LA MEDICINA Y LOS OPINADORES: LA CREENCIA Y LA CIENCIA O ¡¡¡VACUNAS, SÍ!!!
Durante toda mi vida profesional he dado clase de materias o herramientas científicas. La primera clase, siempre, ha versado sobre la diferencia entre creencia y ciencia. Y le dejo claro a los alumnos: es muy bueno creer en algo, porque muchas veces son asideros emocionales, pero esas creencias son eso, creencias. No son contrastables, por lo tanto no son ciencia. Además, para desarrollar cualquier tema, siempre aconsejo usar la estructura del método científico, que empieza precisamente por la búsqueda de información. Como estamos, además, en épocas donde por las redes se transmite de todo, bueno y malo, añado al consejo otro: al ser tan fácil conseguir información de todo a través de google, para que los alumnos sepan diferenciar entre buena y mala información, les remito al google académico, obviando informaciones que vengan de otro sitio.
Todo esto, que son herramientas de secundaria obligatoria, parece que no son exigibles para trabajar, y opinar, desde la TVE pública. Estos días se ha originado un considerable revuelo, con razón, con las opiniones vertidas sobre las vacunas y su imaginaria vinculación con el autismo por Javier Cárdenas. Hace tiempo, yo me enfadaba mucho cuando oía opinar sobre educación en tertulias varias, y decía que eso se hacía porque la educación estaba devaluada, y ponía como ejemplo, precisamente, el respeto por la medicina. Pues ya le llegó su hora y su devaluación: opinadores de tres al cuarto se permiten el lujo de opinar sobre un tema tan sensible como los tratamientos preventivos, las vacunas, que tantas vidas han salvado. En mi infancia, algunas enfermedades infantiles, como la tosferina y el sarampión, ponían en grave peligro a los niños que las sufrían. La difteria, hoy prácticamente desaparecida, era casi siempre letal. La polio afectaba a tantos niños que casi toda la gente de mi edad tiene a alguien cercano con secuelas, tanto es así que los hospitales de la orden de San Juan de Dios nacieron con ese propósito, superado el cual hoy son instituciones hospitalarias generales. Muchos niños y adolescentes sufrieron la tuberculosis, tantos que era frecuente que durante algún curso se ausentara un compañero porque estaba enfermo del pulmón. Una de las situaciones más duras que hube de afrontar como docente fue el fallecimiento de un alumno que no estaba vacunado de tétanos, tras una caída de bici.
Por eso me enfado tanto cuando veo, como en esta ocasión, personas, en este caso cobrando de mis impuestos, haciendo alarde de una irresponsabilidad tal que merece una suspensión definitiva de empleo, o al menos que no pueda estar en contacto como comunicador con nadie. Porque la irresponsabilidad en este caso no es gratuita, sino que puede sernos tan cara como lo que supone la,pérdida de vidas humanas. Muy lamentable.
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