sábado, 27 de diciembre de 2014

ARGUMENTOS Y RAZONES VERSUS INSULTOS Y VÍSCERAS




Una vieja táctica de los fundamentalistas de cualquier tipo, también utilizada por los tiranos, es reaccionar con insultos lisos y llanos contra las verdades  que puedan oponerse a sus opiniones y mentiras; esas opiniones y mentiras  que suelen difundir por los sitios en los que no es necesario demostrar nada, porque se suele argumentar mezclando los argumentos con bebidas espirituosas. E Insultan más cuanto más desnudas quedan sus mentiras, sobre todo si quien les desnuda frente a ellas es una mujer. Simplemente no soportan el disenso, y menos si viene del género que consideran que sirve exclusivamente para adorarle como los machos alfa de la manada. Al no tener argumentos, o bien porque no leen, o bien porque no saben, o bien porque no trabajan o por cualquier otro motivo no publicable, sólo pueden sustituir el campo de la racionalidad por el de la visceralidad (es decir, reaccionan, no con argumentos, sino con las vísceras o las gónadas) y optan por el camino de la distorsión, la calumnia malintencionada, las verdades a medias y las más atroces mentiras. En suma, buscan el aplauso fácil  mediante falsedades y tergiversaciones fundamentalistas, creyendo que el modelo sectario y no la razón es el que les va a hacer tener razón. Mienten hasta ante los tribunales, lo que es especialmente grave moralmente y, además, es un delito. Usan una suerte de terrorismo de género aplicado a la política, donde la caza de la mujer que se les enfrenta políticamente la consideran de recibo y adecuada. Machistas inconfesos, creen que todo vale para el imperio del macho alfa, usando expresiones exageradas hasta el paroxismo, cuando no argumentos inventados sin ningún sustento científico ni lógico; pero repetidos hasta el hartazgo y apoyados por sus escuadrones de choque, usualmente pocos, pero muy bien organizados militantes del mismo corte fundamentalista y chusmeril que sus jefes; los cuales llegan a “enganchar” a ciudadanos corrientes, de buena fe pero no expertos en el tema de la manipulación extrema, la propaganda de mala fe y la calumnia repetida. Por supuesto que estos furibundos militantes ni sus jefes contestan –no pueden– a ningún argumento razonado. Y no pueden porque lo más parecido a la razón que poseen es el picor en la palma de la mano cuando se acerca el momento de cobrar por sus deleznables actos. Tan deleznables que repiten una y otra vez una amenaza que reproduce la de su jefe, que es que me marche del municipio, una nada sutil pero sí muy directa amenaza hacia mi persona, que los hace actores o cómplices de la violencia que pueda recibir yo misma o cualquiera de mis compañeros, y de las que ya hemos sido advertidos. Todo un dislate, ubicándose como autores-promotores de la violencia fundamentalista que utilizan como metodología política, ya vista en varias ocasiones en forma de panfletos o agresiones directas.  Porque amenaza el que pretende infundir miedo, pánico, terror; y el que amenaza es el profesional del maltrato y de la violencia. Sorprende el fervor con que estas mismas personas luego se acercan a comulgar, en un acto de fariseísmo declarado, por decirlo de manera suave.  
Y todo por incompetentes. Cuando argumentan (es un decir) no hacen más que emitir un rejuntado de simples “opiniones”, lugares comunes, inventos, mentiras y conjeturas y vueltas al pasado, adobadas con “y tú más” o cambiar el objeto de debate para hablar de lo malos que somos los socialistas, carentes por completo de sustento y de rigor, todas ellas emitidas por personas iletradas que ni siquiera se asesoran para poder argumentar algo más que vaguedades, ambigüedades y mentiras o verdades a medias, ignorantes profundos de las temáticas sobre las que tan ligeramente opinan; e inclusive afirmando, sin movérseles un solo músculo ni ruborizarse lo más mínimo, disparates reñidos contra toda lógica y el sentido común. Y cuando argumentan que no son partidarios, en realidad es que no poseen ni siquiera aquello que define a los partidos: una ideología definida, unos elementos identificables para que la gente sepa con quien se juega los cuartos. Al no definirse declaran el “todo vale”, pero especialmente declaran que lo suyo, en realidad, es una expresión mayor de la partidocracia de bajo vuelo y cortas miras; instrumentado en base a flagrantes mentiras de toda laya; y desde atrás fogoneando a una claque furibunda que repite las gracietas que sus jefes les ordenan decir. Y como la calque ya fue denunciada en su momento, ahora son los jefes los que hacen de claque de sí mismos, sin renunciar a ser acompañados por la claque actualizada.  No se dan cuenta de que, viniendo de quienes vienen, sus descalificaciones en realidad me halagan. Afortunadamente, tanto yo como mis compañeros y compañeras somos todo lo contrario de lo que he definido en las líneas anteriores: tenemos fuertes convicciones ideológicas, que no ocultamos, por lo que la gente sabe de antemano por qué luchamos y que defendemos; por eso que nos diferenciamos fundamentalmente de esos personajes que, por denominarlos suavemente, son elitistas, xenófobos y clasistas. Porque al ser incapaces de debatir sobre ideas sin mezclarlo con insultos, calumnias y agresiones personales, no saben conducirse en el marco de la seriedad y la neutralidad, la ética y la capacidad. Por eso, renuncian al debate sosegado que se realiza en un foro respetable y respetado, y renuncian a que el auditorio sea un auditorio serio que se comporte como tal, y no como los ultras de las aficiones futboleras que tantos disgustos dan a los clubes y tan mal ejemplo ofrecen en los últimos tiempos, denigrando el deporte que dicen defender.

Un debate serio es una cosa; y una confrontación de barricada, con toda “la claque” de quienes confunden la política con las peleas y escaramuzas tabernarias, otra. Evidentemente, quienes dicen gobernarnos carecen de los conocimientos, las competencias y el  marco en el que se puedan confrontar ideas con fundamento, porque sólo son capaces de expresar con palabras aquellas cosas que les dictan sus vísceras o sus gónadas. Y el debate se ejerce con la cabeza. El estómago o lo que está directamente por debajo de él no tienen nada que hacer para afrontar el futuro de un municipio.  Afortunadamente, ya falta menos. 

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