jueves, 22 de septiembre de 2011

MI MAESTRO, DON JOSÉ: DEP



A don José y a todos los maestros del excelente Plan de estudios para maestros de la República, que dió los mejores profesores que nunca ha tenido este país.....

Querido y recordado don José:

Nunca le dije nada de mi admiración por usted; qué pena que aquellas personas que dejan huella indeleble en nuestra vida a veces no lo sepan porque no encontremos el momento de decírselo. Supongo que al cabo de tantos años que los de mi generación y las anteriores terminamos el colegio, y llegaron generaciones sucesivas que lo tuvieron a usted como maestro y director, cada uno guardará en sus entretelas los buenos y malos recuerdos, y correrán por su interior los nombres de aquellos profesores cuya enseñanza nos ha ayudado de manera especial en nuestra vida, aún en pleno camino. Uno de ellos, no lo dude, es usted.

Corría el curso 1964-65 y yo cursaba mis estudios, desde hacía tres años, en el Colegio Cervantes, del Barrio de la Salud de Santa Cruz. El colegio, como decíamos sin apellido, porque en aquel momento y en aquel barrio sólo había un colegio y una escuela pública, lo había creado unos años antes usted, como escuelita de barrio, acompañado por don Daniel, quien al poco tiempo se convirtió en su socio y emprendió con usted la aventura de fundar un colegio de verdad, no una escuelita. Un colegio donde incluso había uniforme. Sí, el uniforme de la época eran los zapatos. Tiempo de alpargatas para diario, usted, don José, marcó estilo en el centro al que se podía acudir incluso zurcido, aunque limpio, pero siempre con zapatos.

Era un colegio severo, para modestas clases medias o emergentes clases obreras que creían en el valor de la educación, por lo que era valorada por los padres grandemente la severidad del centro. Allí, fui escolarizada por primera vez con carácter oficial a los ocho años. Yo venía de una escolarización a caballo entre San José y Santa Cruz, donde mi padre había comprado casa al venir de Venezuela, y siempre digo que esa casualidad hizo la causalidad de mis estudios en una época donde las mujeres de mi generación apenas estudiaban más que la obligatoria. Y allí sufrí la incomprensión de mis compañeras y compañeros (era mixto) por tener un lenguaje “raro”, “de campo”, heredero de nuestro español peculiar, mestizaje magnífico de nuestras influencias española, lusa y americana, lo que me hizo valorar más mi idiosincrasia, lingüística, tan poco capitalina, pero tan cara para mí. Por ejemplo, esa persistencia en la defensa de “mi” castellano hizo que aún hoy pronuncie un vocablo “perdido”: la ll. Y usted siempre me respetó y me hizo respetar. No admitía una burla de ningún compañero hacia sus iguales. Ahí sí que se enfadaba. Respeto, RESPETO con mayúsculas, que daba y demandaba.

Don José, no sé si se acordará, pero usted me dio varias materias, casi siempre sustituyendo a algún profesor. Pero lo recuerdo especialmente como profesor de Geografía. A la sazón era usted una persona de media edad (murió de 92 años, por lo que me llevaba 35 años) serio pero cariñoso y afable, al revés que su socio, que era más gruñón. No obstante, le temíamos en sus enfados, que se evidenciaban con una guedeja de pelo que se escurría hacia su frente, en general despejada porque se peinaba su pelo lacio hacia atrás. Guedeja en la frente y todos nos poníamos firmes. Pero, sobre todo, le recuerdo como alguien que sentía pasión por lo que era el objeto de su trabajo: la educación. De gran cultura, disfrutaba usted leyendo, sabía mucho y cuando nos explicaba sus cuidadas lecciones uno se daba cuenta que hablaba de lo que sabía, de lo que había leído, de lo que le gustaba. Pero también demostraba cultura cuando nos hablaba de música clásica y de ópera, géneros a los que era aficionado y6 ausentes de la escuela en esa época.

Tengo la conciencia bien clara de no haber aprovechado suficientemente la ocasión que la providencia me dio de aprender más geografía y otras cosas con usted, pero recuerdo que ya aplicaba lo que hoy se llaman “procedimientos”, que en realidad era el método científico adaptado a escolares de apenas doce años. Había dibujado un mapamundi mudo en la pared de la clase, a modo de enorme mural. Allí localizábamos todo aquello que aprendíamos. Allí colocábamos murales animados, de geografía humana, de economía, … Para hacerlos, buscábamos como locos etiquetas de latas de conservas, estampas y cromos de las que habían a la sazón muchas colecciones y revistas y colorines que nos proporcionaran las imágenes que necesitábamos.

Pero el momento estelar de sus clases fue la aparición del Ikeya Seki. El cometa Ikeya Seki fue descubierto independientemente por los astrónomos aficionados Kaoru Ikeya y Tsutomu Seki, con unos 15 minutos de diferencia de uno a otro, el 18 de septiembre de 1965, a las 19h 12m, al oeste de la estrella "Alphard" (α Hydrae) con una magnitud estimada de 8, presentándose difuso con condensación. El 19 de septiembre a las 18h57m36s lo confirmaba el Smithsonian Astrophysical Observatory desde Woomera (Australia). Desde un primer momento se le reconoce como un cometa "suicida" o de Kreutz, aumentando su brillo rápidamente. Así en 1 de octubre tuvo una magnitud aproximada de 5,5 y el día 12 del mismo mes, de 2; y una cola de unos cinco grados de longitud. Pasó por el perihelio a 0,007786 u.a. del Sol el 21 de octubre de 1965 a las 4h24m, pudiéndose ser visto en pleno día, tapando con la mano el disco solar. En ese momento pudo tener una magnitud de —10 ó —11. La cola del cometa alcanzó una longitud de 20 a 25 grados en los últimos días de octubre y primeros de noviembre. En su afelio se aleja del astro rey hasta 183,192214 u. a. Su periodo de revolución es de 876,684262 años. Existe una posibilidad de que este cometa fuese el retorno del gran cometa X/1106 C1, que fue visto en plena luz del día en toda Europa.

Todo esto que he dicho lo he podido decir gracias a la Wikipedia. Pero en aquel momento, don José, usted nos animó a buscarlo en el firmamento (mi padre tenía una venta y se levantaba de madrugada para ir al mercado, y noche tras noche me despertaba para intentar localizarlo en el cielo), a recopilar datos sobre él en la prensa y en la radio (apenas había unas horas de TV en blanco y negro), a ordenar esos datos y a elaborar un trabajo-album con todos los datos obtenidos. Siempre le recordaré relacionado con el universo, con los astros, con la observación, con la investigación y con el método científico.

Pero, además, conservo en mi memoria unos cuantos consejos, bastantes recomendaciones y algunas magistrales clases. Había cierta apertura en la España de la dictadura. Recuerdo con emoción cuando nos explicó, a la manera de Ghandi, que todas las religiones son buenas y que la verdadera religión es la verdad y la rectitud, a propósito de la llegada de un compañero hindú, Narel Sirumal Panyapi. También se atrevía, tímidamente, a hablar de modelos democráticos cuando hablábamos de los países con más tradición democrática, como Suecia o Noruega. Palabras rompedoras en la época, que estremecían nuestras conciencias de niños y que nos abrían horizontes prohibidos. Sin pretender que fuera una heroicidad, no deja de suponer cierta audacia e independencia de criterio tratar en las clases de la época estos temas, estando como estábamos aún en plena dictadura.

Don José, usted me ayudó a descubrir la corrección y el rigor; con su voz característica, pausada, elegante y más que de barítono, de bajo, producida por su afición a fumar, como casi todos los profesores de la época. Don José, usted, como todos los profesores inolvidables, nos instruía en la elegancia y el decoro; no se limitaba explicar el aspecto formal de las lecciones sino que entraba en profundidades y ponía en una maravillosa relación lo explicado con el contexto, con la época, impregnando lo explicado con su carácter y con su historia personal.

De usted recibí consejos excelentes, que me tallaron tempranamente con una serie de valores de estudio que nunca me abandonaron. Estábamos en la edad del pavo y éramos bastante insoportables; éramos capaces de sacarle punta a cualquier tic, peculiaridad o punto débil de cualquier profesor, pero a usted, don José, nadie le encontraba nada, salvo el asunto de la guedeja de pelo cuando se enfadaba.

Don José, espero que, cuando llegue el Día del Juicio y con los grandes conquistadores y juristas y los estadistas yo vaya a recibir mi recompensa – ellos sus coronas, sus laureles, sus nombres grabados indeleblemente en el mármol perpetuo – el Altísimo me diga, como creo que le habrá dicho el domingo a usted, con cierta envidia cuando le vió llegar con sus eternos libros y discos bajo el brazo, “Mira, éste no necesita recompensa. No tenemos aquí nada para darle. Le encantaba leer y escuchar música”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Maravillosa entrada tan entrañable como el colegio que te vió crecer. Que fue el mismo para mi. Y maravillosas voces que te honran al honrar a quien nos dió tanto. Don José, además, tenía un porte sobresaliente. Y además no necesitaba alzar la voz para hacerte ver lo que no entendías de otra manera.Con su expresión y su mirada lo decía todo. Pero lo mejor es que has elevado esta profesión, la de maestro con su magisterio, a una cota poco usual para los tiempos que corremos. Cómo se nota que eres, has sido y sigues siendo maestra. Imagino que ahora, en tu nuevo cometido tendrás algún que otro "alumno díscolo". Déjalo crecer. Cada uno aumenta en proporción a lo que tiene.Y si tiene poco, el crecimiento va a ser poco.No le pidas más. Y tú mi Fidela, mi amiga Fidela has ido acrecentando no sólo a tus alumnos de conocimientos, ideas y voluntades; sino que también has puesto a disposición la mayoría de tu tiempo en favor de un bien común. Estoy seguro que allá arriba están anotando con números las acciones positivas habidas. No lo dudemos. La ley de la compensación está ahí para todos."Tanto das, tanto recibes". Don José se merecía estas palabras tuyas y más. No en vano desde esa etapa en la que estudiabas, ayudabas a tus compañeros a realizar sus tareas (a escondidas). Arriesgando tu piel en el intento...Don José lo sabía, pero pasaba por alto esta estratagema tuya a sabiendas de que lo que hacías era solidario con tus compis. Esta característica tuya no te ha abandonado, mi querida Fidela; Fidelita. Estoy completamente seguro que son muchos y muchas los que desde allá arriba te dan fuerza y valor para continuar con tu labor. Y Don José ya está en esas filas. DEP Don José.Y tú mi querida amiga sigue adelante.

Tere Hdez. dijo...

Gracias Fide por ser nuestra memoria, la mía y la de otros muchos compañeros y por este recuerdo a nuestro director y profesor. Un abrazo