PERMITANNOS, AL MENOS, EL DERECHO Y LA LIBERTAD DE INDIGNARNOS
Como muchos saben, un primo mío fue asesinado a balazos en Venezuela hace unos días. Dolor infinito y consternación en toda la familia es el sentimiento generalizado. Pero también he percibido allá la sensación de resignación, como si fuese un destino irremediable el que acompaña día a día a los venezolanos. El dolor, en estas circunstancias es más atroz, porque la indignación es un desahogo. Y lo han perdido.
Cuando en los años 90 regresaron los primeros canarios-venezolanos, huyendo de lo que se barruntaban, contaban sobre el estado de corrupción en Venezuela, generalizado y que incluía las pequeñas mordidas cotidianas de funcionarios corruptos, cosa que comprobé personalmente en 2002 en Perú. Yo me enorgullecía de dos cosas: de los funcionarios españoles y de la capacidad de indignación de los españoles. "En Venezuela parece normal, pero en España no, y nos indignamos con esas cosas, tanto que los gobiernos caen", decía orgullosa y ufana. Dos décadas después, la situación no es igual en Venezuela. Tampoco en España. Sigo estando orgullosa de la incorruptibilidad de los funcionarios españoles, al menos de aquellos no directamente nombrados por la clase politica, que son la mayoria. Pero la capacidad de indignarnos por la corrupción ha amainado tanto, que los,españoles votan mayoritariamente a un partido enfangado por una corrupción estructural. En Venezuela, la anestesia ante la corrupción ha sido ampliada a la anestesia y resignación por la violencia y los,asesinatos. En España aún vamos por detrás: todavía nos indignamos ante la violencia y la muerte. Y espero que ese derecho y esa libertad la conservemos, y recuperemos la de la corrupción.
Y por eso quiero relatar de nuevo la historia mas hermosa del PSOE, porque definió, en 1920, lo que somos y lo que no somos.Fernando de los Ríos, socialista y hombre profundamente liberal, respetuoso con la religión y las creencias, tuvo una línea intelectual en cierto modo paralela a la de Besteiro. Ese perfil le condujo a unirse al partido de Pablo Iglesias tras haber recibido una educación para la libertad, la solidaridad y el progresismo en la Institución Libre de Enseñanza. Su encuentro con Lenin, en el viaje que en los primeros años de la revolución bolchevique hizo a Petrogrado enviado por Pablo Iglesias para estudiar de cerca aquella gigantesca convulsión, adquiere, desde nuestra perspectiva, dimensiones históricas. Una vez allí, al escuchar la exposición de los planes y problemas del nuevo régimen soviético de boca del propio Lenin, descubrió la dictadura férrea que ya estaba conformándose. Ese descubrimiento le llevó a hacerle a Lenin la gran pregunta, la que nos distingue: "Todo está muy bien", le dijo, "Pero, ¿y la libertad?". Y Lenin le contestó: "libertad, ¿Para qué?". Y Fernando de los Rios dio en la clave: "Libertad para ser libres". La pregunta de Fernando de los Ríos y la repregunta de Lenin aún siguen resonando en la historia de la civilización y los modelos sociales. En aquel diálogo en una modesta habitación de un hotel de Petrogrado quedó planteada la gran cuestión, la que marca la gran diferencia dentro de la izquierda. Y por eso, como el gran institucionista, reclamo libertad. Libertad para todo, pero sobre todo libertad para poder indignarnos. Porque solo la indignación puede hacer que los pueblos reaccionen y se rebelen contra la injusticia. Como en Venezuela.
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