía fácil de la inacción, que significa pusilanimidad, cobardía o interés puro
y duro. La gravedad de esa actitud –que a primera vista pareciera puramente
pasiva– radica en que, realmente, va implícita en ella una conducta activa, la
traición: traición a los principios, traición a uno mismo, traición al otro,
traición a la humanidad, traición al pueblo, traición a la lucha de muchas
personas, etc. De la terrible frase de
Dante se desprende que es peor ser neutral que elegir de buena fe una causa,
aunque posteriormente demuestre ser equivocada. Quienes obran de esta última
forma, al menos se hacen acreedores de simpatía y misericordia, derivada de la
comprensión de que todos tenemos derecho a equivocarnos. Frente a una crisis
moral, quedarse callado o negarse a tomar partido equivale a no hacer lo que se
debe. Quienes tenemos el honor de ser representantes públicos en SJR siempre
hemos sabido que estamos obligados a tomar partido, el partido de defensa de
reponer el orden largamente pervertido,
y tomamos desde hace mucho tiempo nuestro lugar en la trinchera, pues la
injusticia conocida corresponde a una crisis moral de un largo gobierno local
que se puede comparar con un régimen. Hacerlo no ha sido cosa fácil, porque,
para nosotros, la imparcialidad ha significado terminar tomando partido en cada
caso que resolvemos, a favor de quien tenga la razón. Ello exige grandes dosis
de madurez y autocontención, en un delicado balance que representa una gran
responsabilidad, pero que al mismo tiempo dota de una enorme nobleza a nuestra
intervención política.
Quienes se declaran neutrales,
cuando se precisa tomar partido, con su omisión agreden el tejido social,
socavando las bases de la convivencia en comunidad, pues fallan a quienes tendrían
derecho a esperar de ellos su inequívoco apoyo. Ya dije en mi Facebook, hoy
mismo, que Desmond Tutu sintetizó así, con absoluta claridad, cuál es el quid
de la cuestión: “Quien se declara neutral ante situaciones de injusticia, en
realidad ha elegido el bando del opresor”. A las puertas de un nuevo proceso
electoral, cabe preguntarse por qué quienes optaron anteriormente por el abstencionismo –es decir, elegir no
participar en la definición de los rumbos locales– ahora abogan por una
supuesta neutralidad que, en realidad, se decanta por el apoyo tácito a quienes
han conformado el régimen durante tres décadas de este pueblo. Y esta situación
insólita y perversa me hace recordar la frase de Martin Luther King, cuando dijo que la
historia tendrá que registrar que la mayor tragedia de este período de
transición social no fue el estridente clamor de los malos, sino el
inconcebible silencio de los buenos. Ese silencio, absoluto en el pasado y
sesgado en el presente, es realmente inconcebible y define a quienes así
actúan. Lamentablemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario