viernes, 9 de enero de 2015

LA ETICA EN LA POLITICA O LA NECESIDAD DE NO TRASPASAR LOS LIMITES


A raíz de la venganza que se produjo cuando recientemente se le negó a una asociación permiso para hacer un acto benéfico en una plaza “y en cualquier otro espacio público del municipio” y a raíz del uso espúreo que se está dando a los servicios sociales y, hoy mismo, con la obra del colegio, a los niños y a los centros escolares, hoy me ha dado por reflexionar sobre la ética en la política y la necesidad de no traspasar los límites. Que traspasen los límites no nos sorprende, porque ya estamos acostumbrados a que, el actual grupo de gobierno, Mesa y CC, CC y Mesa, tanto monta, monta tanto, traspasen continuamente los límites éticos y morales, tan necesarios en todas las actividades de la vida, pero imprescindibles en la acción política, dado su carácter público y nuestra condición de representantes de un pueblo que no nos ha elegido para eso. Cada vez que embisten y arremeten contra nosotros, como representantes de un partido que obtuvo la mayoría  en las elecciones de 2011, traspasan los límites de la política, instalándose en un partidismo zafio y ramplón, lo menos parecido a la Política, y lo más parecido al lumpen y al hampa. Agreden, insultan, calumnian, difaman y tergiversan la realidad cuando la realidad, tozuda, no se conduce como quisieran. Traspasan los límites éticos y morales cuando justifican execrables panfletos. Traspasan los límites éticos y morales cuando incluso hacen una celebración el día de autos. Traspasan los límites éticos y morales cuando son capaces de usar a familiares que nada tienen que ver con la política, incluso difuntos, para sacarle rédito partidario. Traspasan los límites éticos y morales cuando piden públicamente el mal para los adversarios políticos y justifican las agresiones de las que aparentan ser inductores.  Traspasan los límites éticos y morales cuando usan asuntos que debían permanecer al margen del partidismo.
La política, como cualquier actividad humana, está sujeta a límites éticos. Si no se respetan, se pueden producir graves consecuencias. No siempre quien los rebasa merece acción penal, porque unos actos, los punibles, procuran que sean de “origen desconocido” y los otros les sirven para hacerlos y luego justificarlos como cosa política, cuando en realidad nada más alejado de esa noble dedicación. No obstante, tantos y tan burdos son, que ya esos actos están siendo juzgados socialmente con gran dureza, con un gran reproche social, con una enorme  desafección y con el desprestigio de la cosa pública, tanto, que ya afecta al resto de políticos sanos e incluso a la institución. Y espero que no sea así para todos y que la gente sepa diferenciar quien va a la política a servir y quien para servirse. Espero que la sociedad ramblera le termine pasando factura a la indecencia. Ya que los actos punibles son anónimos aún (poco esfuerzo se han dado por desentrañarlos) y no van a ir a la cárcel, espero que simplemente paguen con el desprecio social. El uso privado de los coches oficiales o del os medios del ayuntamiento, por poner un ejemplo, difícilmente sería tipificable como un delito, pero el conocimiento social debe originar reproche social y desprestigio. Y casos como ese tenemos muchos dentro del actual grupo de gobierno. Por ejemplo, colocar a un familiar  en un puesto público bien retribuido, no es un delito. Siempre se podrá decir que el familiar era el mejor preparado de todos los aspirantes a ese puesto. Pero cuando la gente se entera, la reacción suele ser que el colocador y el colocado terminan siendo tachados de frescos y aprovechados. Y casos como este hay varios dentro de los actuales gobernantes
A veces, sin embargo, es difícil definir los límites de la ética. Deslindar el ámbito de lo que está bien y de lo que no está bien, requiere casi siempre un análisis de las circunstancias que concurren en cada caso concreto. Por ejemplo, el asunto del concejal de policía, haciendo que parezca la disminución de los efectivos policiales como una consecuencia de la sanción por la conducta que tuvo el día que se le ocurrió que podían ser un Fangio local, ha rebasado los límites. Su comportamiento en la calle, haciendo derrapes y trompos, lo que repitió el día de la carrera, incluso conduciendo peligrosamente en contra del tráfico,  no corresponde a lo exigible a un concejal y menos a un responsable de policía. Es muy posible que D. Juan tuviese un mal momento. A cualquiera nos puede pasar. Pero, de todas formas, creo que CC ha perdido la oportunidad de dar la cara y dar explicaciones y que, a falta de ellas, hay que exigirle que renuncie a su acta de concejal, o al menos a su responsabilidad de concejal de policía, porque el zorro no puede guardar las ovejas. Un político que se precie no puede permitirse perder la cabeza, ni siquiera por un instante.

Ha llegado el momento de pagar la factura. Y cada día más, aunque falta menos, se hace más largo el tiempo que falta para las elecciones. Asi nos lo manifiestan los vecinos y así lo percibimos en la calle. Porque traspasar los límites éticos y morales debe tener su castigo. Y el castigo ha de ser, tiene que ser, el resultado que arrojen las urnas en mayo. Ya falta menos. 

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